• Dejando de lado el futuro del país

    Buzón del lector de Diario Sanitario

    La vida es tan bonita como imprevisible, nunca tenemos nada bajo nuestro control, por más que como seres racionales nos afanemos en intentarlo. Nadie lo preveía, no supimos (o no quisimos) verlo.

    Imagen de archivo.

    Una gripe

    Soy el primero que le quitó importancia, que lo comparó con “una gripe más fuerte”, que juzgó como exageración cerrar colegios y universidades, que, hasta el mismo día del Estado de Alarma, negaba la realidad.

    A ninguno nos gusta que la vida cambie de manera drástica, menos aún de la manera en la que ha cambiado. Un miércoles 11 de marzo cerraban colegios y el mismo sábado de esa semana se decretaba el Estado de Alarma. Pese a todo seguí negando la realidad del confinamiento, deseaba con todas mis fuerzas que eso no fuera verdad, que la realidad no tornará a tal desesperación, que todo fuera un sueño.

    La primera semana fue dura, muchos días de incertidumbre, sin saber qué hacer, sin recibir respuesta por parte de la universidad en lo relativo a la continuación del curso y la mirada puesta en el fin del confinamiento, la esperanza de que solo fueran quince días.

    Pero la realidad volvió a golpear, el Estado de Alarma se prorrogó una primera vez, una segunda y, a día de hoy, una tercera. Sigo sin ver la luz al final del túnel, la esperanza se ha desvanecido, solo espero con mera expectación y parsimonia el final de este infierno en la tierra.
    La situación que vivimos ahoga, no por estar confinados, sino porque no tenemos una fecha, un día que marquemos como el fin de esto. Muchos lo comparan con una guerra, a mí me gusta verlo como un pulso, estamos a ver quien aguanta más, si el COVID-19 o nosotros.

    A los estudiantes, nos exigen más

    Me llamo Alejandro y soy estudiante de la UCM, concretamente estudio en el campus de Somosaguas y he de decir que no nos lo han puesto fácil, las medidas adoptadas por la Universidad y la facultad, en concreto, no son más que asfixiantes. Nos exigen más que cuando las clases eran presenciales, pese a que la mayoría de los profesores han pasado de dar tres horas a la semana a dar 1-2 horas.

    Ahora el material tenemos que prepararlo nosotros, seguir el ritmo normal mientras ellos exigen más y más trabajos. Personalmente me levanto todos los días a las nueve de la mañana, dando igual si es fin de semana. Estudio todo el día y debo dar gracias a que los viernes, sábado y domingo no tenemos clases y puedo tener tiempo para mí.

    Mientras la universidad nos desgasta tanto, la facultad se propone evaluarnos en junio-julio y septiembre. Pretenden alargar aún más esto, pretenden que dejemos de dar clases en un mes y después examinarnos sin dar materia durante más de tres semanas.

    Dos pulsos

    Los estudiantes nos enfrentamos a dos pulsos, el del COVID-19 y el que tenemos contra la universidad, el elegir si dejarnos la salud mental y física para sacar un curso que cada día que pasa se complica, de que, aunque nuestra media baje e impida nuestros sueños profesionales, terminarlo y mirar solo al futuro plagado de incertidumbres, o suspender, dejarlo todo y cuidarnos a nosotros mismos. Es ilógico e irónico incluso que para terminar el curso tengamos que poner en juego esa salud que tanto dicen que preservemos y que cuidemos en estos momentos difíciles.

    Admito que la situación es difícil para todos, que no hay soluciones perfectas, pero desde luego que esta solución favorece a todos menos a los alumnos/as, que afectan directamente al futuro dentro de nuestra profesión, que, si de por si el curso que viene será caótico, esta medida lo dificulta aún más.

    No se trata de colores

    El objetivo no es ponérnoslo fácil, sino de cuidar a los que, en un futuro no muy lejano, trabajaran y vivirán para hacer que el país funcione. Si así se trata al futuro de una nación, ¿cómo vamos a pretender avanzar hacia una sociedad mejor? No se trata de colores o ideología política, se trata de mirar por todos y no por uno mismo, el egoísmo es el peor veneno para la sociedad.

    No soy más que un ciudadano de a pie, un estudiante universitario, mirando al futuro con preocupación, incertidumbre, pero, sobre todo, valentía y coraje, porque si algo he aprendido es a no rendirme ante ninguna situación y tengo seguro que saldremos de esta, no ilesos, pero si vencedores.

    Alejandro Guzón de Arcos

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