• El poder de la equinoterapia

    Yordy Miralles estaba condenado a no moverse de la silla de ruedas. Era incapaz de sostenerse. Hace doce años, un accidente de tráfico marcó un antes y un después en su vida y en la de su familia. Un golpe fatal en la cabeza lo dejó prácticamente inmóvil. Sin embargo, la equinoterapia le ha devuelto parte de lo que le robó la carretera. Sus piernas no caminarán, pero las de su caballo sí. Ha recuperado la ilusión y el equilibrio que los especialistas daban por perdido.

    Yordy (de azul) monta en Obélix con el apoyo de un profesor de El Cortijo.

    Desde hace siete años, este vecino de Elche de la Sierra no falta a su cita con la clase de equinoterapia. Una vez a la semana, sus hermanos se turnan para conducir la hora de carretera que separa su pueblo del centro ecuestre El Cortijo, en Albacete. Allí le esperan profesores especializados y un caballo, Obélix, entrenado para este tipo de clases.

    Gracias a la equinoterapia y a la rehabilitación, Yordy se mantiene en pie. Ha recuperado algo fundamental, el equilibrio y la fuerza en el tronco. Empezó a montar tumbado, abrazado a Esmeralda, su primer caballo, y hoy pasea con Obélix erguido y, lo más importante, feliz.

    Tres meses en coma

    Sufrió el accidente de tráfico cuando iba de su pueblo al polígono, en el año 2004. Todo el golpe fue a la cabeza. Pasó tres meses en coma y, cuando se despertó, no podía hacer nada solo. Su hermano David aún recuerda que Yordy no era capaz ni de comer o beber y menos aún de sostenerse. Con paciencia, en El Cortijo han conseguido lo que hace siete años parecía un milagro.

    Mientras da vueltas en el picadero, acaricia al caballo, le ordena que pare o que reanude su camino, David observa orgulloso cómo su hermano Yordy ha recuperado la ilusión. Después de la clase, lo bajan y él solo se mantiene de pie, se apoya y acaricia a un animal con el que se siente totalmente compenetrado.

    Montar a caballo “lo es todo”

    Al preguntarle hoy a Yordy que qué supone para él montar a caballo, contesta claramente que “lo es todo”. Es su hora de libertad a la semana. No sube a Obélix de un salto, como el resto de los jinetes, ni trota o galopa, pero pasea como si sus piernas volvieran a responderle. De hecho, el profesor monta con él para dirigir los ejercicios, lo que no impide que Yordy se sienta libre y trabaje la musculatura.

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