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El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen la sierra procomunal de Chinchilla para alcanzar la ración de ejercicio semanal
Aparcamos a la entrada de Chinchilla y por el Antiguo Convento de Santo Domingo iniciamos la ruta. Son casi las 11 de la mañana de un día cálido y apetecible para andar. Vamos los cuatro de los buñuelos, y hoy las raciones de agua parecen ser generosas.
Bordeando el Cerro de San Cristóbal nos desviamos a la izquierda para la recorrer la Sierra Procomunal. Al inicio nos llama la atención una gran losa delimitada por cuerdas, que un amable caminante identifica como punto de reunión de ciclistas para hacer rutas por aquí. Y que antes era un gallinero de cerámica.
Vamos avanzando por el Alto de Almazara con estupendas vistas de Chinchilla y la zona de Los Tejares a nuestra izquierda. En la bifurcación de las sendas seguimos por la de la Cuesta, con la pretensión de subir a la Morra (933) y regresar por el Alto de la Mina. Abundan los pinos y el esparto.
Dejamos a nuestro paso sendos picos de novecientos y pico metros, en tanto nos adentramos en una gran hoya, que nos habría dado muchas alegrías si hubiera llovido a tiempo, terreno propicio para setas de cardo. Tras cruzar la Rambla de la Fortaleza, cerca de una higuera desgajada por la mitad y algunos otros frutales, iniciamos la subida de la Morra campo a través. Casi desde la base vamos encontrando restos de cerámica, sin tener muy clara su datación.
Ya en la cumbre, la extensión y las diferentes líneas y amontonamiento de piedras hablan de la importancia que hubo de tener en otros tiempos. Aprovechamos para un pequeño refrigerio, bizcocho de calabaza y chocolate, frutos secos y té. Y tras localizar El Padrastro, La Albarda, Ontalafia, El Chortal, y sugerir próximas rutas retomamos, ahora por una senda de los de las BTT, que nos bajara hasta la Casa del Agua. Aquí se reconstruyeron balsas, emulando el antiguo almacenaje para el ganado, o para baño de los chinchillanos.
Unos carteles informativos sugieren el uso educativo-ambiental para los más jóvenes, y que seguro que los animales de la zona también agradecen. Nos acercamos hasta el refugio, que con buen gusto ha sido dotado de chimeneas y mesas de obra y que nos sentiríamos afortunados si pudiéramos disponer de el en alguna ocasión, aunque sea para venir a buscar setas o quemar leña en tiempo de nieve. Todo se andará.
Por las faldas de Corral Matujas, dejando el Portichuelo a la derecha, tras volver a cruzar la Rambla de la Fortalezas empezamos la subida de El Morrón (919). Una bonita senda, que entre pinos de reforestación nos protege del incipiente calor. Las numerosas flores del azafrán silvestre nos alegran la vista. Una de las senderistas que en la última lo pasó mal, sube a su ritmo sin perder comba y sin dejar que el corazón le zumbe en los oídos, sintiéndose segura con el apoyo que le brinda la querida garrota de su Tete.
Continuamos por la vistosa senda que bordea el Alto de la Mina, y desde su balcón frente al Colmenar del Cagón, Los Tejares y una nueva Morra muy singular, nos embobamos con Chinchilla, su castillo, cuevas, iglesias y demás. La senda ahora es un camino de piedra que muestra las rodas del paso de carros en época de los íberos. Nos recuerda la subida de Meca en Alpera. Y regresamos por donde subimos hasta el coche para ir a la plaza de la Villa y repostar en el Casino.
11 kilómetros, en tres horas, con un desnivel de 419
Su morro frito y el garnacha alperino de 2017 entre lo más interesante. Y la visita de la archivera, Dori, que dio pie a programar una próxima ruta en Alpera, por el paraje del Molino, para conocer la zona y gozar de su hospitalidad. Han sido 11 km en 3,30 horas, con una altura máxima de 949 m y desnivel de 419.
