Artículo de la sexóloga Pilar Soria con el testimonio de Elena García y la poesía de Sara Monsalve
A propósito de la exposición fotográfica sobre alopecia femenina de Valentina Luna Pláate, promovida por la Asociación Sexológica de Castilla la Mancha (Asexoraté), hemos considerado oportuno reivindicar la diversidad y las diferencias en cuanto a la belleza se refiere, incidiendo más en el cuerpo de la mujer por la presión social a la que está sometido.
Sexo, Sexualidad, Erótica y Amatoria
A lo largo de la vida, nos vamos haciendo, sexuando de forma diferente, por tanto la manera de sentirnos y expresarnos cambia a lo largo de nuestra biografía. Hablamos del Hecho Sexual Humano, fundamentándonos en sus cuatros registros: Sexo, Sexualidad, Erótica y Amatoria. El cuerpo se va modificando, bien por los procesos evolutivos o por las cicatrices que la vida nos deja en la piel, pero es la sociedad en la que vivimos y la manera de entender los parámetros de belleza impuestos quien nos dice cómo hemos de sentirnos ante esos cambios.
Históricamente, la dignidad de la mujer ha dependido de una apariencia que satisfaga lo socialmente permitido, aunque esos valores culturales, con frecuencia, transmitan representaciones contradictorias de lo que significa la feminidad en cualquier sociedad.
Las portadas de las revistas, el cine, los programas de televisión, las vallas publicitarias, etc. presentan imágenes que no reflejan la gran diversidad de cuerpos que existen. Las industrias de belleza dependen de la venta de sus artículos, lo logran mediante anuncios manipuladores y contagiosos que presentan mujeres “hermosas” jugando con las inseguridades y temores de imperfección que podamos tener.
El problema estriba en el hecho de que la definición ideal de “verse bien” es tan limitada que muy pocas mujeres sienten que pueden alcanzarlo; la mayoría de los productos se publican exhibiendo mujeres en cuerpos sin marcas de la vida. Por tanto, para aquellas que son diferentes del canon establecido las presiones son mucho mas intensas, porque no se conciben integradas dentro de los códigos de belleza normativa.
Desde Asexorate reivindicamos el respeto por la diferencia. Pretendemos que se nos quiera bien, anhelamos que llegue el día en el que hablar de diversidad sea real, no solo del concepto políticamente correcto desde el que se teoriza, sino que de verdad esté integrado en la mirada social.
Concluimos con el testimonio de Elena García que aporta credibilidad a lo escrito y la poesía de Sara Monsalve sintetizando de manera bella la esencia de nuestra reivindicación.
Testimonio
¿Sólo he perdido el pelo?
Mi identidad se ha ido con él
“Sentir que tu reflejo, tu rostro, no te pertenecen, no lo reconoces, no es con el que siempre te has relacionado, has vivido, has sentido, has sufrido y sobre todo has disfrutado. Ahora es diferente, es como una foto sin marco, como una imagen sin expresión; así sientes ver tu cara, tu carta de presentación, sin cabello, sin cejas, sin pestañas, sin los rasgos estéticos que integrabas en tu ser. Te duele perder el pelo, pero… ¿sólo he perdido el pelo? Mi identidad se ha ido con él.
Así lo sentí y lo creí, tener que volver a definirme, conocerme y aceptarme con mi nueva imagen, pero ¿todo nuestro ser depende de nuestro aspecto físico, de la forma o apariencia que tenga mi cuerpo? Y es aquí donde entró la Sexología, como ciencia que me aportó herramientas para ampliar mi mirada hacia mi interior y ver , sentir y expresar que mi identidad no es mi reflejo, no es tan frágil cómo para desvanecerse por un cambio físico, es algo mucho más profundo, son mis vivencias las que me han construido y tocaba volver a reconocerlas para expresarme con coherencia ante el mundo con mi identidad más fortalecida por mi nueva “cicatriz”, al fin y al cabo somos el producto de nuestra experiencia vivida y sentida, no del constructo cultural de género que nos dice qué debemos ser”
Elena García
Perdóname, cuerpo
Perdóname cuerpo por el daño que te hice como mujer
al intentar cambiarte.
Perdóname cuerpo por toda el hambre que te hice pasar,
por la repulsión al tocarte y las veces que dejé de verte
en el espejo.
Perdóname por todas las veces que te he culpado de todos
mis males, te he castigado, y he dejado de salir a ver
el mundo por miedo a que el mundo me mirase a mí.
Perdóname por las comparaciones físicas, por las
restricciones abusivas contra mí misma.
Perdóname cuerpo por todo el odio,
por lo torturado, porque mi ansiedad ha sido tu látigo,
mi mente ha sido tu cárcel, y mis lágrimas han sido
tu baño diario.
Perdóname por odiarte, por odiarme,
por ser mi debilidad más grande
y a su vez haberte convertido en su fortaleza.
Con el paso de los años he aprendido a quererte,
a mimarte, a dedicarte tiempo, a darme cuenta de que
vivimos en una sociedad en la que a las mujeres
durante décadas nos han exigido unos cuerpos perfectos
que en realidad ni existen.
Son todos nuestros pechos diferentes,
nuestras cinturas,
nuestros muslos y piernas,
nuestros tobillos más grandes o delgados,
son nuestros rostros, sus manchas, sus arrugas,
el pelo o su caída son el envoltorio de nuestras vidas
lo que hay dentro es nuestra historia, la que nos ha marcado
la que nos ha gritado basta, basta de dejar que nos laven
el cerebro para que sigamos odiando nuestros cuerpos.
Caigamos en la cuenta
de que las diferencias
nos hacen únicas e inigualables.
Normalicemos la belleza natural
a través de nuestros ojos.
Cuídate para quererte
no para que te quieran.
Sara Monsalve