
Uno de los grandes placeres del verano es poder disfrutar del cine al aire libre. Allí, bajo el cielo estrellado, surcado a veces por alguna estrella fugaz, he visto estos días, entre otras películas, la afamada cinta de Christopher Nolan, Dunkerque, titulada como la villa del Norte francés que dio nombre a una de las más sonadas derrotas franco-británicas en la Segunda Guerra Mundial y que los ingleses, sin embargo, supieron convertir en una retirada exitosa.
Dunkerque es una película técnicamente bien hecha, con una fotografía y una música de gran calidad, rodada en escenarios naturales, plagada de buenos actores y con una recreación histórica de barcos y aviones bastante realista (Spitfires y Stukas escasean en las películas de época y en Dunkerque están clavados). Hasta donde sé, ha habido una práctica unanimidad entre críticos e intelectuales al hablar de este film, sobre el que se han deshecho en alabanzas.
Sin embargo, en mi opinión, el trabajo de Nolan está más cerca del reportaje que de la película, y aunque el director –sin duda uno de los mejores de este siglo- ha sabido inteligentemente introducir esa poesía filosófica tan del gusto de la intelectualidad al plantear tres escenarios en la película: la tierra, el mar, el aire (el cuarto elemento se supone que llega sólo a la mente del espectador en forma de bombas alemanas), en realidad su trabajo se limita a hacer una descripción -muy estética, eso sí- , sin guión apenas ni trama alguna, sobre lo que pasó en aquellos días de la primavera de 1940 en las playas flamencas de Dunquerque.
Y como no podía ocurrir de otra forma siendo inglés el director, tampoco la descripción de lo ocurrido es exacta. Y eso que probablemente Nolan haya intentado ser políticamente correcto, algo que deduzco del hecho –creo que mi memoria no me engaña- de que en ningún momento se pronuncie en el metraje la palabra “alemanes” para describir al enemigo que acosa y amenaza a los protagonistas, ni nunca lleguemos a ver de cerca o enfocado a ningún soldado de la Wehrmacht o piloto de la Luftwaffe. Y por supuesto, y para mi gran decepción, tampoco se muestra en escena alguna a los otros grandes protagonistas, siquiera por omisión, de aquella batalla, y desde luego de toda la Campaña francesa, los Panzer de Guderian. Al fin y al cabo la película es anglo-ameriana -con patrocinio holandés y francés- y son estas cuatro nacionalidades las que se ensalzan y representan por medio de los personajes que aparecen en la película.
Pero este reportaje tan estético es incompleto, al menos por dos motivos: el primero, porque en ningún momento se describe, siquiera por encima, el marco histórico de la situación, que simple y llanamente era que el ejército alemán, en clara inferioridad numérica y de armamento, fue capaz, en un prodigioso alarde de táctica militar, de embolsar y derrotar de manera casi incruenta a un contingente de millones de hombres, el que componían en el frente occidental el ejercito francés, el belga y el cuerpo expedicionario británico. El Estado Mayor alemán y de manera sobresaliente el general Guderian, prusiano, un caballero a la antigua usanza, artífice de la mecanización del arma de caballería blindada de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, se mostró imaginativo, brillante y eficaz, derrotando al ejército anglo-francés en apenas 8 días de conflicto. Este ejército, varias veces más numeroso que el alemán, contaba además con una mayor potencia de fuego y se protegía por detrás de la Línea Maginot. Sin embargo la superioridad táctica alemana y su mayor determinación embolsó al enemigo de manera muy similar a como lo hizo Aníbal en Cannas frente a Roma.
Pero a diferencia de aquella mítica batalla de la segunda guerra púnica, quizá porque era el inicio de la Guerra y aún no se había perdido el ánimo de la civilización, en Francia los alemanes no aniquilaron el ejército rodeado, sino que aceptaron su rendición. Este es el segundo gran problema de la película: Dunkerque no sólo obvia el desarrollo de la batalla que lleva hasta ese pueblo y su único espigón sino que evita además explicar porque los alemanes, que estaban con los tanques en las dunas, no progresaron y acabaron por destruir a los 400.000 hombres que se hacinaban en las playas; en realidad ese comportamiento del Ejército Alemán aquel día se mantiene como uno de los grandes misterios de la Segunda Guerra Mundial, y esperaríamos de una película actual que hiciera más énfasis en el hecho. Los expertos han ofrecido tres explicaciones teóricas al mismo.
