• Reiki: otra milonga con nombre japonés

    El Autor

    Alberto Nájera López

    Doctor en Física, profesor de la Facultad de Medicina de Albacete

    Esto de las energías invisibles es un recurso recurrente en muchas terapias alternativas pesudocientíficas. Esas que no han demostrado que funcionen más allá del efecto placebo, como por ejemplo la que hoy nos ocupa: el Reiki. Esta pseudoterapia consiste en desbloquear el flujo de energía vital por medio de la imposición de manos. Energía que sólo quien cree en estas cosas es capaz de detectar y que está fuera del alcance de la Ciencia y la Tecnología actuales.

    Bien, ¿qué pasaría si un médico en su consulta, para curar un catarro, una alergia o incluso un cáncer impusiera las manos y mandara a casa a sus pacientes? Pues que probablemente sería inhabilitado. Pero, ¿qué pasa si dice que lo que está haciendo es Reiki? ¿Qué pasaría si, para cubrirse las espaldas dijera que es un tratamiento “complementario” y “compatible” con la medicina “tradicional” o alopática? Pues que es una simple y peligrosa estafa y, para que no nos timen con cuentos, lo mejor es el Conocimiento. Veamos.

    Esta pseudoterapia “milenaria” surge en Japón, pero de milenaria tiene poco. Se la inventó Mikao Usui en 1922 tras una peregrinación al monte Kurama de Kioto donde adquirió los conocimientos de esta milagrosa técnica por medio de una revelación. Mágicamente adquirió la capacidad de manipular “la energía vital universal”. Además, su revelación era clara: se trataba una técnica milenaria, pero de la que no se ha encontrado constancia anterior al siglo XX. Pequeños detalles sin importancia.

    Según los practicantes de Reiki, mediante la imposición de manos, los maestros, son capaces de desbloquear ese flujo de energía vital, que lógicamente sólo pueden detectar ellos. Ese bloqueo es el causante de un desequilibrio y, por tanto, promotor de enfermedades, entre ellas el cáncer, que, al parecer, tendría un origen emocional. Y se quedan tan anchos.

    A día de hoy, sigue sin existir ninguna evidencia de la existencia de esa energía vital, pero lo mejor es que en 1998, una niña de 11 años, Emily Rosa, publicó junto a sus padres un artículo titulado A close look at therapeutic touch”, en el Journal of the American Medical Association (JAMA). El diseño del estudio era sencillo. Los expertos en Reiki, alguno con más de 35 años de experiencia, que decían tener el don de detectar la energía vital debían decir, sin ver, si el investigador ponía su mano a pocos centímetros de su mano derecha o izquierda.

    Si un médico impusiera las manos para curar, sería inhabilitado

    Lo lógico es que alguien que no sólo es capaz de detectar la energía vital, sino que además es capaz de reconducirla y desbloquearla, fuera capaz de sentirla en la mano del investigador a pocos centímetros de la suya y acertar más del 50% de las veces. Los resultados fueron demoledores. De 280 intentos, sólo acertaron 128 veces (el 44%) y las conclusiones fueron igualmente demoledoras: La incapacidad de expertos practicantes del toque terapéutico de demostrar la base fundamental de su terapia, es la evidencia irrefutable de que dicha técnica no tiene fundamento y que el uso profesional adicional o complementario está totalmente injustificado.

    Entonces ¿por qué hay gente a la que le funciona? ¿por qué algunos centros públicos dan cobertura a esta terapia pseudocientífica sin evidencia de curar absolutamente nada? Lo primero que debe quedar claro es que el Reiki no equilibra la energía vital ni ninguna mamarrachada de esas. Pero ¿acaso una simple atención más personalizada y cercana no mejora a los pacientes? El efecto placebo, relajador, el saberse atendido y otros factores emocionales podrán hacer que el paciente se sienta mejor. El Reiki no hará que la quimioterapia sea más efectiva o que un paciente se cure de cáncer, pero es posible que al menos esté entretenido en su habitación mientras le ponen las manos por el cuerpo y le dan conversación.

    Así podríamos llegar al debate de si es ético dar cobertura a este fraude o no. Y es que ahora está de moda eso de que las pseudoterapias alternativas son complementarias, de que no hacen ningún mal. Pero da lugar a que el paciente crea que lo que le cura no es la quimioterapia, la radioterapia o la intervención que le hicieron, dando cabida a vulgares estafadores que ponen sus manos y su cara dura al mismo nivel que la Medicina de verdad, la que funciona.