• El ladrillo vuelve a las farmacias

    obrafarmaciaVentas, traslados, reformas y ampliaciones. De la Avenida de España a la calle Ancha, da la sensación de que las farmacias albaceteñas han tirado la casa por la ventana y, aunque no tanto como parece, pero sí que hay movimiento y, sobre todo, obras y cambios radicales de imagen.

    La farmacia de Fulgencio Lozano, conocido como el rey de las fórmulas magistrales, está ahora en manos de Antonio Bañón, otro conocido boticario que ha reformado el viejo local de arriba a abajo. La oficina de Lorena Verdú se ha mudado de la calle Ancha a Martínez Villena, en lo que hasta ahora era la tienda de ropa y sastrería de Bautista. Y dos farmacias de la Avenida de España, ambas en la misma acera, han comprado el local vecino y han ampliado instalaciones.

    Y es que hay dos tendencias, la del farmacéutico que aún confía en su pequeña botica y se centra en los fármacos y la de aquel que, sin renunciar a las medicinas de siempre, apuesta por más luz y un sinfín de productos y servicios. No hay que olvidar que los primeros pañales se vendieron en una farmacia, así como las compresas, el agua mineral, el Nescafé o la marca Danone. Ahora está el farmacéutico que ha renunciado a lo que se puede comprar en el supermercado y el que le hace la competencia a las grandes superficies con más y mejor oferta.

    En cualquiera de los casos, este verano se ha convertido en el de las obras. Avenida de España, calle Ancha o Martínez Villena, desde la zona de El Corte Inglés hasta el Ayuntamiento. De reforma están la farmacia de Cuéllar, ahora de María Paños, y las de Bañón, Verdú, Sales Picazo o Fernández Jiménez. 

    Grandes ventanales, sin escatimar en iluminación, el blanco como color predominante, amplitud, diseño, rótulos luminosos y un sinfín de productos a la venta. Parece ser el cambio al que van unas farmacias que, según los boticarios consultados por este diario, han perdido margen en la venta de medicamentos.

    Las oficinas de ahora miran al pasado y al futuro. Todas las boticas, con reforma o sin ella, tratan de recuperar la figura del farmacéutico comunitario, el que escucha al usuario, lo asesora y se convierte, como el médico de cabecera, en una referencia ante una enfermedad crónica o un tropiezo puntual de salud.