
Cinco años después del inicio de la pandemia, la enfermera África Martínez suma un lustro con COVID persistente
¿Alguien se acuerda de los aplausos al personal sanitario cuando se enfrentaba, desprotegido y sin vacunas, a un coronavirus desconocido? Se estima que más de 11.000 sanitarios españoles afrontan las secuelas físicas del llamado Long COVID o COVID persistente, como es el caso de la enfermera albaceteña África Martínez, que se contagió atendiendo en la primera ola a una paciente que, finalmente, falleció. Hoy, cinco años después: «El dolor es soportable con tres tramadoles al día».

Miles de sanitarios sufren COVID persistente
Hasta el mes de marzo de 2020, África Martínez, enfermera y psicóloga, era una profesional de 50 años con una salud más que aceptable, el asma y la pastilla de la tensión eran sus únicos problemas físicos. Por aquel entonces, estaba en el Equipo de Atención Domiciliaria, lo que en aquella época suponía entrar a los hogares de los pacientes sin protección alguna. De hecho, la enferma a la que trató murió de COVID. Y, como era de esperar, esta enfermera albaceteña se contagió, aunque pasó un coronavirus muy suave, un catarro, con algo de fiebre, sin olfato ni gusto e hipotermia. En resumen, «fue raro», recuerda ahora.
No había llegado el mes de abril y África Martínez ya estaba de nuevo trabajando, eso sí, con algo de disnea. Sin embargo, el día a día era tan frenético que, finalmente, fue en verano cuando vio que ya no había excusas, que los síntomas que tenía carecían de cualquier lógica, que en lugar de mejorar, empeoraba. «A la anemia y la fatiga se sumaron todo tipo de sensaciones raras, tanto que tuve que cambiarme de casa porque no podía ni subir las escaleras», hace memoria mientras reconoce que el dolor, un lustro después, sigue en cada una de sus articulaciones.
Déficit neurológico, pie en equino, palmas de las manos y pies negras, tobillos hinchados, hematomas, dolor y la anemia han sido algunos de los síntomas ‘anómalos’ del último lustro. En la actualidad, el pie está casi normal, pero África Martínez aún convive con la fatiga y un dolor que controla con tramadol, el más suave de los opiáceos.
Las víctimas de la primera ola, las peor paradas
Ha perdido la relación con los pacientes y asociaciones; ha visto con pena cómo el mundo sanitario, el suyo, es escéptico con el COVID persistente, pero ha participado en estudios que confirman que quienes se contagiaron durante la primera ola han sido los que peor parados han salido.
Además, en el caso de África Martínez, la vacuna, que le causó una reacción alérgica, se tuvo que quedar en una sola dosis, por lo que ha pasado la enfermedad en tres ocasiones, lo que ha agravado los síntomas.
En la actualidad, esta enfermera trabaja en un centro de salud. Se ha adaptado a sus nuevas circunstancias, al tiempo que se ha cansado de luchar contra el sistema. Se contagió trabajando y desde entonces es una enferma crónica. No hay más. El único consuelo es la internista que la trata en la consulta monográfica de COVID persistente, ella sabe que los síntomas son reales y, como tales, intenta tratarlos.