• Primaria: una bomba de relojería

    El Autor

    Antonio González Cabrera

    Médico de Familia

    Ejercer mucho tiempo la medicina en un mismo lugar, tiene el inconveniente de que el profesional puede acomodarse a sus conocimientos adquiridos, y pensar que ya no necesita formación continuada, al estar cada día, ante los mismos pacientes con los mismos problemas. Pero esta profesión requiere estar siempre actualizando conocimientos y a hacerlo ayuda saber, que lo maravilloso de aprender es que nadie nos arrebatará lo aprendido, y que aprender nos enriquece. Es más una obligación por los pacientes que por tí.

    Artículo de opinión de un médico de pueblo, que lleva más de cuatro décadas a pie de consulta, sobre la situación de la Atención Primaria.

    Tener el mismo médico funciona

    Como positivo de esa continuidad está, que te permite conocer mejor a los pacientes y solucionar problemas de salud, que no requieren de tratamiento farmacológico, sino que su curan al hablar contigo porque los escuchas. Además, conlleva menos peticiones de exploraciones complementarias para un diagnóstico, menos derivaciones a otros especialistas, y que el paciente quiere tu opinión sobre cualquier informe de especializada antes de seguir el tratamiento pautado.

    El hecho de ser su mismo facultativo muchos años, te conviertes en la primera referencia del paciente y te permite abordar de una manera más integral sus problemas de salud. Esa continuidad asistencial, que ahora denominamos longitudinalidad, es fundamental, y hay estudios que demuestran que tener el mismo médico, disminuye el uso de los servicios de urgencia por los pacientes, sus hospitalizaciones y su mortalidad, y además lo hace proporcionalmente a los años de continuidad asistencial que tiene con ellos.

    La falta de estabilidad en tu puesto de trabajo no solo es perjudicial para el sanitario, por su inseguridad laboral, sino que es mucho más negativa para la salud de los pacientes. Quizás por eso, cada vez me resulta más incomprensible que no se aborde de una vez por todas desde las diferentes consejerías de sanidad, la situación de inestabilidad e inseguridad laboral que soporta el colectivo sanitario. Todo se reduce a una petición: deben dignificar nuestra profesión.

    No es sólo un problema de falta de médicos

    Parece que todos los problemas sanitarios se resumen en que faltan médicos, y que es la causa fundamental de la sobrecarga del sistema sanitario, que se manifiesta en listas de espera, urgencias atascadas o intervenciones que se demoran. Pero en realidad la causa es que no se ha abordado un cambio del modelo asistencial adecuado a 2023. Nuestro modelo tiene muchas cosas buenas, pero otras deben cambiarse de raíz.

    Hay que invertir en educación y prevención

    Ya sabemos que es la gran obra arquitectónica hospitalaria la que reporta más votos, pero si se quiere disminuir la carga de nuestro sistema sanitario que hoy no previene la enfermedad, sino que está obligado a atenderla, toca volver a la casilla de salida de la Ley de Bases de Sanidad e invertir en educación sanitaria y en prevención. Solo así se podrán acortar los procesos antes de que requieran hospitalización, y lograrlo pasa por invertir en capital humano, priorizando eso sobre las macro obras hospitalarias. Si primaria atiende pronto, el pronóstico mejora y la presión hospitalaria disminuye.

    Nos empujan a un seguro privado

    Y además invertir desde el sector público, porque educar en salud y prevención no es rentable a corto plazo, y eso no se hará desde la privada. De no hacerse pronto, estaremos condenando a la sociedad española a tener dos clases de pacientes: ricos y pobres. Todos los procesos asistenciales largos y costosos acaban siendo atendidos desde lo público. Por eso es fundamental que, a la puerta de entrada al sistema, que es la Atención Primaria, tenga fácil acceso toda la población, no solo unos pocos porque no puedan costearse una asistencia privada. Basta una mirada a los medios de comunicación para darnos cuenta de que nos empujan a hacernos un seguro privado, con anuncios, que ofertan el cielo por pocos euros. Si se quiere luchar contra la desigualdad, este es un primer terreno donde hacerlo.

    Lo primero es reconocer que tenemos un problema

    Dicen que, para solventar un problema, lo primero es reconocer que existe ese problema. Todos los gobiernos autonómicos y el central, deben admitir que nuestra sanidad está en situación crítica, que no de urgencias, sino de cuidados intensivos. No pueden limitarse a mirar desde cada Autonomía a la Moncloa esperando que llueva el maná.

    Responsables, para lo bueno y lo malo

    Las CCAA son las responsables constitucionalmente de las competencias sanitarias, para lo bueno y lo malo que le ocurra a nuestro sistema de salud. Tenemos un sistema sanitario muy bueno, pero con una gestión política que se demuestra más preocupada por otros asuntos, antes que por este aunque sea fundamental para todos los ciudadanos. Parecen empeñados en convencernos de que los servicios públicos debemos defenderlos sus usuarios, y no esperar a que lo hagan sus gestores.

