
Las suaves temperaturas de este invierno han acelerado la temporada de polinización de algunas plantas que ya empiezan a superar los niveles medios de concentración. Estos son los casos del polen de gramíneas, sobre todo, pero también del ciprés y del plátano. Sin embargo, lo más duro para los alérgicos está por venir, ya que será en el mes de mayo cuando coincidan en la atmósfera partículas del citado polen de gramíneas con las del olivo.
Según el doctor Enrique Martín, especialista en Alergología del Hospital de Villarrobledo, será entonces cuando aumente la demanda en las consultas de alergología. No obstante, asegura que todavía es pronto para aventurar si esta primavera será de intensidad moderada o fuerte. “Las condiciones meteorológicas que tengamos los próximos días determinarán el riesgo para los pacientes”.
Un tiempo seco, soleado, con altas temperaturas y mucho viento sería el peor escenario posible para aquellos que sufren alergia primaveral. Por contra, las lluvias se presentan como el mejor de los aliados porque limpian la atmósfera.
Los síntomas que los alérgicos suelen presentar en esta época del año son, sobre todo, problemas respiratorios, molestias y picor de nariz y ojos, con estornudos y lagrimeos.
El año pasado, el Hospital General de Villarrobledo atendió 2.422 consultas de pacientes con algunas de estas sintomatologías.
El facultativo aconseja a estos pacientes tomar unas sencillas medidas para atenuar estos molestos síntomas. Un buen consejo, además de seguir el tratamiento antihistamínico adecuado, es evitar ventilar la casa a primera hora de la mañana y a última de la tarde (a esas horas se registran los niveles más altos de polinización en el aire). Tampoco es aconsejable en esta época del año viajar con las ventanas del coche abiertas o hacer deporte al aire libre. Y si hay que salir a la calle, “mejor hacerlo con unas gafas de sol”.
Según el doctor Martín, otra opción que podría ayudar a mitigar estas molestias es recurrir a las vacunas alergénicas. Es decir, administrar al paciente pequeñas partículas del polen o la sustancia que su organismo rechaza para que éste acabe tolerándolo. Hay que recordar que las vacunas pueden ser administradas en cualquier época del año, aunque lo ideal es hacerlo al final del verano o principio del otoño.