• Vértigo en los impresionantes Donceles

    El psicólogo Rigoberto López y el dentista Manuel Martínez proponen una arriesgada ruta por Los Donceles

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología en la Facultad de Enfermería y médico dentista

    Empezamos la ruta a medio día, le toca a María Dolores la recogida, otra vez el núcleo duro. En el trayecto, autovía hacia Murcia, se nos activa el modo tontuna y vamos haciendo gracietas, un déjà vu gabacho. Tal vez que Terto fuera inoculado con la AstraZeneca en la tarde anterior tenga algo que ver. Estamos expectantes a la respuesta del vacunado, siendo conocedor de la dificultad de la etapa, el gran Donceles.

    Tras salir hacia Agramón rendimos pleitesía al Pitón de Cancarix y llegamos hasta La Luna para tomar café. Nuevamente, en dirección a Minas, tras cruzar el Puente del Azaraque en el Río Mundo, hoy caudaloso y turbio por las últimas aguas, nos desviamos a la derecha por el Camino de Aníbal y, a la vera del panel informativo, aparcamos.

    Son las cuatro de la tarde y la propuesta exigente, tal vez nos caiga alguna chaparrada. Pertrechados, iniciamos la marcha entre oliveras aún en flor, en un suelo blandito, buscando la senda que ha de subirnos al collado de la Sierra de Los Donceles. Magnífica, entre pinos, jaras, jarillas y una gama de flores y plantas variadas que el “hombre brújula” va identificando y algunas de las cuales transporta para su clasificación.

    Entre flores y vistas impresionantes

    En su mochila van teniendo acogida un buen número de ellas. El campo está de tal guisa que, espoleados por Cesi y María Dolores, hemos subido varios cientos de metros casi sin enterarnos. Y en el collado (752 m) vistas estupendas que nos sacan el grito de guerra, macizo del Pajares con la Hoya del Conejo y el valle de Minas, Salmerón y su volcán, y el pantano de Camarillas que terminará encajonándose en el desfiladero de Los Almadenes.

    Por debajo de nosotros el poblado fantasma de Las Higuericas, muy cerca de donde el Mundo empieza a embalsarse, antes de llegar a la tierra blanquecina de la Mina, donde los ascetas construyeron  su Camareta para alejarse del mundanal ruido. Al otro lado, Agramón entre el Monumento Natural Volcánico de Cancarix y las Sierra de Cabeza Llana con el Alto Terches. Y siguiendo la cuerda, el espinazo de la Sierra de Los Donceles. Es momento de rememorar, en tanto tomamos un té con pastas, varias de las rutas que hicimos por aquí en 2018, incluso alguna pájara, y hasta el día que se nos activó el modo escargot y no sabíamos pararlo.

    Vértigo

    A cada lado, escarpados precipicios

    Avanzamos por la estrecha y puntiaguda dorsal en dirección al pico Donceles (808 m), aunque hoy no toca subirlo. A cada lado, escarpados precipicios. Por un instante, dos serranas nos movilizan la adrenalina, pero muy pronto desistimos del empeño, liberándolas más adelante. Nuestro avance por las alturas se detiene por la imposibilidad de continuar ante el riesgo que entraña y el vértigo de nuestras andarinas.

    Tenemos que descender buscando  senderos de  cabras o abriendo otros nuevos. Hay mucha maleza y restos de árboles caídos, esta zona fue pasto de un incendio que arrasó con todo y ahora va recuperándose poco a poco, y por eso los espinos se confunden con facilidad y las matarrubias muestran sus uñas. En el parte de guerra de una de las andarinas puede leerse “pantalón roto, chaqueta enganchada, arañazo en el ojo, varias heridas en manos y pantorrillas, y morado en el culo”.

    Tras los pasos de Aníbal

    Más adelante damos con una senda que nos facilita las cosas a ratos, pero desaparece con facilidad. Entre tanto, la llovizna fina nos alivia del cansancio que va acumulándose y viene provocando caídas y traspiés. En una de ellas, al sentarse en el tronco de un árbol caído, una de las andarinas cae de espaldas con las piernas para arriba, dándonos tiempo de verla como en cámara lenta y reírnos con ella postrada en tierra. Por fin, abajo en el arroyo encontramos el camino que nos desemboca en el principal, el de Aníbal.

    A ratos nos dejamos trotar, como si fuera una estrategia para soltar el cansancio y otros, como si de un flash back se tratara, vamos atentos al trapicheo de soldados, animales y aperos, con su inmensa variedad de sonidos, olores y colores, que serpenteando interminables por este camino, se preparan para la noche, recogiendo leña y encendiendo lumbres. Y es que cien mil soldados pertrechados, caballos, elefantes y rebaños de otros animales para alimentar a la tropa, deberían aportar un rumor especial.

    Llanos

    Donceles

    Y salimos de este ensimismamiento con la presencia de una entrañable tortilla erótica, higadillos y mollejas que Llanos, del Cascorro de Pozo Cañada, nos había preparado con la ayuda de su nieto Pedro.

    La ruta (sólo para expertos)

    Esta dura etapa ha sido de casi 7 kilómetros, en algo más de 4 horas, y con un  desnivel acumulado de 423 metros. En el último parte de guerra, veinticuatro horas después, la anterior andarina dice “no tengo ganas de trabajar, me duelen los brazos, tengo arañazos a diestro y siniestro, y me volvería a meter en la cama con un libro. ¡Pero fue… tan bonito!”

    Donceles

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