• Cómo elegir la pasta de dientes

    El cepillado efectivo con una pasta dental fluorada, dos veces al día, durante 2 ó 3 minutos, junto al uso de seda dental o cepillos interdentales, es el método básico para controlar la placa dental y mantener la salud oral. La pregunta que muchas veces nos hacemos es: ¿qué pasta de dientes me compro? La oferta es muy variada y, con frecuencia, la información que se facilita en los envases es algo confusa y difícil de comprender.

    Carmen Llena Puy, Universitat de València

    ¿Qué pasta de dientes me compro? La oferta es muy variada y, con frecuencia, la información que se facilita en los envases es algo confusa
    Dragan/Shutterstock

    Los ingredientes de la pasta dental básica

    Si leemos con detenimiento la lista de ingredientes de una pasta dental básica, veremos que contiene agentes abrasivos, entre los que se encuentran el sílice hidratado, la alúmina hidratada, el carbonato de calcio, el bicarbonato de sodio, etc. Estas sustancias, en las proporciones adecuadas, mejoran la acción mecánica del cepillado porque ayudan a desprender la placa dental de la superficie del diente.

    También suele incluir un surfactante (como el lauril sulfato sódico) que hace que la pasta produzca espuma y favorece la descomposición de los componentes orgánicos de la placa dental.

    Para estabilizar las fórmulas y darles la consistencia pastosa se usan los aglutinantes, como la carboximetilcelulosa. Añadiendo humectantes, como la glicerina y el sorbitol, se evita además la pérdida de agua, impidiendo que la pasta se endurezca en contacto con el aire.

    Para que las pastas de dientes resulten más agradables al paladar, se utilizan edulcorantes, generalmente sacarina sódica, y saborizantes.

    En cuanto al flúor –en diferentes formas químicas, tales como fluoruro sódico, flúor de aminas, fluoruro de estaño o monofluorofosfato sódico– tiene una acción preventiva frente a la caries y, al inhibir la actividad bacteriana, contribuye al control de las biopelículas dentales. Por si fuera poco, el flúor, junto con el calcio y el fosfato, es un componente esencial de la estructura mineral del diente, fundamental para mantener su integridad.

    Algunas pastas incorporan agentes que inhiben la formación de cristales que calcifican la placa como el pirofosfato sódico o algunos compuestos de zinc.

    Otro grupo de pastas interesantes son las que contienen agentes antisépticos como la clorhexidina. Pueden estar indicadas como coadyuvantes junto al cepillado en el control de la placa, aunque es conveniente utilizarlas solo con prescripción del dentista.

    ¿Sirven de algo las pastas blanqueantes?

    Las pastas que se comercializan como blanqueantes merecen una explicación aparte. La mayoría de ellas no contienen ningún agente blanqueante específico y, sencillamente, aumenta la proporción de agentes abrasivos o erosivos. Dicho de otro modo, su efecto se basa, sobre todo, en eliminar manchas o tinciones superficiales del diente.

    Aunque en la mayoría de los casos el grado de abrasividad de sus componentes está dentro de los rangos permitidos, es conveniente buscar aquellas que poseen un sello de calidad emitido por la Asociación Dental Americana (ADA).

    Otras fórmulas dentales incorporan agentes enmascaradores como la covarina azul o el dióxido de titanio, que tampoco tienen una acción específicamente blanqueante.

    Los únicos componentes que ejercen una auténtica acción blanqueante y que pueden contener algunas pastas dentales son el peróxido de hidrógeno, en concentraciones inferiores al 0,1 % (libre dispensación), o su precursor, el peróxido de carbamida, en concentraciones no superiores al 3 %. Éstas últimas deben ser prescritas y entregadas por el dentista.

    En personas que sufren retracción de las encías es conveniente elegir una pasta con baja abrasividad, ya que hay partes de la estructura del diente expuestas que son más susceptibles a la abrasión. Las pastas que contienen bicarbonato de sodio son, en general, menos agresivas. Las personas que presentan este problema, con frecuencia experimentan también sensibilidad dental, por lo que la incorporación de alguno de los agentes desensibilizantes comentados anteriormente pueden ayudarles a minimizar este problema.

    Las pastas de dientes infantiles deben dosificarlas los adultos

    Como las pastas de dientes infantiles suelen incorporar sabores agradables, es preferible que la dosificación de la pasta la haga un adulto, ya que tienden a chuparlas y tragárselas como golosinas.

    Alisa Lapina/Shutterstock

    De la misma manera, el cepillado dental de los más pequeños debe de ser realizado por un adulto hasta que el niño adquiere la destreza suficiente para hacerlo de forma efectiva, y supervisado al menos hasta los 8 o 9 años. Se recomienda no enjuagar después de aplicar la pasta, solo escupirla o, en niños muy pequeños, limpiar los excesos con una gasa.

    Respecto a la concentración de flúor de las pastas, debe de ser de 1 000 ppm para niños de 0 a 6 años (a partir de la erupción del primer diente) y de 1 450 ppm a partir de los 6 años. Variará la cantidad en función de la edad: cantidad mínima de 0 a 3 años, del tamaño de un grano de arroz de 3 a 6 y del tamaño de un guisante a partir de los 6 años. Existen pastas con concentraciones superiores que se utilizarán solo bajo prescripción del dentista en situaciones especiales.

    El colutorio no sustituye al cepillado

    Respecto a los colutorios, existe una gran variedad de productos y componentes. Se pueden agrupar en tres grandes bloques: los que aportan sensación de frescor en la boca, los que contienen antisépticos y los que contienen flúor.

    Hay que destacar que el colutorio no sustituye al cepillado en la remoción de placa, sino que lo complementa en aquellos casos en que, por prescripción del dentista, sea necesario. También puede usarse meramente para proporcionar frescor bucal y dejar una sensación agradable tras la limpieza.

    Carmen Llena Puy, Catedrático de Universidad. Departamento de Estomatología. Universitat de València, Universitat de València

    Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

    The Conversation

    Comentar

    Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

    *