• ¿Cuál es la receta para criar niños felices?

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    Imagen de archivo de una visita al Jardín Botánico organizada por la ONCE.

    Jugar al aire libre oxigena las células involucradas en el aprendizaje; regula el metabolismo; previene la obesidad y evita la hipertensión y el colesterol. En definitiva, frente a los niños que se encierran en casa con las “maquinitas”, los que juegan en el parque son más sanos y felices. Dos pediatras de Villarrobledo lanzan un alegato en favor de los juegos tradicionales. 

    Y es que la depresión es uno de los trastornos psicológicos más comunes entre los niños. Los síntomas de abatimiento, infelicidad o culpabilidad que pueden mostrar los menores son similares a los que presentan los adultos. Las actividades lúdicas son una herramienta fundamental a la hora de conocer, manifestar y poner en práctica sentimientos como el bienestar, la alegría, el miedo, la rabia o la tristeza.

    Las doctoras Patricia Lo Giudice y Francisca Castillo, pediatras de la Gerencia de Atención Integrada de Villarrobledo, apuntan a que estos juegos pueden realizarse en cualquier entorno, pero si se llevan a cabo al aire libre adquieren un beneficio adicional para la salud, algo de lo que se aprovecharán cuando lleguen a la edad adulta.

    “La masa ósea alcanza su máximo desarrollo entre los 20-30 años y la calidad de esa masa ósea dependerá de un buen equilibrio del metabolismo fosfocálcico en la niñez”, apunta la doctora Lo Giudice.

    En la regulación de este metabolismo la luz solar juega un papel primordial. Así, la exposición a los rayos solares resulta indispensable para la producción de Vitamina D a través de la piel. Dicha vitamina es esencial para el normal crecimiento y mantenimiento de la masa ósea y se encuentra en pocos alimentos de nuestra dieta, por lo que una moderada exposición solar resulta fundamental para el buen funcionamiento de nuestro organismo.

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    El Hospital de Hellín cuenta con una zona de juego al aire libre.

    Otro factor importante para la incorporación del calcio al hueso es el ejercicio físico. Mediante los juegos y el deporte se adquieren hábitos de vida menos sedentarios, lo que ayuda a disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, evita la hipertensión arterial y que se eleven los niveles de colesterol.

    “Hacer ejercicio físico no sólo evita el sobrepeso y la obesidad infantil, también disminuye significativamente el riesgo de aparición de diabetes tipo 2 en edades tempranas”, explica la doctora Lo Giudice.

    Además, tal y como recuerda la doctora Castillo, “el ejercicio físico mejora el riego sanguíneo cerebral y oxigena a células involucradas en el aprendizaje y la atención”. Por si fuera poco, el la actividad física incrementa la secreción de ciertas hormonas que mejoran el ánimo y disminuyen el estrés.

    Mejores en la escuela
    Pero el alcance de beneficios de jugar al aire libre y en contacto con la naturaleza es más amplio que lo meramente orgánico. Según la doctora Lo Giudice, “existen evidencias científicas sólidas que afirman que la actividad física al aire libre constituye un pilar importante en el bienestar psicológico infantojuvenil”. Así, se afirma que “los niños y jóvenes más activos tienen mejor funcionamiento cognitivo, especialmente en aéreas básicas como matemáticas, gramática y lectura”.

    Es importante puntualizar que a través de estas actividades en contacto con el medio ambiente y con otras personas se consigue fortalecer la autoestima y forjar personalidades con un mayor grado de sociabilidad.

    “En cambio, cuando juegan en el interior de sus casas utilizando medios audiovisuales generalmente lo hacen en solitario. Eso provoca una limitación en sus sensaciones emocionales e intelectuales”.

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    Imagen del Servicio de Pediatría facilitada por el Hospital de Villarrobledo.