La primera, la única que se menciona en el film, mantiene que los alemanes, que ya daban por ganada la campaña y tenían en la cabeza la guerra que iban a empezar en el Este, no quisieron arriesgar sus tanques en la maniobra final de presión y bombardeo sobre el ejército en retirada; esta versión es poco probable bajo mi punto de vista, porque llegados hasta ese punto poco le costaba a Rommel y sus panzer progresar unos pocos kilómetros más, dar fe de lo que eran capaces de hacer sobre el enemigo arrinconado y después solicitar la rendición de todo el contingente.
La segunda explicación es de índole política: Hitler pretendía un pacto de no agresión con los británicos para tener las manos libres hacia su gran proyecto de expansión y opresión del mundo eslavo en el este ; ese armisticio se convertía en poco probable tras un bombardeo masivo sobre soldados indefensos. La tercera es la explicación más poética: en ese momento, al inicio del conflicto, en aquellos que lo dirigían seguía dominando la mentalidad militar que se forja en los planes del Estado Mayor y los mapas de guerra, cuando aún no ha aparecido el encono del sufrimiento o el sentimiento de venganza por compañeros caídos o las bombas arrojadas sobre población civil… A esa mentalidad seguramente le repugna disparar contra hombres rendidos y en retirada a los que recogen frágiles esquifes civiles. En honor a la película diremos que en su metraje los bombarderos alemanes se centran en atacar barcos militares sin dejar caer sus bombas (hay un caza que quizá pretende hacerlo contra el barco civil protagonista, pero no haré aquí un spoiler) sobre las barcas de pescadores y los yates de recreo que con arrojo, solidaridad y sentido patriótico, tan británico, acudieron al rescate en la operación de embarco que ha pasado a la Historia.
En cualquier caso, Dunkerque es de lo mejor que se puede visualizar ahora mismo en las pantallas. Un buen reportaje, políticamente correcto, que evita las escenas gore y se centra en el orgullo y determinación del pueblo inglés; y si los franceses o los alemanes quieren otra versión, que la hagan ellos, como ha manifestado algún crítico británico estos días. Los españoles seguiremos echando en falta siquiera una película condescendiente con nosotros mismos y nuestros méritos en las cientos de batallas heroicas desde las que la Historia nos contempla. Quizá nos falte un Nolan. Con seguridad nos sobran cenizos en el solar patrio. Y en tanto llega alguna de esas películas, yo les animo a ver Dunquerke.
Aunque mi consejo final es que, puestos a elegir, lean antes las Memorias de Winston Churchill. Este carismático personaje, que dirigió a su país en la derrota de la Alemania nazi, tuvo además la sabiduría de apuntarlo todo para después poder contarlo a la posteridad. Es probable que el gran político se dejara en el tintero algunos temas escabrosos o los versionara solo desde el punto de vista británico, pero en cualquier caso el mundo le deberá estar eternamente agradecido por el doble motivo de haber sido la roca a la que se agarró la Europa libre en los momentos de euforia nazi y haber sido capaz además de contarlo de una manera literariamente tan magnífica. Lean y después me lo cuentan. Para poner la miel en su paladar, terminaré este artículo como la película de Nolan, con palabras de Winston Churchill, quien, evidentemente, estaba muy familiarizado con Shakespeare: “We shall go on to the end, we shall fight in France, we shall fight on the seas and oceans, we shall fight with growing confidence and growing strength in the air, we shall defend our Island, whatever the cost may be, we shall fight on the beaches, we shall fight on the landing grounds, we shall fight in the fields and in the streets, we shall fight in the hills; we shall never surrender”. Pues eso. Nunca nos rendiremos.