• El Capitán Optimista revoluciona Medicina

    Sin bata, sin fonendo e, incluso, sin capa. El Capitán Optimista, el pediatra albaceteño Antonio Javier Cepillo Boluda, ha conseguido lo que pocos: llenar el salón de actos de la Facultad de Medicina de jóvenes estudiantes y mantener la atención de su auditorio durante más de dos horas. Quien fuera compañero de vestuario del futbolista Andrés Iniesta, le empata a fama en el ámbito sanitario. Este médico humilde de mirada infantil, ha dado una sencilla lección de humanización a los futuros galenos.

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    Ante un auditorio entregado, el doctor Cepillo ha advertido que, de repente, todo el mundo se quiere humanizar corriendo, pero el chico de las cuatro P (persona, pediatra, paciente y payaso) ha insistido en que no hay prisa. Los alumnos de hoy, los médicos de mañana, tienen que sentar las bases del cambio.

    Llegarán como residentes cargados de ilusión a un hospital de estrés, burocracia, enfados y listas de espera donde trabajarán hasta la extenuación. Pero Cepillo les ha pedido que no se quemen, que no pierdan la sonrisa, que no olviden su misión: la de cuidar al paciente. Y es que si bien curar no siempre es posible, sí se puede cuidar.

    Quien fuera alumno de la Facultad de Medicina de Albacete y residente del Hospital General Universitario, se ha desnudado ante su auditorio como si estuviese ante un grupo de amigos y no con cientos de personas. Ha recordado que él juega a dos bandas, la de médico y la de paciente, desde que, en tercero de residencia, le diagnosticaran un cáncer. Sin embargo, ha pedido a los futuros médicos que no sientan pena por sus pacientes, que ese es el peor de los sentimientos, que sientan compasión y que no los hagan sentirse enfermos.

    No seáis ese médico al que nadie quiere volver a ver

    La suya ha sido la lección magistral de un médico, un paciente y un profesional de la sanidad que ostenta el cargo de Capitán Optimista. El Doctor Cepillo ha insistido en que este reconocimiento -de carácter nacional- se lo merece todo aquel que trabaje con optimismo, que ponga su grano de arena, esa gente pequeña que hace cosas pequeñas para cambiar el mundo. Por eso ha pedido en la Facultad de Medicina que nadie pierda la ilusión cuando se enfrente al mundo real.

    Y es que una carrera difícil unida a la faceta de paciente no ha hecho sino enseñar a este médico la importancia de que el especialista diga quién es y cómo se llama, pero también que se dirija al paciente por su nombre e incluso que se aprenda el de su madre.

    La persona que tenemos enfrente no tiene la culpa de nuestros problemas

    Aunque las listas de espera o el papeleo lo pongan difícil, él defiende la humanización como una herramiento que disminuye el sufrimiento del paciente. Antonio Javier Cepillo ha repetido a los futuros médicos que han elegido una profesión que exige olvidarse de todo, de la hora o las preocupaciones, para escuchar al paciente como un todo, una persona con unas circunstancias.

    Cada una de sus frases, en más de dos horas, daría para un libro, quizá por eso los precursores del movimiento Hospital Optimista han recurrido a él para el prólogo de “Soñando con un hospital optimista”, un libro con las lecciones que resumen el espíritu de este movimiento de humanización.

    Ha tenido tiempo para recordar la iniciativa #HolaYoMeLLamo de la UCI de Albacete, al Plan Dignifica, a Los Guachis y su revolución, a los niños con cardiopatías congénitas, a sus compañeros del 12 de Octubre, donde cursa ahora un máster, o al doctor Lillo, ideólogo de Los Guachis que se perdía entre el público.

    El Capitán Optimista ha visto la capa y el antifaz en el celador que cuenta un chiste al paciente en el peor de los caminos, el que te lleva al quirófano; en la enfermera que coge la mano o en el médico que escucha de buen humor y sin prisas. “¿Cuántas veces he dicho gracias hoy?”. Humanizar es una revolución que no tiene prisa, que crece con pequeños gestos.