• La salud entre mapas (rurales) y territorios

    El Autor

    Carlos Llano Gómez

    Residente de Medicina Familiar y Comunitaria

    Algunos árboles de hojas verde oscuro interrumpen la extensión geométrica y relajada que flanquea la carretera N-322. Es una mañana fría, borrosa por el exceso de agua difuminada en el horizonte. Aún es temprano, pero las llanuras y colinas ya completan su exhaustivo repaso diario al arco cromático de la temporada. La época del año permite descubrir los primeros cultivos y frutos. El paisaje empuja las líneas descoloridas que mantienen difícilmente el equilibrio sobre el asfalto. El sol elige una piedra desde la que salir.

    En el bar que hay justo en el cénit de la plaza toman café y fuman cigarrillos hombres que ocupan todas las aristas de la pirámide poblacional. Algunos llevan el uniforme laboral; otros solamente visten con lo que deja el paso del tiempo. Los coches se amontonan: hoy es jueves, el único día de la semana que se extraen analíticas en el pequeño consultorio médico local. En el ambiente se respira esa sensación de inquietud que acompaña a la posibilidad de enfermar. Se escuchan persianas subir, ventanas abrirse, vehículos arrancar, pájaros cantar, conversaciones, motores, adoquines. En esta tierra se tiene muy bien aprendido eso de amanecer.

    Midiendo tiempos a todas horas

    Conocemos por experiencia propia que existen segundos y minutos de duración variable. Hay –sabemos- años que duran décadas, y lustros que pasan en días. Con frecuencia, la mayoría de guías de recomendaciones clínicas ante determinados problemas de salud ponen plazos a las actuaciones dirigidas a abordar ciertas enfermedades. Se establecen, además, clasificaciones que gradúan la certeza de las afirmaciones y negaciones que describen sus textos.

    Minutos, días, semanas y meses

    Cuando un profesional sanitario consulta estas guías, puede ver con exquisito detalle los minutos, días, semanas y meses que deben limitar la demora de sus intervenciones: no han de pasar más de 10 minutos para realizar un electrocardiograma ante una persona con dolor sugestivo de isquemia miocárdica; no debes comenzar el tratamiento antibiótico para una infección de orina sin un cultivo previo; no hay que dejar más de seis semanas para controlar los niveles de hormonas tiroideas tras comenzar un tratamiento sustitutivo; no tienes que retardar más de dos horas la llegada de una persona con síntomas de ictus a un hospital.

    Las ventajas

    Al contrario de lo que puede parecer, disponer de analíticas una vez a la semana, colocado en su contexto adecuado, es algo que no se puede despreciar: en otros lugares, ni siquiera hay diariamente acceso al sistema sanitario, en general. En estos no-lugares, las personas tienen que recorrer, si pueden, decenas de kilómetros cuando presentan problemas de salud, a veces, vitales. Los segundos parecen algo más largos, así, en España.

    La densidad de población cada vez más baja

    En el periodo de 2011 a 2018, el 63% de los municipios españoles perdieron habitantes (1). La despoblación es un proceso activo generalizado que afecta a la mitad de las localidades con una densidad inferior a 12,5 habitantes/km2. Como señala Eurostat, 19 provincias españolas están entre las menos densas de Europa. De las Comunidades Autónomas, la densidad poblacional más baja la tiene Castilla-La Mancha, con 25,69 habitantes/km². Después van Castilla y León, Extremadura y Aragón. Del total de 6.720 municipios rurales, 2.837 se consideran remotos en cuanto a accesibilidad a servicios. Esta distribución es consecuencia de una migración forzosa, fruto de complejas dinámicas económicas, políticas e históricas que repercuten en las posibilidades de vida de las personas que se quedan (2).

    Riesgo de pobreza

    Los municipios rurales y las zonas poco pobladas concentran casi una de cada tres personas del total que está en riesgo de pobreza en nuestro país. Son aproximadamente 3 millones de personas que no disponen de las condiciones que permiten vivir una vida con dignidad.

    La medicina rural es parte de la Atención Primaria y Comunitaria de Salud. Este sistema no es un lugar, es un modelo, una forma de entender cómo se deben prestar cuidados sanitarios a la población (3). Se cimienta sobre la idea de que alcanzar la salud no tiene sentido si no es para todos. En su propia concepción, desarrollada formal e institucionalmente en la década de 1980, se busca llevar un equipo sanitario completo –personal de medicina, enfermería, etc.- que proporcione la máxima calidad asistencial lo más cerca posible del lugar donde viven y trabajan las personas. Este compromiso es la clave que permite acercarse a la equidad y la accesibilidad.

