• La lenta agonía de la Atención Primaria

    “Seguimos indefensos, tanto los pacientes como los profesionales”

    El Autor

    Antonio González Cabrera

    Médico de Familia

    Lo hemos dicho tantas veces, que, a fuerza de insistir, nos hemos cansado nosotros. No escuchan aquellos que reciben nuestras quejas, por eso no se cansa. Hemos insistido tanto en la necesidad de reforzar la Atención Primaria, que todo el mundo afirma que debe hacerse. Hemos alcanzado un consenso improductivo, porque seguimos exactamente igual que antes de la pandemia. Seguimos indefensos, tanto los pacientes como los profesionales.

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    La ciencia por un lado y la política por otro

    Todo continúa como ayer y como la semana, el mes o el año pasados. Ni hay suficientes teléfonos, ni suficientes manos y oídos para los que hay. No hemos aprendido nada como sociedad tras dos años de castigo. La ciencia por un lado y la política por otro. El ciudadano en medio. Aunque se queja, pero da igual, también se cansará. Todos defienden la necesidad de mejorar, pero nadie mueve un dedo para que mejore. Lo urgente aplazó lo importante y se olvidó lo fundamental. Hemos sido incapaces de anticiparnos a los problemas mientras afirmábamos que los veíamos venir.

    La pandemia ha sacado a la luz las vergüenzas de un sistema pensado para un país del siglo XX cuya clase política ha sido incapaz de consensuar los cambios necesarios para hacerlo del siglo XXI.

    Muchos afirmamos, que con las vacunas, las siguientes olas no aplastarían los hospitales como las primeras, pero sí lo harían con la Atención Primaria. Gobiernos y oposiciones, reaccionaron como el que oye llover. Y lo peor, nada se ha hecho para anticiparnos a esta sexta ola, pero tampoco nadie ha empezado a hablar de qué hacer si hay otra futura.

    Sólo recibimos palabras

    Seguimos con las mismas plantillas en todas las CCAA y con los mismos recursos para la atención primaria. Sólo recibimos palabras. Y oídos sordos a las quejas de los ciudadanos. Nadie se ha preocupado de explicar al ciudadano cómo racionalizar las demandas y cómo puede ayudar a que no se colapse un sistema que es suyo. Que ahí está la mejor manera de hacer que la respuesta a sus problemas de salud sea más ágil y eficaz.

    Un problema sin fronteras

    Somos los descendientes del homo sapiens no tan sapiens. El que tropieza una y otra vez en la misma piedra. Si, estamos ante algo nuevo, dinámico y cambiante, del que cada día aprendemos algo, pero damos la sensación de que para aprender lo nuevo de hoy, debemos olvidarnos de lo aprendido ayer. Los humanos pecamos de egoísmo, de ombliguismo, de chovinismo, de no asumir que pandémico es contrario a intrafrontetizo y a regional. Que pandémico es sinónimo de universal. Que con colocar nuestra pieza, no solucionamos el puzle. Que tienen que colocar sus piezas todos los demás o no será posible ver la solución.

    Y los otros pensando en que el bar abierto le reporta votos y cerrado se los resta

    Mientras ese debate de si es gris claro o gris oscuro sucede, tú, insignificante profesional, que periódicamente te ves embutido en tu epi, con tu doble mascarilla, con guantes y pantallas, regándote con gel y más gel, continúas con tus mismos miedos. Sabiendo que el siguiente positivo puedes ser el tú, o el siguiente paciente que vino por otra causa, o alguien de tu familia a quien le lleves lo que alguien te trajo a la consulta. Y los otros pensando en que el bar abierto le reporta votos y cerrado se los resta. Y claro, eso no solo está reñido con intentar mejorar el comportamiento ciudadano, sino que además fomenta que el ciudadano vea incongruente cualquier limitación. La teoría va por un lado. La práctica por otro.

    Asqueados porque la meritocracia se sigue viendo suplantada por la dedocracia

    Sabemos cual es el problema. Cuales son los problemas. Lo mejor del sistema sanitario, sus recursos humanos. Hoy se ven cansados, con unas condiciones laborales manifiestamente mejorables. Asqueados porque la meritocracia se sigue viendo suplantada por la dedocracia. Con el mismo trato todos aunque sea diferente el rendimiento de uno y de otro. Donde alcanzar objetivos asistenciales tiene el mismo premio o castigo que no alcanzarlos. Un sistema donde Falta voluntad de mirar a largo plazo y hacerlo pasa por dedicar un punto y medio más de nuestro PIB a salud, pero nadie está dispuesto a cederlo de otros capítulos.

    Falta planificación sanitaria, para lo que precisamos de indicadores para control y evaluación. Sin ver los aciertos y los errores cometidos, es imposible evitarlos en el futuro.

    No aprendemos de la experiencia del otro, lo que nos ahorraría tiempo y esfuerzos

    Queda mucho camino por andar. Pero lo recorremos demasiado lentamente para lo veloz que transcurre el tiempo en este siglo. No aprendemos de la experiencia del otro, lo que nos ahorraría tiempo y esfuerzos. Falta independencia en los criterios con los que gestionamos el sistema público de salud en general y la atención primaria en particular. Falta convencerse de que hay que invertir más para gastar menos.

    Como si la salud tuviese ideología

    Pero sobre todo, falta voluntad para alcanzar lugares de encuentro, voluntad para sentarse a hablar, que es la única manera de transformar las palabras en hechos. Nos sobra política en minúscula . Demasiada escasez de acuerdos. Ninguna voluntad de aprender de los errores ajenos. Demasiada solución en los juzgados y ninguna solución tras un café reposado entre rivales ideológicos. Como si la salud tuviese ideología.

    Necesitamos cambios legales en nuestro sistema de salud, que este ambiente crispado hace imposibles. No hay voluntad de encuentro. Y mientras tanto, la atención primaria ve cómo se va acelerando su lenta agonía.

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