• Forenses, más allá de los mitos

    Han trabajado sobre las lápidas de viejos cementerios y ven cadáveres a diario, pero también pasan por sus consultas miles de pacientes vivos, investigan, forman y dan clase en la Facultad de Medicina. El médico forense puede responder al estereotipo de la novela negra o al de las series televisivas de más audiencia, pero la realidad supera a la ficción. Detrás de estos facultativos no sólo está la carrera de Medicina, también tienen que aprobar una dura oposición que les abre las puertas del Ministerio de Justicia y del Instituto de Medicina Legal. Trabajan con la muerte y desentrañan misterios con ayuda de jueces y fiscales, pero su cometido va más allá. Además, no hace tanto que trabajaban en viejos cementerios protegidos por la Guardia Civil. La suya, la de los médicos forenses, es una historia de esfuerzo y responsabilidad difícil de compensar.

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    Garijo (con chaqueta y corbata), junto a parte de su equipo.

    De los cementerios a los institutos de Medicina Legal

    Hace algo más de una década, el médico forense tenía que hacer las autopsias en los cementerios de los pueblos, sin instrumental, con el sepulturero como ayudante, en viejas habitaciones olvidadas, entre telarañas, tenues bombillas, frío o calor y la Guardia Civil cuando el asunto que rodeaba al cuerpo era complicado. Después de seis años de carrera, una oposición durísima y un curso práctico, los facultativos acababan a horas intempestivas en recovecos olvidados de los camposantos. Igual que cada juzgado tenía un secretario, contaba también con un médico forense.

    Con el siglo XXI llegaron los institutos de medicina legal a Castilla-La Mancha. Y se acabó el deambular de los forenses por los cementerios. Tienen consultas, sala de autopsias y servicios de Clínica, Patología y Laboratorio. Castilla-La Mancha cuenta con dos institutos, el de Toledo y Ciudad Real y el de Albacete, Cuenca y Guadalajara. Este último dispone de 21 forenses que trabajan a las órdenes de Joaquín Garijo, quien, después de vivir las épocas más duras de su especialidad, se prepara para una nueva revolución. Y es que la última reforma exigirá a los forenses, además de la oposición, la especialidad de Medicina Legal, de ahí que los institutos asuman que van a tener residentes como sucede en los hospitales.

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    La mitad de las muertes, naturales

    La prueba de que el trabajo del médico forense va más allá de las autopsias está en las estadísticas. El Instituto de Medicina Legal de Albacete, con las delegaciones de Cuenca y Guadalajara, actuó en 305 muertes en 2016 y prácticamente la mitad, 144, fueron naturales. Nueve se consideraron muertes por homicidio, en 44 se llegó a la conclusión de que habían sido suicidios y 36 de los cadáveres fueron víctimas de accidentes de tráfico.

    Sólo el año pasado, el mismo instituto atendió a 6.600 pacientes por lesiones, valoraciones psiquiátricas, delitos contra la libertad sexual o mala praxis médica. Y es que este equipo, donde además de médicos hay desde psicólogos hasta farmacéuticos, actúa en las muertes que competen a la justicia, pero también en las lesiones donde la víctima reclama una indemnización, en accidentes de tráfico o casos de malos tratos o litigios por paternidad. Identifican un cadáver, pero también determinan si el delincuente estaba bajo los efectos de las drogas.

    2004, un año clave

    El cambio llegó a Castilla-La Mancha en 2004. En el siglo XXI, los forenses pasaron, con la creación de los institutos de medicina legal, de los cementerios a una sede que, en el caso de Albacete, se reparte entre el Hospital Perpetuo Socorro, que es donde están el laboratorio y la sala de autopsias, y el Palacio de Justicia, donde están las consultas del Servicio de Clínica Forense. Ahora, esta especialidad también tiene actividad docente e investigadora.

    Los forenses del siglo XXI