• Por MIR que no quede

    Han invadido los hospitales tal plaga de mosquitos, lo mismo sirven para un roto que para un descosido, van en grupos o atacan por separado. Ójala fueran un cuerpo de élite. Nuestra salud lo agradecería. Pero no suele ser el caso.

    Son los MIR, acrónimo de Médico Interno Residente. O sea, un becario sumamente preparado que ha superado un duro examen y al que, sin embargo, todavía le quedan muchas horas de formación en vivo. El problema es que usted o yo mismo o el vecino del quinto podemos ser su perfecto banco de pruebas en cualquier hospital de España, y sobre todo en el de Albacete, territorio comanche de los MIR. En ese caso su salud no lo agradecerá. Seguro estoy. Lo peor es que uno no sabe que ha caído en sus redes. No tienen placa que les identifique.

    Ya ven cómo me he tomado la columna de opinión que escribe un columnista de su periódico, Gonzalo Luis Alonso, (https://diariosanitario.com/ser-medico-interno-residente) en defensa de su figura. Obviamente es MIR. No discuto esta figura. Discuto su creciente papel. No puede ser que Urgencias esté tomado por ellos, que no presten atención y oído al enfermo, que sólo se dediquen a rellenar la pantalla del ordenador cuál juego del Tetris, que no atiendan jamás en compañía del médico adjunto, que sigan el protocolo como el león persigue a la gacela.

    Su papel, que seguro que será esencial en el futuro, no puede ser tan controvertido en el presente. Mal vamos si los hospitales y la atención a enfermos se tienen que sostener con la presencia y acción de estos profesionales en formación continua. Algo no se está haciendo bien. Mientras tanto, en el día a día de los hospitales, por MIR que no quede. Lo triste es que quedar, quedan muchos.

    Juan J. García (Albacete)