    Deterioro exponencial

    Dicen que somos un país singular, y en ocasiones lo parece. Hemos sido capaces de pasar de la implantación de una estupenda Atención Primaria, basada en la prevención y la promoción de la salud a partir de la Ley de Bases de Sanidad, al deterioro exponencial que esa atención primaria está sufriendo hoy. Los aplausos de no hace tanto tiempo, no han tenido reflejo presupuestario ni en manifiesta voluntad política de poner soluciones. Es cierto que estamos ante un problema general de todas las CCAA, pero en algunas es mucho mayor que en otras, aunque interesadamente se quiera incluir a todas en el mismo paquete, para trasladar toda la responsabilidad al gobierno central. Somos expertos en culpar al otro, pero que cada palo aguante su vela.

    Sin los cimientos, cae todo

    La Atención Primaria somos los cimientos del sistema, y si esta se hunde, se viene abajo todo el edificio. Si los pacientes llevan meses en largas listas de espera para una cita, y los profesionales denuncian una sobrecarga asistencial que impide una atención óptima, por algún lugar ha de romperse este círculo vicioso, que conduce al desastre asistencial. Es como jugar con fichas de dominó. Si atención primaria no puede atender el problema, se recurre a los puntos de atención de 24 horas, las urgencias se colapsan. Y no solo eso, porque si primaria no funciona, a las demás especialidades los pacientes llegan tarde, mal o nunca. Las urgencias desbordadas suponen pacientes en pasillos, el retraso en acceder a exploraciones imprescindibles para un diagnóstico puede suponer un retraso diagnostico que sería evitable, pero el desbloqueo de todo está en la atención primaria.

    ¿Siete de cada diez deben esperar?

    Un sistema asistencial que se precie no puede admitir que siete de cada diez personas que precisen asistencia médica, tengan que esperar más de dos días para tener una cita en primaria y uno de cada cuatro, más de una semana. No lo afirmo yo sino un informe de hace dos meses del INE. Eso provoca una sobre demanda en urgencias, lo que conlleva no poder trabajar en esos servicios con la calidad que sería aconsejable, lo que les obliga a priorizar a los pacientes según la gravedad, y a su vez, es la propia sobre demanda la que lo dificulta.

    Más urgencias hospitalarias no es la solución

    Más urgencias hospitalarias no es la solución. Aunque también se debe señalar, que no se debería acudir a urgencias con un problema banal que se padece desde hace más de cuatro o cinco meses, como ahora ocurre. Educar sobre cuando demandar servicios de urgencia sigue siendo una asignatura pendiente, pero eso no puede convertir a los ciudadanos en los culpables de esta situación, como algunos responsables han afirmado.

    Llevamos años denunciando que la inversión actual en Atención Primaria es insuficiente. Se hacía antes del COVID-19 y la pandemia ha sido la gota que colmó el vaso, y puso a la luz las miserias y carencias del sistema. La OMS recomienda dedicarle el 25% del presupuesto sanitario. Ninguna Comunidad autónoma llega al 18% y alguna poco más del 10%. A pesar de ese dato, nuestro sistema sigue siendo más eficiente que muchos y tiene una tasa de mortalidad evitable mucho más favorable que la mayoría de los países.

    La prevención peligra

    Pero eso ha sido fundamentalmente por la tarea de prevención (vacunaciones, cribados de cáncer de mama, de colon, de cervix, etc.) que se ha hecho desde Atención Primaria. No pudimos hacerla en tiempos de pandemia, y ahora no vamos a poder realizarla adecuadamente en las actuales circunstancias de sobrecarga asistencial. Si hay reivindicaciones es para mantener la calidad asistencial.

    A los profesionales está situación nos está llevando a tener que salir a la calle. Hemos dicho basta. Queremos una sanidad pública de calidad, en la que trabajemos en condiciones dignas, con una jornada laboral de 35 horas semanales, menos temporalidad y tiempo para atender a nuestros pacientes, todo lo contrario, a la situación de precariedad actual.

    La última oportunidad

    Estamos posiblemente ante la última oportunidad para reflotar un modelo público de sanidad, para lo que deben plantearse reformas profundas, que no esté basado exclusivamente en criterios economicistas y empresariales. Debe destinarse el 25% del presupuesto sanitario a la atención primaria. No es de recibo que una Comunidad Autónoma priorice en sus presupuestos que asociaciones, fundaciones o la Iglesia, reciban dinero público por atender un paciente de la sanidad pública a un centro concertado o privado, en lugar de dedicar esos recursos a mejorar los servicios públicos. Es una forma de permitir o fomentar la parasitación de lo público.

    La propia OMS califica la situación de bomba de relojería. Los profesionales sanitarios nos sentimos infravalorados y con una sobrecarga de trabajo insoportable. Mientras, sin embargo, el sistema se mantiene gracias al sobresfuerzo de sus profesionales, que todo apunta a que se va a acabar.

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