• Alcanzamos la Sierra de los Búhos

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia Profesor de Psicología de la Salud en la Facultad de Enfermería

    Como caminar es salud, somos fieles a nuestra apuesta por el senderismo para llegar a la Sierra de los Búhos. Saliendo de Tobarra por la CM-313, en el kilómetro 78 giramos a la derecha para dirigirnos a Casa Morena y continuar a Casa de la Herrera, donde aparcamos e iniciamos la ruta con varios picos por encima de 900 metros.

    El coche de Diario Sanitario aparca antes de emprender la marcha por la Sierra de los Búhos.

    Hoy nos acompañan, para llegar a la Sierra de los Búhos, nuestra editora, que ya empieza a ser fija y Ana Teresa Guadiana, la sobrinísima. Mari Tere se quedó con los dientes largos y Juanjo sigue tocado. Es el medio día y acaba de despejar una mañana embotada, hace fresco y corre un poco de viento.

    El camino empieza en la Casa de la Herrera

    Iniciamos la andadura entre bancales de lechugas que, incomprensiblemente, estaban siendo fumigadas y labradas, y que a una inspección más atenta no parecen idóneas para el consumo, espigadas y duras. 

    Nueva aventura senderista de Rigoberto López y Manuel Martínez. En esta ocasión, la Sierra de los Búhos, a más de 900 metros.

    Con el ladrido de los perros llegamos a la Casa de las Acacias, una señora aldea que humea por alguna de sus chimeneas; ahora son olivares y vid lo que predomina. Y siguiendo la pista a nuestro olfato descubrimos un manto de hermosos membrillos detrás de la pared de piedra que delimita la aldea.  

    Nos desviamos hacia la cuerda, muy cerca del Charco del Lobo

    Un poco más de camino y ahora a la izquierda hasta la base de la sierra, muy cerca del Charco del Lobo, desde donde Manuel corta por lo sano para iniciar la subida hasta la cuerda de los Búhos por la que pretendemos ir conquistando sus picos.  

    Impresionante vista de la Sierra de los Búhos.

    Abunda el esparto que será un buen auxiliar de agarre teniendo cuidado de no confundirse con el espino. Las sierras de AbenuzOntalafia y el Cangilón nos franquean a distancia y nos evocan otras conquistas anteriores.

    Estamos cerca de aldeas como El Carrascal y los Cerrones

    Subimos el primer Buhito, 886 m, cuya cara a la hombría está intratable, por lo que andamos un poco más por su cara soleada, ante el espectáculo acrobático de un cernícalo y buscamos refugio natural para comer.

    Manuel y Terto, tumbados al sol, de manga corta, durante un descanso.

    Sacamos los menesteres y por fin se despeja la duda de si en la mochila de Manu había vino, ¡cómo no!, porque alguna portadora no había cerrado bien su cantimplora y se desangró por el camino. Los revueltos de tortilla resultan predominantes, aunque un salmón marinado recibió las excelencias de los comensales.  

    El recorrido, en picos, nos lleva a hasta los 750 metros para reiniciar la subida a los 880 metros

    El baño de sol y el tinto joven alperino sacan los colores a los presentes, ¡bien comido y bien bebido…!.¿Es que no estáis bien? Salimos pitando por una escarpada rocalla para empezar a bajar hasta los 750 metros y reiniciar la subida a los 880 metros, siguiente pico.

    A 927 metros nos observa una oveja

    Y tras un resuello hidratante, acometemos la cota de la etapa, de 927 metros, que nos muestra su extraño punto geodésico desde hace rato, y como si fuera cambiando según se mira, como si de una gestal se tratara, se va transformando en una oveja que no deja de espiarnos, ¡la oveja geodésica! Solo desaparece cuando ya casi estamos arriba y la vemos como una loca bajando la montaña.  

    Esta cumbre resulta ser un gran yacimiento del bronce, con numerosos restos de arcilla, piedras amontonadas y pequeñas simas o refugios y el auténtico pico está apenas 100 metros a la derecha por una fina cresta de roca. Culminado el Gran Búho, buscamos acomodo para él te de las 5 y pico, acompañado con un trozo de bizcocho de calabaza que arranca estupendos comentarios.  

    Nos enfrentamos a 13,2 kilómetros, con 515 metros de ascenso y 445 de descenso

    Al fondo la silueta del Castillo de las Peñas, el Picayo y la sierra de San Juan con sus molinetas parpadeantes bajo las cuales se estira Pozohondo. Momento de confidencias de cómo han ido las fuerzas en este último tramo, que ya presagiaba flacas el padre de una de nosotras, antiguo aparejador de Tobarra.  

    Descenso de la Sierra de los Búhos.

    Algo de vértigo

    Y aquí está, con un poco de vértigo, pero tomando el té. Y el recuento de picos, un par de ellos no podremos subir, y la oveja geodésica que ahora resultan ser tres, en diferentes zonas de la sierra.

    Sin mucho detenimiento, ¿es que no estáis bien?, buscamos una bajada que se preste, en ocasiones arrastrando las posaderas, para llegar al camino que seguiremos hasta al punto de partida, gozando de una puesta de sol de gran riqueza cromática y un hilillo de luna mora en el horizonte que irá cogiendo fuerza y alumbrándonos en el último tramo.  

    El equipo de andarines con Amparo.

    Y lo conseguimos, aunque tío y sobrina hayan tenido que hacer una cordada de resistencia. Por la carretera de la Nava nos topamos con las luminarias de Santa Lucía, que terminaremos saltando en la puerta del Candil de Pozohondo, cuya especialidad ha sido sardinas asadas, aunque nosotros habíamos optado por el forro a la brasa de Amparo y sus aceitunas amargas. 

    Disfrutando de la hoguera.

    El nene nos informa que hemos hecho 13,2 km, con 515 m de ascenso y 445 de descenso, en una ruta de 5,07 horas por la Sierra de los Búhos.

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