• El farmacéutico se convierte en cómplice

    El Autor

    Sara Mínguez

    Doctora en Farmacia por la Universidad de Castilla-La Mancha

    A pesar de los años que llevo trabajando delante del mostrador, día tras día, dispensando todo tipo de medicamentos, no dejo de asombrarme con determinadas situaciones que se producen. Dispenso diariamente desde pomadas o cremas para dolencias menores o golpes hasta fármacos quimioterápicos para el tratamiento de algún maldito tumor.

    Pero hay algo que no deja de sorprenderme, y que además creo que nunca me acostumbraré. Es esa situación que se produce cuando el paciente de manera tímida se acerca a ti y te facilita ver sus recetas. Tú, como farmacéutico, las lees con interés y detenimiento para prepararte a dispensar.

    Ese momento es especial, ya que el paciente es quizás consciente que te está desvelando secretos de sí mismo, que posiblemente ni siquiera sus familiares más cercanos conozcan, qué decir de amigos o compañeros de trabajo. Este hecho ocurre frecuentemente cuando al paciente es diagnosticado de una enfermedad crónica, tan dura y frecuente como párkinson, diabetes e incontinencia urinaria, aunque también ocurre con enfermedades puntuales, como alguna infección o diarreas.

    Ese hecho, además de ser confidencialidad entre paciente y farmacéutico, es también de enorme utilidad para nosotros. Gracias a los conocimientos sanitarios que posee el farmacéutico comunitario, puede informar al paciente, si él lo solicita, ayudar y prevenir síntomas o efectos de los medicamentos que puede ser que padezca en el futuro.

    El farmacéutico comunitario puede ayudar al paciente a manejar sus dolencias crónicas

    Por todo ello, y aprovechando que el día 11 de abril se celebró el Día Mundial del Párkinson, quería hacer hincapié en que hoy por hoy esta dura enfermedad no solo es tratada en la consulta de un especialista. La enfermedad de Parkinson es para toda la vida, afecta a las neuronas y su tratamiento es individual, depende de cada paciente concreto.

    En la actualidad, por suerte, participan en el tratamiento y orientación también otros profesionales como psicólogos, fisioterapeutas, logopedas, trabajadores sociales y nosotros, los farmacéuticos. Farmacéuticos comunitarios formados más allá de lo que estudiábamos en la facultad y con muchas ganas de ayudar a nuestros pacientes.

    Si miramos con atención, la medicación del enfermo de párkinson que acude a la farmacia, los cambios en las dosis del medicamento y los nuevos fármacos recetados de los últimos meses, somos capaces de intuir en qué fase se encuentra de la enfermedad y qué tipo de ayuda o apoyo les podemos ofrecer. Además, como comentaba anteriormente, nos hacemos cómplices de ellos, pasamos a saber más de ellos, pero además tenemos la suerte de tener las herramientas en muchas ocasiones para poder ayudarles.

    Durante los últimos años, se han realizado muchos avances sobre la enfermedad, pero cura, por desgracia, todavía no existe. Es por ello que cuanta más ayuda reciban el paciente y sus familiares, más próximos estaremos en mejorar la sintomatología y su calidad de vida.