
El empeño frente al sedentarismo nos lleva una tarde de lluvia hasta Cubas para disfrutar de las vistas del barranco del Cañahorro
Por la AB 204 desde Casas de Juan Núñez en dirección a Jorquera, nos desviamos en el kilómetro 25 por un carril a la izquierda y aparcamos poco después, cerca de la Casa del Sabinar. Nos preparamos para una tarde lluviosa. Ropa de agua y paraguas, según gustos. El pequeño grupo se reunifica y pone en marcha. Gritos de júbilo tempraneros.
Vamos descendiendo entre el Cerro de la Centinela y el Vallejo del Gavilán, junto a terrazas de oliveras, acercándonos a impresionantes cañones por donde, intuimos, discurre el río. Pero el momento surge cuando nos confrontarnos con Cubas, sus pintorescas y espectaculares casas-cueva, ermita y huertos cultivados. La primavera húmeda es generosa con las paulonias y las aliagas, morados y amarillos resaltan en la amplia gama de verdes y blancos.
Ahora el camino serpentea en tanto desciende rápidamente hasta el Júcar. Un cormorán que nada junto al puente levanta el vuelo. A la derecha otras casas singulares vigilan el discurrir del agua. Nos preguntamos cómo subirían a sus casas los trogloditas, ¿con escaleras o descendiendo con cuerdas?
Seguimos el margen izquierdo, recorriendo el cañón que el discurrir milenario del río ha ido formateando sus típicas hoces. Los saltos del río, los trinos de los pájaros y los aromas de flores y plantas nos silencian.
Nuestro objetivo es andar el Arroyo de Cañahorro y subir al punto geodésico de Punta Larga (686 m). La lluvia nos acompañará toda la tarde, nuestras botas terminarán haciendo «chop, chop», aunque nuestros ánimos no decaen, incluso cuando el barro se va fusionando con nosotros.
Entre el río y el monte






Bordeamos el Cerro del Pollo y entramos en el Barranco de Cañahorro, dejando atrás unas casas del mismo nombre. Un desprendimiento de gruesas piedras nos alertan para ser precavidos en este terreno. Terminamos el camino y seguimos andando por el aliviadero del Canal de María Cristina hasta que empieza a hacerse más presente y decidimos cambiar de aires e ir trepando, campo a través, hasta el alto de Punta Larga.
La ruta se empina, la abundancia de esparto nos empapa un poco más y el barro es generoso y pegadizo. Buscamos en el trayecto una cornisa para refugiarnos momentáneamente del agua y tomarnos el té con pastas de la tarde, frutos rojos y salvia, así como dátiles e higos.
Terminamos en el punto geodésico
Reconfortados, damos el último estirón para contemplar el Cañahorro serpenteando hasta desaparecer. Impresionante. Satisfechos, nos acercamos al punto geodésico para culminar, aunque un espino negro nos lo impide crecido en el hueco de las escaleras de ascenso. Por la loma, junto a un sembrado inmenso, verde y blanco, por donde corretean los conejos y levantan algunas parejas de perdices, volvemos a nuestro punto de partida bordeando nuevamente el Cerro de la Centinela. Un perro negro hace su trabajo, tras la valla.
Han sido casi 9 kilómetros en casi tres horas de una tarde extraordinaria y en buena compañía. Sólo nos queda festejar en el bar de Águeda, El Bigotes, en Casas de Juan Núñez.
📍Puede consultar la ruta en Wikiloc
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