• La mal llamada gripe española

    El Autor

    Juan Javier Andrés

    Periodista económico

    Marzo de 1918. Una fría mañana de aquel fatídico mes un joven ayudante de cocina, Albert Gitchell, se levanta mal, indispuesto, con dolor de cabeza, fiebre alta, tos, cansancio, dificultades para respirar, un cuadro médico complejo y complicado. Sin embargo, su indisposición no le impide servir el desayuno y la comida a oficiales y soldados de la base estadounidense de Fort Riley, estado de Arkansas, en el centro de Estados Unidos, unas tropas que se preparan para saltar a Europa en cuestión de semanas en plena Primera Guerra Mundial. Será su último servicio en vida. Al cabo de unas horas, más de un centenar de soldados se presenta en la enfermería del cuartel con los mismos síntomas. Días después Gitchell fallece. Es la primera víctima confirmada de la más espeluznante y mortífera pandemia que jamás haya asolado nuestro planeta y es tan letal que hasta la cifra de muertos baila de una fuente a otra en varias decenas de millones de personas.

    El 6% de la población mundial cayó víctima de una gripe que no era española

    Entre cincuenta y cien millones de seres humanos, es decir, entre el 3% y el 6% de la población mundial de la época, perdieron la batalla ante aquel enemigo implacable, silencioso, mortífero, devastador. Por avatares de la guerra y, sobre todo, por obra y gracia de la efectiva propaganda del momento, ha pasado a la Historia con un nombre común y un apellido español: la gripe española.

    Sólo el paso del tiempo ha alumbrado algo de luz a uno de los episodios más desoladores de la existencia humana, pero la Historia y la naturaleza, tan crueles como maravillosas, siguen escondiendo muchos de sus misteriosos sobre esta pandemia. Su verdadero origen sigue siendo hoy una de las grandes incógnitas. Nunca se ha descartado totalmente la teoría de los animales como cerdos o aves como origen de aquel virus maligno, tampoco de que éste viajase desde la lejana Asia.

    La Gran Guerra aceleró su propagación

    Lo que sí se ha probado es que la Gran Guerra que tuvo en ascuas al mundo entre 1914 y 1918 aceleró formidablemente la expansión de la enfermedad hasta convertirla en globalmente letal, dejando víctimas en prácticamente todo el mundo. Su elevada mortalidad se escuda en un mutación letal del virus por una colosal tormenta de citosinas, causando estragos en el sistema inmunológico del cuerpo humano hasta el punto de crear un efecto contrario al deseado. Las defensas se retroalimentan, enloquecen y permiten la aniquiladora carga viral.

    Aquel conflicto bélico también fue culpable de que la enfermedad pasase a los anales de la Historia como gripe española. Acuciados por la virulencia del virus, con un creciente número de enfermos en sus filas, tanto el bando aliado como el alemán supieron sacar partido de la neutralidad de España, donde se escribió sin censura sobre esta enfermedad, para endosarle nuestra nacionalidad a este virus. Tristemente se ha quedado con ella.