• Corte de digestión, ¿un invento de los padres?

    El Autor

    Elías Rovira Gil

    Profesor de la Facultad de Enfermería de Albacete

    Hace tiempo que la gente sabe que “el corte de digestión” es un invento de los padres para poder echar la siesta tranquilos. Por si alguien quedaba por convencerse, el actor y humorista Dani Rovira ha explicado muy pedagógicamente en un ya memorable monólogo, aquellos absurdos traumas que una generación debimos arrastrar por no poder bañarnos “hasta las 11 de la noche” tras la comida veraniega.

    No hay que esperar dos horas, pero sí entrar despacio en el agua después de comer

    ¿Y cuál sería el soporte teórico del llamado “corte de digestión”? Desde el inicio de la ingesta e incluso antes, se produce un fuerte tono nervioso de tipo parasimpático, que es el que habitualmente nos aporta el reposo, tranquilidad, relajación, etc. Luego, cuando comemos, gran parte de la sangre de nuestro cuerpo es derivada hasta la zona intestinal para la absorción de nutrientes, quedando menos irrigadas zonas que en principio van a tener menor actividad.

    ¿Qué pasa después de comer?

    Por todo ello, después de comer, por ejemplo, podemos sentir sueño, podemos destemplarnos e incluso padecer sialorrea (que es como se llama técnicamente al hecho de babear). Así, si introducimos una gran superficie corporal en un ambiente frío como podría ser el hecho de bañarnos, se requerirá un desplazamiento sanguíneo, para un aporte de sangre extra a otras zonas para compensar la temperatura, quedando nuestro cerebro aún menos irrigado y pudiendo aparecer por ello un desvanecimiento. Este, al producirse en un medio “hostil” como es un líquido, podría llevarnos al ahogamiento en un simple palmo de agua.

    Así sería la teoría que venía dando cobertura a este problema, tortura de niños inquietos, asorratados (compruebo ahora que esta palabra no existe en el diccionario RAE) y deseosos de baño y juguesca (¡vaya! esta tampoco está). Pero en la práctica, como se ha dicho, parece que el grave problema no termina por desarrollarse. ¿O sí?

    cartel zambullidas

    NI agua fría ni grandes esfuerzos

    Veamos. A lo que siempre hay que hacer un llamamiento es a no empeñarnos en llevar la contraria a la naturaleza, a la fisiología de nuestro organismo. Por ello, y tras lo explicado, después de comer, aunque como tal aceptemos que no existe el corte de digestión, no parece prudente ni saludable, andar generando grandes desplazamientos de sangre en los diferentes territorios de nuestra anatomía: bien sea por introducirnos en aguas muy frías, bien por derivar sangre a territorio muscular al desarrollar ejercicios o esfuerzos intentos, etc.

    Hidrocución

    Por otro lado, en las batallas libradas a principios del siglo XX sobre las gélidas aguas de los Mares del Norte, se observó que cuando un barco era hundido, los marineros de cubierta que caían al agua, podían sobrevivir, mientras que los que salían de los fogones de las máquinas, quedaban fulminados al contacto con el agua. Es lo que se ha dado en llamar hidrocución (o shock termodiferencial). Aquí el problema es el exagerado cambio de temperatura, que provoca en el bulbo un cese instantáneo de la respiración y posterior muerte. Si bien este proceso no está directamente ligado al hecho de haber comido previamente, sí se admite que una comida copiosa pueda servir de factor de riesgo, como las largas exposiciones al sol, el ejercicio muy intenso y la hipertermia (tener alta la temperatura corporal).

    Tras una comida abundante, reposo

    Así, por todo lo expresado, es conveniente hacer una llamada al sentido común. Tras una comida abundante, lo mejor es el reposo o actividad suave; y cuando se tiene muchísimo calor, es preferible evitar la entrada brusca en el agua: si es mar, entrar caminando, y si es piscina, recordar que la obligada ducha puede servir para algo más que eliminar la zanahoria o té de nuestros bronceadores.