• El mejor de los ejércitos, sin líder

    El Autor

    Francisco Martín Ros

    Médico de Atención Primaria

    En las viejas guerras, de ejércitos a pie y a caballo, el líder guerrero encabezaba el ataque de los suyos, con arrojo y valentía, tan expuesto como el que más. Esa era la clave de su autoridad, que no ordenaba nada que él mismo no estuviera dispuesto a hacer. El resto, bien por obediencia debida o por responsabilidad sentida, marchaba junto a él con idéntica determinación, pero también con mucho miedo, porque el miedo es el parámetro que determina el valor de las personas. El miedo no se supera, se sobrelleva.

    ejército

    Asistimos hoy a un acontecimiento extraordinario del que nunca imaginamos ser testigos de excepción. Hay miedo a perder el trabajo, hay miedo a una crisis económica que elimine de un plumazo todo aquello que nos era cotidiano y que tan poco valorábamos. Hay miedo por la salud de nuestros mayores, pero también de nuestros hijos, pues ningún grupo de edad se ha mostrado del todo inmune.

    Y hay un miedo personal, íntimo e intransferible: el de los profesionales de la salud que están en primera línea, en las consultas de urgencias, en las UCIS, en las REAS, en las estancias de críticos, en los pasillos de los hospitales hacinados, en los hospitales de campaña, en las residencias de ancianos, en los centros de salud y en las cabeceras de enfermos que no pueden desplazarse.

    La vanguardia de ese ejército

    Todos ellos son la vanguardia de ese ejército que camina desbocado, muchos sin armadura, con espadas de madera y lanzas de juguete, con el miedo en su alma, con lágrimas en los ojos y con una terrible sensación de soledad: la de ver que el caballo blanco y mejor vestido, el del estandarte en alto, aquél al que todos habrían de seguir por su hidalguía y valor, galopa sin jinete.

    El líder, que ya no lo es ni lo será nunca, quedó atrás a la espera de que su ejército gane la batalla y vengan días de gloria y de desfiles en los que de nuevo pueda montar en su caballo blanco y, esta vez sí, a la cabeza.

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