• El Hospital deja a la ONCE a la intemperie

    Sin un techo bajo el que cobijarse, con una mesa y una banqueta plegables. Así se ha quedado el vendedor de la ONCE Jacinto Mecinas. Pero lo peor no ha sido ni el dolor de espalda ni el frío o el calor, lo más preocupante es que sus ventas han bajado más de un 70% desde el pasado 17 de abril. Y es que las obras del Hospital General Universitario de Albacete se han retomado con retraso y por los accesos, olvidando detalles como el del quiosco de la ONCE. Desde el año 2000, es la primera vez que a Jacinto lo mueven de su puesto de trabajo.

    Mecinas se enteró diez días antes del inicio de las obras, pero pensó que le llegaría una notificación oficial y una solución para su quiosco, ya que al clausurar la entrada de consultas externas, se ha quedado atrapado entre vallas y precintos. De la noche a la mañana, este vendedor se encontró buscando un rincón donde seguir trabajando.

    Así, si bien nadie le avisó de que se quedaría sin quiosco temporalmente, tampoco le han puesto pegas a que vaya dando tumbos por los alrededores del recinto hospitalario. Tan pronto se sitúa debajo de un árbol, como se refugia del viento y la lluvia en una sala de espera. De hecho, él está agradecido porque, al menos, no se ha tenido que marchar.

    Por lo que ha podido consultar, Jacinto Mecinas espera regresar a su quiosco a mediados de julio, pero cree que no volverá a la puerta de consultas externas, una zona privilegiada donde, hasta el traslado, atendía a una media de cien clientes diarios.

    Y es que este vendedor es una pieza más del engranaje del hospital. Él, literalmente, es quien reparte la suerte en el Hospital General.

    Jacinto Mecinas entró en la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) porque tiene cataratas congénitas. Empezó vendiendo el cupón a principios de los años 90 en Villarrobledo, su tierra. Pero en el año 2000, con el cambio de milenio, surgió la oportunidad de trabajar en Albacete, en el Hospital General, y la aprovechó. Ahora presume de tener muy buenos amigos entre el personal del Complejo Hospitalario. De hecho, por ellos se va enterando de la suerte que correrá su quiosco, ya que, después de más de una década anunciando esta reforma, con paralizaciones, retrasos y un sinfín de cambios en las obras, nadie había caído en la cuenta de que un trabajador se iba a quedar en la intemperie.

    Así trabajaba Mecinas hasta el pasado 17 de abril, cuando las obras en el aparcamiento y los accesos del hospital le impidieron la entrada a su quiosco.