• Entre el Arabilejo y la Laguna de Pétrola

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia

    Asociación senderista Sosquil

    Iniciamos la nueva programación sosquilera con esta propuesta doble, montaña mágica y laguna salada, Arabilejo y Pétrola, Yecla y Albacete. Casi 18 kilómetros, con una baja dificultad, ya que no subimos al pico del Arabí (1065 m), para no molestar a las aves en su reserva (es posible entre julio y octubre). Finalmente, acudimos 43 andarines, añejos y nuevas reservas que se están probando. Y algunos otros que se terminan perdiendo y se reorganizan en otros lares.

    Iniciamos la nueva programación sosquilera con esta propuesta doble, montaña mágica y laguna salada, Arabilejo y Pétrola.

    En el Arabí iniciamos la ruta los cafeteros y no cafeteros. Paisajes singulares se presentan ante nosotros. La piedra caliza y la erosión se han aunado conformando un bonito cuadro, con losas, abrigos, colores, panales y mocárabes. Montaña mágica, montaña yuyu, poblada de leyendas (barranco de los muertos, ovnis, energías, tesoros…).

    De entrada, al Mirador de la Puerta de la Iglesia para situarnos contextualmente, a mitad de camino entre Yecla y Montealegre. Cadenas montañosas y valles donde proliferan viñas, árboles y tierras de labor. Muchas molinetas por doquier nos hacen señales con sus brazos, hipnotizándonos. Menos mal que al poco, en la Cueva de la Horadada, nuevas energías y reverberaciones nos activan. La silaba sagrada, apenas pronunciada, se reserva para otro momento. Sonrisas y admiración se palpan en el ambiente. Hay gente que tarda en salir de su interior, en tanto otras ya suben las escaleras del abrigo de Cantos de la Visera, donde las pinturas rupestres del arte levantino (X-V siglos a.c) nos esperan para mejor ocasión.

    Iniciamos la nueva programación sosquilera con esta propuesta doble, montaña mágica y laguna salada, Arabilejo y Pétrola.

    Tras la reunificación en el nuevo mirador, vamos en busca de la Piedra de José Ángel (rebautizada) y de los petroglifos y cazoletas en la base del Arabilejo (yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce). Pero antes, los del no café reclaman para acallar las mariposas de sus estómagos. La bota de Jacinto padre, se pasea entre los comensales de las manos de Loli, ya en forma. ¡Hontoria, Hontoria, por qué me has abandonado! El blanco del matadero de Maite y las galletas de jengibre de Carmen, también se socializan.

    Repuestos, entre espartos y losas, ascendemos a la morra del Arabilejo (915 m), pequeña fortaleza con una amplia planicie considerada como parte del arte esquemático, donde piquetearon nuestros antepasados una red de cazoletas unidas por estrechos canalillos, posiblemente, para recoger agua de lluvia.

    De regreso al punto de partida, solo algunos reconocen la piedra del dinosaurio, que formará parte de la expedición a la cima del Arabí, además de la Cueva del Tesoro, la Casa del Guarda y las pinturas rupestres. Cuando se pueda.

    Pétrola

    Cambiamos rumbo y destino: Pétrola. Por los caminos interiores de Fuenteálamo y las Anorias, entre aldeas derruidas y muchas viñas, llegamos a la Reserva Natural de La Laguna Salada de Pétrola. El viento y el frío se intensifican. Iniciamos la ruta circular con la visita al observatorio de las no aves. Un lugar que merece la pena visitar cuando los flamencos nadan por aquí. Algunos senderistas ya tienen bastante y se retiran a sus reservas gastronómicas. El resto seguimos nuestro paseo dominguero, hoy nos lo hemos tomado con relajo, estamos empezando la temporada.

    Después de la isleta, donde anidarán los flamencos, nos instalamos entre abrigos y piedras para carasolear la comida. Y seguimos la marcha en los dominios de La Galiana, una señorona aldea que parece reinar en estos parajes.

    A su derecha, tres morras, la primera que subimos casi todos para divisar el entorno y las otras dos sólo exploradas por el padre de Alberto, en tanto el resto nos aproximamos a un altillo de la laguna, donde permanecen algunos grupos de aves blancas. Un pino doncel es la propuesta final de Quintanilla, abrazado entre tres y admirado por todos. Ya sólo resta cerrar el círculo para el botellón que Paquito nos ha preparado. Y con poco ruido, para no molestar a las aves, cada mochuelo vamos saliendo para nuestro olivo.

    Una ruta diferente. Hermosa. Y relajada. Como sus gentes.

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