• El dolor y el infierno de Dante

    Leonor Pérez de Vega, profesora y paciente con dolor crónico, escribe sobre sobre esta enfermedad y otras invisibles

    El Autor

    Leonor Pérez de Vega

    Profesora y paciente de dolor crónico (neuralgia trigeminal)

    Tras el séptimo centenario de una obra cumbre de la literatura universal, La divina comedia del gran poeta florentino Dante Alghieri, vislumbro como siguen presentes algunos de sus temas en esos tres escenarios que recoge: Paraíso, Purgatorio e Infierno.

    dolor Leonor Pérez Vega

    La relación del dolor con el infierno

    A grandes rasgos, la obra relata el viaje que realiza Dante por los anteriores, guiado por el alma de su maestro Virgilio. Este ha venido en nombre de Beatriz, una dama bondadosa, para conducirle al Paraíso.

    El tema central de esta gran obra es el viaje de su protagonista con el fin de encontrar su propia identidad.

    De todos los escenarios el más conocido es el Infierno, y por ello he querido acercar, su relación con el dolor y la desesperanza, que a mi parecer se reflejan en la obra. No solo por lo escrito entonces, también porque estimo que hoy perdura.

    «Hemos llegado al sitio que te he dicho en que verás las gentes doloridas, que perdieron el bien del intelecto» (Canto III, verso 16).

    El dolor ajeno

    Horia-Roman Patapievici, en su ensayo: En los ojos de Beatriz apunta que, «la posteridad del poeta es bastante anodina, puesto que todo el mundo aprecia enormemente el Infierno, con moderación el Purgatorio, mientras que apenas valora el Paraíso —la parte menos leída de la obra maestra dantesca— (p. 137». Y «A la pregunta de por qué sucede esto», la autora valora al Paraíso como el canto más hermoso. Sin embargo, como señala: «¡Pongámonos en guardia! Ya que desde que solo se vive con lo visible, los ojos de Beatriz se han cerrado». ¿A qué mirada nos podremos seguir aferrando? —se pregunta la autora—. En mi opinión, a una que nos permita, contemplar todo, la felicidad y el acercamiento tan necesario al dolor ajeno, a lo que es visible y a lo que no.

    Mientras, demasiados seguimos habitando en nuestro particular infierno, no al que Dante dedicó sus versos, sino al que guía una vida marcada por el dolor (sea físico o emocional).

    Los cantos son la forma elegida por Dante para organizar su contenido. En todos ellos asoman numerosas metáforas y símbolos, de uso frecuente en la lengua y literatura de la época.

    Metáforas bélicas ante la enfermedad

    Particularmente, considero inadecuado el uso de las metáforas bélicas ante la enfermedad; eso sí, las de otro género pueden ayudar a explicar el dolor u otras realidades no tangibles, siempre haciendo un empleo apropiado.

    Volviendo al tema, cualquiera piensa en el Infierno como un lugar oscuro, lóbrego y tenebroso, en el que no habita la esperanza. Allí hasta donde el sol enmudece (otra posible metáfora), y en el que se precisa de antorchas. Lo vivido no es una mal pesadilla, ojalá lo fuera.

    Mi media vida con dolor

    La mayoría de los comentarios a esta obra se centra en el Infierno, solo porque Dante comienza en él y así, el Canto I se asemeja a mi media vida con dolor:

    «A mitad del camino de la vida/, en una selva oscura me encontraba/ porque mi ruta había extraviado / ¡Cuán dura cosa es decir cuál era / esta salvaje selva, áspera y fuerte / que me vuelve el temor al pensamiento! / abandoné la senda verdadera… / y en todo pensamiento sufre y llora: tal bestia me hacía sin dar tregua, pues, viniendo hacia mí muy lentamente / me empujaba hacia allí donde el sol calla».

    La falta de luz o la ausencia de esperanza, difícil de mantener por quienes hace años perdimos la salud y sobrevivimos con el resto de quehaceres y escenarios de vivir con dolor.

    A la par son varias las referencias a las bestias (siendo muchas las interpretaciones que se le han dado: la lujuria, la soberbia y la avaricia). Qué símil más adecuado que equiparar al dolor con una “bestia”.

    La condena del paciente

    También son varias las referencias a la piedra, vista como una forma de condena. Los pacientes somos conscientes de la mochila con la que cargamos, y que apenas se aligera, más aún ¿Quién no ve al dolor como una condena?

    «Yo no lloraba, tan de piedra era (canto XXXIII, verso 49)».

    Ahora bien, el dolor que se encuentra en la obra de Dante es por su simbolismo al dolor poético. Y que al tiempo se acerca al humano (físico o emocional), con el deseo de no negar el dolor de todos, el verdadero y aunque ajeno y distante para muchos, ¿lo aproximamos?

    Igualmente, en La divina comedia aparecen cantos que pueden ser una metáfora y que el paciente sí desea encontrar en su viaje. Dante en ese viaje va acompañado por su maestro Virgilio, quien ejerce de compañero y no tanto de maestro.

    ¿Cuántos de nosotros esperamos lo anterior? Otear la salida del Infierno («Yo no morí, más vivo no quedé», canto XXXIV, verso 25).

    Sabedores de que es un camino largo, incluso para muchos equiparable a su propia vida, el acompañamiento es tan importante como el cuidado o el alivio. Dante se lo reconoce a Virgilio: «allí estuviste en la bajada; / cuando yo me volví, cruzaste el punto/ en que converge el peso de ambas partes».

    Socializar el dolor

    Consciente de que es muy difícil escapar de nuestro particular infierno, el dolor, sí podemos escribir, socializarlo. En un intento de crear puentes entre tu dolor y el mío, y lo más importante mostrarlo a la sociedad. Siendo la escritura ante el dolor una posible vía, como ya lo hiciera Dante.

    Si hace 700 años Dante logró llegar al Paraíso, solo desearía atisbar un poco de esperanza una vez que transitas por el inframundo y anhelas pasar al siguiente nivel, no indemne. ¿Cómo? viendo al dolor ajeno en un plano  paralelo al dolor propio, porque expulsarlo hoy es imposible.

    Dejar la noche infernal que escribe Dante: “Y entonces salimos a volver a ver las estrellas” (Canto XXXIV, verso 138).

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