• Imaginen: ciega, claustrofóbica y confinada

    El Autor

    Alfonso López 

    Ex locutor de RNE

    Buzón del lector

    Esta pandemia nos va a matar, si no de una forma, de otra. Que cada persona es un mundo, está claro. Pero hay casos y casos. Esta no es una historia inventada, es real y muy cercana. Imagínense ustedes una persona que sufre de depresión, es claustrofóbica y para más INRI ciega.

    Alfonso López confinamiento
    Imagen de archivo.

    El permiso

    Cuando pasaron las primeras dos semanas ya le asfixiaba el encierro, llama a su psiquiatra y le dicen que no hay consultas y le remiten a un teléfono de urgencias psiquiátricas al que llamó y ¡Eureka! Feliz casualidad estaba su psiquiatra que la conoce bien desde hace más de 10 años, y, claro, trató de calmarla.

    Sobre expedir un documento que pudiera permitirle salir unos minutos a la calle cuando se sienta mal, le dijo su doctora que el lunes tendrían una reunión los psiquiatras con alguien de más alto rango para explicarle este tipo de problemáticas, que tras la reunión la llamaría.

    Efectivamente, el lunes siguiente (30 de marzo) la llamó y le dijo … Lo siento: no hemos conseguido nada.

    ¿Tienen corazón?

    Ha pasado un mes. No he de explicar cómo es esta la situación, como están los ánimos, unas veces hay que bajarla del techo y otras recogerla del suelo con una pala. Y ahora yo me pregunto. Esas personas que deciden por encima de los psiquiatras ¿tienen entendederas? ¿Tienen sentimientos? ¿Tienen lógica? ¿Tienen corazón? ¿Saben el problema que están creando a este tipo de enfermos? Y si un día su cabeza no les rige correctamente y se tiran desde una azotea ¿qué? Seguro que su tranquilidad sería que no fue infectada de coronavirus y no aumentaba la cifra.

    Mi pregunta: ¿no sería factible una autorización para que cuando se sientan mal puedan dar simplemente una vuelta a la manzana?, vamos, quitarse la sensación de encierro acentuado por su ceguera. Estamos hablando de una persona con el 85% de discapacidad reconocida. Y mi conclusión final, ¿un perro tiene más derecho y necesidad de pisar la calle que una persona enferma?

    Ahí lo dejo.

    P.D. Me encantaría saber quién es esa persona que ha tenido en su mano el decidir si se da o no autorización, no por nada, o quizás sí, para en un futuro poder decirle a la cara un par de cosicas.

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