• Sanfermines: ¿que el mozo pague su cornada?

    El Autor

    Miguel Romero

    Especialista en Pediatría y Cardiología Infantil

    Disfrutar de los encierros, de su emoción y adrenalina, de sus rituales, de su mística… está bien.

    Hacerlo de deportes de riesgo como el alpinismo, parapente, barranquismo, puenting, espeleología, funambulismo… o competir en carreras de motos, coches o exhibiciones aéreas, también.

    Pero cómo no, siempre hay descerebrados que, o no ven el riesgo, o asumen uno muy superior a sus capacidades.

    Y entre ellos, aquellos mozos corredores de encierros, muchas veces borrachos, temerarios, sin forma física, ansiosos de verse y ser vistos en la tele, de fardar.

    Y ahí estamos todos detrás, para pagar sus negligentes estupideces, detrayéndolo de otras necesidades, dado que los recursos son limitados.

    Y así, mientras se atiende las consecuencias, mal llamados accidentes, de los necios insensatos que ponen en alto riesgo su integridad, como si de vasos comunicantes se tratase, merman nuestras posibilidades de aliviar las listas de espera, de atender mejor a los dependientes, de incluir nuevos servicios en nuestra cartera,… en definitiva, de mantener y mejorar nuestro sistema de salud.

    Métase en saco similar a los chulitos de la idiocia, cuando no simples delincuentes, como a pilotos suicidas, “graciosos” del balconing, a los que burlan sobremanera las normas de tráfico poniendo no sólo en riesgo su vida,… y a muchos más etcéteras que podemos imaginar.

    Habrá quien argumente incluir a los que se exponen a factores de riesgo evitables de patologías médicas, objeto ya de discusión en otros países. Pero, en estos casos, la relación causa efecto ni es inmediata ni muchas veces unifactorial.

    No se discute la asistencia de las urgencias de estos temerarios. Sí el que recaiga sobre el erario común, mantenido por una mayoría silenciosa, sensatamente protectora de su integridad.

    ¿Por qué no hacer obligatorio la contratación de un seguro “ad hoc”, para actividades de riesgo, que libere a los servicios de salud de esa carga? ¿Por qué no hacer pagar de su bolsillo la asistencia de los que actúan de forma claramente negligente o delictiva?

    De esta manera, se pagaría cada uno sus peligrosas “diversiones” o delitos, y se destinarían esos recursos a las patologías, no “buscadas”, de la mayoría anónima y sensata.

    Cierto es que vivir es un riesgo, pero hay riesgos innecesarios para vivir feliz. Y la inmensa mayoría, ésa llamada silenciosa, trata de serlo auto responsabilizándose de su integridad.

    Y en silencio, por no ser muy políticamente correcto, opina sobre ésos adictos a la adrenalina imprudente, como reza en el refranero español: ” tú lo quisiste fraile Mostén. Tú lo quisiste… tú te lo ten”.

    ¿O es que Papá Estado debe pagarlo todo, pero todo todo?