El albaceteño José Luis Sánchez Fabra corona el Kilimanjaro
No sabía si la insulina iba a resistir o se iba a congelar; si el mal de altura iba a descompensar sus niveles de azúcar o si realmente podría coronar el techo de África. Pero el albaceteño José Luis Sánchez Fabra no lo dudó. Se puso en contacto con la ONG ‘El poder del chándal‘ y en junio se sumó a una expedición de pacientes y sanitarios dispuesta a alcanzar la cima del Kilimanjaro.
Sánchez Fabra demuestra que con diabetes se puede tocar el Kilimanjaro, el techo de África
Diabético tipo 1 desde los 7 años, José Luis Sánchez Fabra no tuvo más remedio que crecer entre algodones. Era un niño cuando, de la noche a la mañana, se tenía que inyectar insulina a diario y pincharse más de ocho veces al día en la yema de los dedos para vigilar sus niveles de azúcar. Su madre tenía que acudir a diario al colegio y no podía ir a las excursiones con sus compañeros porque nadie se atrevía a lidiar con su enfermedad. La entrada en la familia de la diabetes, una patología sin precedentes, no fue fácil. José Luis aún recuerda «esas agujas grandotas» que hoy son historia.
Pero llegó la adolescencia y este joven cogió las riendas de su enfermedad. Desde entonces, no ha renunciado a ningún plan. Por eso, cuando la presidenta de la Asociación de Diabetes de Albacete (ADA), María José Salmerón, le habló de alcanzar el Kilimanjaro no se lo pensó dos veces. Contactó con la ONG que planteaba la aventura, El poder del chándal, y empezó a prepararse.
Mecánico de aviones en la Maestranza Aérea de Albacete, José Luis Sánchez Fabra practica deporte desde que tiene uso de razón. Lo hace porque le gusta, pero, además, es el complemento fundamental para su enfermedad. Nada, corre y monta en bicicleta como el consumado atleta de triatlón que es. Por eso, un ascenso de 5.895 metros y un recorrido de 45 kilómetros no le daban miedo. Sin embargo, la aventura no estaba exenta de riesgos. En el grupo, de 20 personas, había personal sanitario y más pacientes con diabetes. Y todos se enfrentaban a la misma duda. ¿Aguantaría la insulina los 15 grados bajo cero de la cima o se congelaría?
Hicieron pruebas en los congeladores de sus casas con mochilas especiales y se arriesgaron. Al final, José Luis constató, una vez más, que su enfermedad exige un control, pero que no es un freno a sus metas. El ascenso fue duro. Pero iban preparados y con un equipo sanitario también en forma para cualquier contratiempo.
Deporte y voluntariado
La expedición pasó tres días en Tanzania, donde se volcó con dos proyectos de voluntariado en un colegio y en un hospital. Finalmente, el equipo emprendió la subida, invirtiendo 5 días en 45 kilómetros. La bajada, sin embargo, la resolvieron en día y medio. Los expedicionarios con diabetes pudieron comprobar que, durante el ascenso, el efecto de la insulina se ralentizaba. Pero consiguieron lo más importante, que no se congelara.
El poder del chándal es una iniciativa de los trabajadores de la empresa Trainsplant, con médicos, graduados en ciencias del deporte y psicólogos unidos para entrenar a personas trasplantadas o con enfermedades crónicas, convencidos de que el deporte mejora tanto la recuperación como la calidad de vida.