• La odisea de un médico para ser ‘español’

    Su sueño era trabajar en la sanidad pública española, a más de 6.800 kilómetros de su tierra, y lo ha conseguido. Quería curar, pero con medios. Por este motivo, hace catorce años que el médico Samuel Matos dejó República Dominicana para embarcarse, en solitario, en la aventura de presentarse al examen MIR en España y hacer la residencia. Entonces tenía dos hijos pequeños a los que tuvo que renunciar durante un año. Por fin, hoy es médico especialista en Medicina de Familia, pero la burocracia le ha jugando una mala pasada. Hasta el año pasado no consiguió la nacionalidad española.

    médico inmigrante

    El Dr Samuel Matos ha tardado más de una década en conseguir la nacionalidad

    Con 45 años, casado y con tres hijos, Samuel Matos Berroa tiene ahora el contrato más largo que ha visto en 14 años. Lleva un año como médico de Familia en Villarta (Cuenca). Pero no pierde la sonrisa porque sabe que, aunque temporal, no le faltará trabajo. Su aspecto de niño y el color de la piel le han dado para mil anécdotas. Y es que ha sido el primer médico negro en la mayoría de los pueblos por los que ha pasado. Ha estado en Alcadozo, La Roda, Casas Ibáñez, Casas de Juan Núñez, Casasimarro, Bogarra, Chinchilla, Alcaraz o Madrigueras.

    A este listado de pueblos hay que sumar los que ha recorrido con la Hermandad de Donantes de Sangre de Albacete, a la que acompañó un tiempo con la unidad móvil de las extracciones. Hijo de un conductor de autobús, siempre quiso “rescatar, ayudar, sanar…”, de ahí que le guste una provincia donde la gente no duda a la hora de tener gestos como el de donar sangre.

    Él hubiese querido hacer la residencia en Madrid, por coincidir con más dominicanos, pero ahora considera que acabar en Albacete fue una suerte. Presume de haber tenido un tutor excepcional, el médico Francisco Escobar, del Centro de Salud Zona IV, y de haberse encontrado como en casa allí por donde ha ido. Para el Dr Matos, esta provincia ha resultado ser toda una aventura, desde los sorprendentes encuentros con las nevadas hasta el hecho de que los pacientes le regalen almendras, vino o jabalí. Cada día de los últimos 14 años ha sido un reto y una grata sorpresa. Ser un médico inmigrante en Castilla-La Mancha ha sido toda una aventura, pero presume orgulloso de ser español y dominicano.

    Un médico inmigrante y negro

    Sólo en una ocasión un paciente se negó a que lo atendiera porque era negro (color de la piel al que Matos se refiere sin eufemismos). El estado del enfermo, que estaba en una aldea, era crítico, por lo que no le quedó más remedio que acceder a que lo tratara Samuel Matos. Al final, todas las barreras psicológicas y culturales cayeron y este médico ganó un admirador que siempre le estará agradecido.

    Este médico, que ya no es inmigrante, sino español y dominicano, estudió en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y para conseguirlo trabajó en todo lo que pudo, por eso no se queja de que en España haya tenido contratos de un día, de unos meses o de verano. Sin embargo, sí que lamenta que los papeles para obtener la nacionalidad se pasaran 14 años en el limbo. Él es un facultativo con experiencia en España, donde ha hecho la residencia, y está colegiado en Albacete, pero hasta que no ha obtenido la nacionalidad no ha podido plantearse opositar a una plaza en la sanidad pública.

    Español y médico de Familia

    El Dr Matos no sabe a ciencia cierta dónde estará el próximo año, pero respira tranquilo porque ya es español. Es más, es médico de Familia en un país que lo necesita. A pesar de las circunstancias, la incertidumbre, la espera y los dos agotadores años de pandemia, Samuel Matos Berroa no se arrepiente de su periplo como médico inmigrante.