• ¿Culpa a las flores de su alergia?

    El conservador del Jardín Botánico indulta a las flores de los ataques de alergia en este interesante artículo

    El Autor

    Dr. Alejandro Santiago González

    Conservador del Jardín Botánico de Castilla-La Mancha

    www.jardinbotanico-clm.com 

    Hoy no comentaré en estas líneas las virtudes de ninguna planta medicinal. Muy al contrario, he pensado que quizás sería de interés dar la bienvenida a la primavera con un tema vegetal que sin duda quita el sueño a más de un paciente. Esto es, ni más ni menos que las alergias al polen.

    El conservador del Jardín Botánico indulta a las flores de los ataques de alergia en este interesante artículo

    Quizás sea el tema de la alergia el más recurrente en las conversaciones primaverales junto con las circunstancias ligadas a los avatares climáticos. Tanto es así, que es prácticamente imposible pasar el día sin escuchar: “Madre mía, sniffff, estoy fatal con la alergia” y que la respuesta sea” y además este año como no llueve…”.

    Que al final, promovido por un picor de ojos insoportable y una rinitis alérgica que hace gotear las narices afectadas cual grifo descontrolado, hacen caer en una de las mayores injusticias frente al mundo vegetal que, sea de palabra o sea de pensamiento, se resume con la frase “me*** en las *** flores” (rellene usted los puntos suspensivos con los epítetos abruptos que mejor describan esa sensación de odio profundo).

    Digo injusticia e intentaré demostrar aquí por qué las pobres flores, o al menos aquellas más patentes, no son las culpables de nuestro sufrimiento.

    Consecuencia de la ‘estupidez’

    De todos es sabido que las alergias no son más que la respuesta inmunitaria de nuestro cuerpo a agentes que no son en absoluto patógenos. Son consecuencia de la “estupidez” de un sistema inmunológico que no sabe qué hacer con las defensas destinadas a cubrir el ataque de parásitos que hoy en día no se encuentran entre nuestros enemigos más probables.

    El conservador del Jardín Botánico indulta a las flores de los ataques de alergia en este interesante artículo

    Siendo así, estas defensas desentrenadas y sin ocupación aparente se empeñan en buscar enemigos donde no los hay y en identificar como patógenos o parásitos los simples pólenes que flotan en el aire. Es precisamente esta respuesta inmune, la que desencadena los más incómodos síntomas que pueden conllevar consecuencias indeseadas y en algunos casos, muy graves. Dichos síntomas se incrementan en momentos en los que la humedad ambiental por falta de lluvias es muy baja y el viento aumenta incrementando, por lo tanto, la concentración de estos pólenes voladores exponencialmente.

    Anemocoria

    Dicho lo anterior, parece lógico que pongamos como condición precisa que los pólenes efectivamente consigan flotar en el aire para así poder llegar a nuestros receptores nasales o depositarse en nuestros maltrechos párpados.

    Pues bien, esto solo es posible con pólenes muy pequeños procedentes de especies vegetales cuyo principal vector para la polinización sea el viento, lo que en biología se llama anemocoria.

    Su polen vuela con insecto

    En el caso de las flores, su propia estructura está diseñada para atraer insectos. Necesitan de éstos para que su polen viaje de un sitio a otro. Por tanto, es mucho mayor y pesado que el simplemente transportado por el viento. Es por esta razón por la que podemos asegurar que, aunque las flores grandes, por ser más llamativas, puedan ser sospechosas habituales y el objeto de nuestro odio, no son las culpables de este crimen. Su polen es demasiado pesado para flotar en el aire. Precisa de lo que se denomina entomocoria o transporte por insectos.

    Cuanto más grandes, más inocentes

    Por lo tanto y como fin a esta reflexión, podemos decir que en este caso las flores cuanto más grandes más han invertido en un órgano que atraiga a insectos polinizadores y por ello menos probabilidad tendremos de que sean las que originan nuestras alergias, pues sus pólenes no llegarán a nuestras fosas nasales a no ser que por accidente se nos cuele una pérfida abeja por ellas.

    El conservador del Jardín Botánico indulta a las flores de los ataques de alergia en este interesante artículo

    ‘Cosa de machos’

    Como consejo y colofón para esta columna, podría ser válida la idea de que cuanto más grande sea la flor menor probabilidad de que la especie en concreto nos dé alergia. Asimismo, como medida preventiva en aquellas especies de flor pequeña y polen volador, sería de interés la “feminización” de la jardinería, seleccionando solo aquel ejemplar hembra, puesto que el polen es exclusivamente, permítanme la broma, “cosa de machos”.

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