• Tobarra y Los Mardos para subir a Conejeros

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen la Sierra de Conejeros, entre Tobarra y Los Mardos

    El Autor

    Rigoberto López Honrubia y Manuel Martínez Vergara

    Profesor de Psicología de la Salud en la Facultad de Enfermería y dentista licenciado en Cirugía y Medicina

    Por la autovía hasta Tobarra y salida dirección a Ontur (CM-3215). Nos desviamos hacia Los Mardos, punto de quedada. Al solecito, en una fría y airosa mañana, esperamos en un banco en la puerta de la iglesia que lleguen los últimos. Los almeces de la plaza se mecen con ímpetu. Somos tres familias, con alguna ausencia ya que una de las adolescentes ha terminado prefiriendo sus tareas a la imprevisible jornada de puertas abiertas. 

    Conejeros

    En total, 9 andarines, en tiempos en los que podíamos ser diez. La propuesta es pasar un día de campo y andar por la sierra. O, dicho de otra manera, andar un poco y tirar de las parrillas. Reunidos, guardando las distancias, nos mostramos los afectos y continuamos por el camino de Hellín a la Hoya de Santa Ana, para adentrarnos al paraje de Camino Viejo hasta un refugio de cazadores.

    Por el camino, nos interesamos por la vendimia ante unos lugareños. Una pintada que había en un casuto ha sido tapada con cemento, decía NO a la macrogranja. Estamos en el corazón de la Sierra de Conejeros. Una de las más pequeñas del grupo exclama, “qué pasada”, buen presagio.

    Sacamos lo que hemos traído, no parece que vayamos a pasar hambre, tampoco nos hemos quedado cortos de vino. Encendemos la lumbre, echamos algunas cepas y, tras pertrecharnos, salimos andando por la Espartana, como dice Manu que dirían los romanos.

    Conejeros

    Pinos, almendros, oliveras y viña, aún podemos saborear pequeños y apretados granos, que pintan el bigote a mis hijas. Un clan de cabras desfila monte arriba. Vamos ascendiendo campo a través por donde nos parece más accesible para subir a la cuerda. En algún tramo guían la cordada Pilar y Carmen, mellizas de 9 años, que demuestran que son andarinas Sosquiles. 

    Algunos agradecen que el esparto tenga este cuerpo para poder agarrase con fuerza cuando la cosa se pone cuesta arriba. Sólo algunas culada o pasos de claqué, nada importante. Por fin en lo alto, varias alturas de 900 y pico metros.

    La sierra de Conejeros es larguirucha, vamos identificando, echando mano de los recuerdos y del IGN, Los Cerrones y la Sierra del Apedreado, de la Encantada  y  Pinilla, cerca de Pinilla y las Anorias, Maineton, Cerrón, Cenajo, por Fuente Álamo, y  la Sierra deL Madroño, que oculta Ontur, junto a los Mardos y al fondo Tobarra. Y como no, por ahí, las Hermanas de Hellín, Montpichel, Mugrón, ¿y la Albarda?

    Conejeros está rodeada de llanos, muchos cultivados con arbolado y viña, y pequeños núcleos de población, aldeas o cortijos. Andamos por la cuerda, pasamos por un par de dolinas o torcas, encontrando restos de un jabalí que posiblemente fue acechado, e iniciamos el descenso por un arroyo que nos conduce casi directamente al refugio de los cazadores.

    Es medio día, traemos gana y nos ponemos a preparar. De la cocina empiezan a salir tapas, tomaticos con sal, hueva, embutidos variados, torreznos, setas, …. las bebidas fresquitas, se abre el primer vino. Manu se pone con sus gachas, ha traído una sartén de patas, y con cuatro palotes va friendo ajos, haciendo grasa con chorizos, panceta, pimentón, setas, hecha el agua y la harina, y tras el gorgoteo, reposo y mojá y paso atrás. Muy ricas, un poco espesas. ¡Y no voy a decir ni pio más!   

    Las parrillas siguen trabajando, otros vinos, más tomates, ahora un corazón de buey del patio de Lola y Pepe, calle del infierno en Alpera. El tiempo de la comida se estira. Ahora algunos sestean al sol, otras cascan, juegan al fútbol, oyen música o directamente roncan. Y con el aroma del café, del té de roca y los miguelitos, vamos despejando para retomar la Sierra y quemar los excesos pasados, antes de merendar.

    Las más jóvenes prefieren quedarse a supervisar la lumbre, perdonando el segundo pase. Juan, marido de la editora, dubitativo, se decide por seguir agarrándose al esparto y tomar el cálido sol de la tarde encima de Conejeros. Esta en introspección si vuelve a andar con nosotros.

    Entre cabras

    Llegamos a lo alto sin pegas, voceándonos con las de abajo que siguen nuestra ruta. Otra vez las cabras nos anticipan el recorrido. Y volvemos a bajar por una vaguada, para ir bordeando por olivares y viñas hasta el refugio, donde las guardianas nos han provisto de un buen sosquil para asar algo. Un par de ratoneras nos marcan la dirección.

    Tras la recogida, echamos un poco de romero a la lumbre para que perdure en el refugio, y volvemos a Los Mardos, para acercarnos hasta Villegas en busca de no higos, pero si olismeamos por la antigua almazara y las casas de una aldea que rezuma empaque. Los gatos salen y salen y salen por la ventana de un almacén. Y ya la despedida y los deseos de repetir en este plan. Día entrañable, encuentros y reencuentros, y de baños de monte. Y del COVID apenas hemos dicho ná.

    Me ha gustado mucho compartir esta jornada con Pilar, madre  de mis hijas.

    Buen día. Buena gente, 6 kilómetros, 330 ms de desnivel. 2,30 horas andando.

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