    Tener el mismo médico de familia reduce la mortalidad

    Demuestra la investigación científica que, de las diferentes maneras posibles de organizarse como sistema sanitario, esta es la que mejor nivel de salud y bienestar físico, psicológico y social obtiene para el conjunto de la población (4). Y la que mejor reduce las desigualdades. Tener el mismo médico de familia durante 15 años se asocia a una disminución de hasta un 30% de la mortalidad por cualquier causa (5). Pocos inventos pueden hacerle competencia.

    “Ya me encuentro mejor”

    Un Santo metálico sujeta a buen recaudo la pila de medicinas e informes que guardan una memoria vital muy particular. No es la primera vez que visitamos esta casa. Siguen aquí la estufa de leña pasada de potencia, la cama en el salón, los dos andadores –el de dentro y el del patio- y unas piernas de mujer edematosas, hinchadas como consecuencia de un corazón empeñado en seguir un ritmo de marcapasos ya antiguo.

    Saludamos, exploramos en el sillón, caminamos unos minutos con ella, ajustamos los fármacos diuréticos, nos vamos. Unas decenas de metros más allá llamamos a otra puerta situada aleatoriamente en una pared con la pintura caída a pedazos.

    Nos abre una mujer con las mejillas coloradas por los corticoides y un cuello donde se marca el esfuerzo cotidiano que a veces hay que hacer por respirar. Cuelga el cable del oxígeno sin red eléctrica a la que conectarse. Tiene los ojos tan pequeños que parece que guardaran cierta distancia con el mundo. Preguntamos qué tal ha ido con el tratamiento. “Ya me encuentro mejor. La semana pasada tenía unos pitos en el pecho… ¡que para escuchármelos yo, con lo sorda que estoy…!”.

    Un hombre que se está muriendo

    Seguimos. Hoy las visitas domiciliarias terminan al lado de un olmo que parece hecho a imagen del poema de Antonio Machado. Es seco, viejo y en su mitad podrido. Estamos en primavera: las hojas verdes que han salido están dentro de la última vivienda a la que pasamos. El techo es bajo y los muebles condensan cálidamente la sensación de pertenencia a otra generación; el territorio se marca también en los espacios íntimos: geografía de unas habitaciones que expresan décadas de privación individual y cultural. Entre esas paredes se sienta un hombre que se está muriendo. Su familia densa -esposa y sobrina- lo está empezando a comprender.

    Un sinfín de enfermedades

    Lo hemos trasladado últimamente unas cuantas veces al hospital: varias venas y arterias trombosadas y la insuficiencia respiratoria ponen nombre a diferentes enfermedades que, llegado un punto, no son más que la propia muerte tomando sus diversas formas. Hablamos. Hacemos lo posible farmacológicamente por disminuir el sufrimiento. Nos aseguramos de insistir en que estamos disponibles para cualquier cosa. Volvemos al consultorio para terminar la jornada.

    Los determinantes sociales

    Las poblaciones y las comunidades frecuentemente se concretan en cosas muy poco literarias. Al menos la mitad de la población mundial sigue sin disfrutar de un acceso pleno a servicios de salud esenciales (6). Estima la Organización Mundial de la Salud que faltan 18 millones de profesionales para alcanzar la cobertura sanitaria universal en 2030. En España, unos 4.500 médicos rurales se jubilarán en los próximos 5 años. La escasez suele ser más acusada en las zonas remotas y de difícil acceso. En estos lugares, la pobreza, el género, la edad, la discapacidad y la etnia se entremezclan para alumbrar robustas desigualdades territoriales asentadas en la Historia. Los determinantes sociales se expresan en la cotidianidad de este pedazo de tierra.

    “Doctora… qué suerte tenemos de tenerla”

    Atraviesa la puerta una mujer vieja, pobre y resistente. Cojea en silencio con un alza desgastada que, más que cualquier otra cosa, parece contribuir al desequilibrio y a la artrosis. Termina: Doctora… qué suerte tenemos de tenerla. Sale de la consulta. El tiempo se disuelve en un líquido mayor, más amplio y más denso, que contiene las cosas que pasan. El descubrimiento toma más formas. El equilibrio se mantiene. Mañana, otra vez, el sol elige una piedra desde la que salir.

    Bibliografía

    1. Estrategia Nacional Frente al Reto Demográfico, 2019.

    2 comentarios

    1. Maria Ángeles Martinez

      Que manera tan bella de acercar y darnos a conocer todos los rincones de tu profesión y tu pasión como médico de familia.Despiertas las ganas de estar también allí

    2. Qué forma más verdadera y elocuente de describir nuestra profesión !

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