• Ser Médico Interno Residente

    El Autor

     Gonzalo Luis Alonso Salinas

    Residente de Cardiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal 

    Séneca decía que “hay ciertas cosas que para hacerlas bien no basta con haberlas aprendido”. La formación de un médico residente se basa en la esencia de esta frase, en aprender de los pacientes lo que ya sabemos de los libros.  Una vez acabada la universidad tenemos el mapa pero no conocemos el terreno, y sin una brújula no podríamos orientarnos. La residencia nos enseña a reconocer el terreno, orientarnos, y poder así ser la brújula del nuevo aventurero que se atreva unos años después a explorar el terreno que estamos conociendo.

    El pasado sábado 6 de febrero, 12.911 licenciados en Medicina se presentaron al examen MIR para la elección de 6.098 plazas formativas en toda España. Los 6.098 que lo consigan serán lo que conocemos como “Médicos Interno Residentes” o coloquialmente como “mires” o “residentes”.

    Estos 6.098 residentes serán, probablemente, los que nos atiendan en urgencias a partir de junio, los que pasen la consulta a la que vayamos desde enero o los que nos traten si tenemos un infarto de miocardio en 2017. Además, especialmente durante los primeros años, el residente tiene un guía, un médico con más experiencia llamado “médico adjunto”, al que le puede consultar los casos, las dudas o lo que necesite para encontrar la mejor manera de tratar al paciente en cuestión.

    En nuestra sanidad pública la figura del médico residente es esencial. Dice nuestro contrato que los médicos residentes somos personal en formación, de lo que se deriva que no somos esenciales para realizar la labor asistencial. Un ejemplo de esto es que durante una huelga el hospital no está obligado a cubrir los puestos vacantes por el médico residente. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Los hospitales que se dedican a la formación de los residentes se apoyan en ellos para la mayoría de tareas, un ejemplo es la plantilla de un día de guardia en el Servicio de Urgencias, en la cual más del 70% de los médicos son residentes y casi la mitad son de primer año.

    El 70% de una plantilla de Urgencias suele ser de médicos residentes y la casi la mitad de primer año

    El lector se preguntará en este momento cuál es la razón por la que la inmensa mayoría de los centros hospitalarios españoles basan una actividad tan importante como son las guardias del Servicio de Urgencias en los residentes. Dos son las razones para ello, la primera y más importante, el presupuesto. Es más económico basar la labor asistencial en personal que, debido a su estatus, cobra menos que personal con más experiencia. La segunda razón es formativa. El residente aprende y gana experiencia en las guardias. El desarrollo de un residente en las guardias le enseña a enfocar adecuadamente los casos con los que va a lidiar en el día a día posteriormente.

    Y ahora viene el quid de la cuestión, ¿se resiente la atención a los pacientes debido a esta distribución? La respuesta acepta muchos matices, pero en la mayor parte  de los casos es un no rotundo. Hay que pensar que todo médico residente tiene un médico adjunto que le guía durante el proceso asistencial, siendo en algunas ocasiones su presencia necesaria durante todo el proceso asistencial, y no en otras más banales o conocidas para el residente.

    Los pacientes en ocasiones se muestran desconfiados cuando llegan urgencias con un problema importante para ellos y les atiende un médico residente. Es en estos casos cuando deben saber que toda decisión importante que tome este o esta médico es consensuada con alguien con más experiencia. Debemos darnos cuenta de que sin este sistema sería imposible dotar de una formación de calidad a los médicos del mañana. Como decía Confuncio, “me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí”.