• Como caminar es salud, afrontamos el Arabinejo

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen el pico del Arabinejo para alcanzar la ración de ejercicio semanal

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia

    Profesor de Psicología de la Salud en la Facultad de Enfermería

    Mientras tomamos un cafetito en El Chato, Manu me cuenta el perfil de la ruta, con subidas y bajadas suaves y, como ya nos conocemos, preveo sorpresas. Para ir haciéndonos a la idea, aparcamos junto a la Cruz del Humilladero, frente a la ermita de la Consolación. Y como en las últimas rutas, nos espera nuestro banco para pertrecharnos. Y sin cobrarnos comisión. Hoy el tiempo está revuelto, hace mucho aire y se prevén lluvias. Manu se calza hasta las polainas. Yo me abrigo bien y me pongo el cortaviento.

    Arabinejo

    Empezamos a andar en dirección a Casa Pedro López, en el llano de la Consolación, y desde ahí continuamos por el camino de Ortún, buscando una mina abandonada.

    El airazo es extraordinario, se resiste a nuestro avance como si de las huestes opositoras a que descubramos la mina se tratara. Tenemos que emplearnos afondo, pero vamos conquistando paso a paso, palmo a palmo. El contexto es de viña de las que obtenemos nuestra ración, almendro, algo de olivo, mucha en el suelo por los aires y picada por la mosca, monte bajo y abundante esparto y chaparros.

    De cuando en cuando algún pino. La contemplación de la mina nos sorprende, tanto por el volumen de extracción de bloques de mármol como por las maquinarias abandonadas, que nos da la impresión de estar en una película donde los marcianos podrían presentarse en cualquier momento.

    Arabinejo
    Paisaje desde el Arabinejo.

    Desde aquí seguimos campo a través al primer pico de la ruta, 998 m, que nos ofrece la que será la imagen del día, una pareja de búhos reales que salta de la pared de piedra, donde posiblemente tienen su observatorio, al este, soleado y al abrigo. Planean por encima de nosotros, muy bajito. Nos quedamos embobados, como si no fuera posible y no intentamos fotografiarlos, como si no quisiéramos perdernos nada. Llevamos la imagen en nuestras retinas.

    Con mucho cuidado por que sopla fuerte y las piedras están resbaladizas, subimos a lo más alto, rocoso, y tras la observación de Monte Alegre y los montes que lo circundan, Mont Pichel, Amarejo, Chinar, Mugrón, vamos descendiendo entre piedras y esparto y encontramos restos de arcilla que nos hablan de un antiguo poblado del bronce o ibero. Recordemos que estamos en el corredor ibero de Almansa. Llegamos al camino que bordea la loma del Arabinejo, paralelo a un arroyo, y de tanto en tanto refulgen algunas setas que amablemente vamos recolectando.

    Subimos al pico Arabinejo donde está el punto geodésico

    Arabinejo
    Alcanzar el Arabinejo no es sencillo.

    Ya, loma arriba, espoleados por el aire y los chaparros, subimos al pico Arabinejo donde está el punto geodésico, 1014 m. En un descuido, al rodar una piedra, tomo tierra y me doy un esportazo en tres tiempos, rodillas, codo, mano, pero como si nada hubiera pasado me levanto dignamente ayudado por Manu, y seguimos hasta culminar. Aferrados al pilar nos ensimismamos con la paleta de coplores que el valle y las nubes y claros nos presentan, blancos, azules y lilas de las montañas lejanas y cielos, verdes claros de sembrados, oscuros de monte bajo y olivares, intensos de chaparros, pálidos de barbechos y almendros, amarillentos de rastrojos, y marrones, rojizos y ocres de viñas, terrenos baldíos y barbechos.

    Y pasamos revista a los picos. En la bajada, al abrigo de los chaparros y sentados en matas de esparto muy abundante en estas lomas, tomamos algo de fruta, un trocito de bizcocho de calabaza y un té. Frente a nosotros el gran Arabí, montañas de Caudete y Yecla, el Carche, Fortaleza, Cenajo, Cerrón, y detrás las Dos Hermanas.

    Sierra de Cueva Alta

    Y a nuestra derecha, muy cerca, la Sierra de Cueva Alta, muy peculiar por tener como en una caldera varios picos alrededor de los 950 m, uno de los cuales, Los Huesos, nos gustaría descubrir el por qué. Y haciendo honor al vecino, encontramos unos restos de águila, cuyo cráneo y garra viajarán con nosotros. Ahora a la izquierda por un collado bajamos hasta la Casa de Santa Ignacia que aún muestra un bonito palomar, un lavadero muy coqueto y los restos de una bodega en donde hay un serón en buen estado. Seguimos por el camino de Mari Jimeno y entre viñas vamos dejando atrás aldeas derruidas. E inicio un poco de meditación caminando.

    Arabinejo

    Los bastones de marcha nórdica que utilizo se acompasan al movimiento de mis brazos y piernas. La correa de la empuñadura acoplada a mi dedo gordo y a mi muñeca permite que mi mano cogida a la empuñadura se abra al avanzar el brazo arrastrando el bastón, para volver a agarrarlo y clavarlo impulsandome, en tanto que mi pie y pierna avanzan desde atrás. Y así, como un compás cuatro por cuatro, al ritmo que marca mi respiración y con la columna vertebral recta, reparto el esfuerzo para el movimiento entre mis brazos y piernas.

    De vez en cuando mi compañero corre un poco para pillarme. Y junto con mi conciencia corporal estoy atento a la información del exterior, una miscelánea sensorial me mantiene en un estado de flujo, correteo de nubes, luces y sombras, chispetas de agua, sonidos de aire, dulzor de uva, pisar en variados suelos, olor de campo, florecillas de colores, canto de perdiz, aleteo de totovía, ladridos lejanos, cucaracha aceitera, boca de conejera, tierra cernida en el hormiguero, calor en el cuerpo, frescor en la cara, tensión en un codo, ruidos internos. Y un arco iris que con un pie en el Chinar y el otro en el Mugrón cobija al Monte Alegre. 

    Cuatro horas para 14 kilómetros y un desnivel de 450 metros

    Arabinejo

    Corren las nubes

    Chispitas de agua

    Reclamo de perdiz

    El Chato

    El ruido de motor me saca del flujo y anuncia la cercanía del destino. Nuevamente pasamos por Casa de Pedro López para buscar un poco más adelante una necrópolis ibérica, que debe de estar tapada, en la cercanía de una balsa de agua.

    En la búsqueda, nos metemos en un rastrojo regado con purines recientemente, arrepintiéndonos de corazón. Ya recompuestos, volvemos al Chato para tomarnos las setas encontradas de aperitivo y degustar el plato del día, ambos sopa de menudillos y manitas en salsa. El vino de la tierra, tinto cencibel y garnacha. Y un café. ¡Sin palabras! Hemos andado 4 horas, con un recorrido de casi 14 kilómetros y un desnivel de 450 metros. ¡Vayamos jubilosos!

    Aquí puede consultar las rutas senderistas de Rigoberto López y Manuel Martínez

    2 comentarios

    1. Qué bien escrito. Es casi como si hubieramos estado allí, disfrutando contigo de la Naturaleza. Algún día te pediré que me dejes acompañaros. Abrazos!

    2. A 500 kilómetros de distancia ha sido como estar un ratico por los montes de mi pueblo, Montealegre del Castillo. Gracias.

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