Toda una profesión se rinde ante la labor de la profesora Milagros Molina Alarcón, docente de la Facultad de Enfermería de Albacete desde hace 38 años. Buena en la más amplia extensión de la palabra, esta licenciada en Químicas será la primera homenajeada que no es enfermera. En el año más difícil de su vida, en el que Milagros se ha enfrentado al trago más amargo para una madre, se ha encontrado con que esta profesión que la reconocerá el próximo mes de mayo, en las Jornadas del Día Mundial de la Enfermería, la ha cuidado en “la salud, la enfermedad y el dolor”.
Docente por vocación
A sus 61 años, Milagros Molina Alarcón puede presumir de haber dado rienda suelta a su vocación, a la docencia. La Facultad de Enfermería, donde ha dado clase de Biofísica, Bioquímica y Estadística, ha sido su vida y hoy es el aliento que le ayuda a sobrellevar el último revés.
Empezó su andadura cuando era una recién licenciada de 24 años. Hasta pasado un lustro, no supo lo que era un sueldo, pero la vocación pudo más que las dificultades. Fue tal el pánico escénico cuando se vio ante una clase de 80 alumnos, algunos de su edad, que aún recuerda que le dio hasta fiebre, sin embargo, desde entonces hasta hoy reconoce que la han guiado tres personas de la Universidad de Castilla-La Mancha, Fernando Gómez Juárez en la docencia y Ramón Varón y Manuela García en la investigación.
Esta mujer de ciencias y sensibilidad humanística encontró su sitio en Albacete. Nacida en el pueblo conquense de Casas de Fernando Alonso, emprendió la aventura universitaria empujada por su abuela y su madre, de ahí que acabara estudiando Químicas en Salamanca. Un día de verano, recién terminada la carrera, leía en La Verdad de Albacete la oferta de plazas para la futura Escuela de Enfermería, hoy facultad, y decidió apostar por aquel proyecto, aunque empezara sin sueldo. De hecho, tuvo que compaginar aquellas clases con el trabajo con menores y una sustitución para la asignatura de Física en la Politécnica.
38 años después, Milagros Molina ha formado a más de 4.000 alumnos a los que ha tratado de inculcar los valores con los que creció en su casa. “En la vida hay que ser honesto y humilde; ver lo bueno que hay en el otro; no juzgar a nadie que no seas tú y trabajar en tu vocación”.
Una facultad que lo da todo
Jamás ha marcado distancias con sus estudiantes, lo que le ha valido para que siempre la hayan querido y admirado. Hoy, Milagros no podría destacar a ninguno por encima de los demás. Como tampoco le es fácil hablar de un solo compañero porque le vienen todos a la cabeza, como Antonia Alfaro, Concha Piqueras, Carmen Ortega o Antonio Hernández. Esta profesora inició su andadura en el curso 1979-1980, por lo que hasta el actual decano ha sido alumno suyo.
Entre la Universidad y la familia
Reconoce que no se esperaba un homenaje de la Enfermería, porque la agradecida es ella, ya que la facultad albaceteña se lo ha dado todo, dignidad, libertad o apoyo en el peor de los momentos. Y es que su vida se mueve entre dos polos, su trabajo en la universidad, y su familia, con sus cinco hermanos, sus hijos Mariano, Mercedes, Adela, Miguel y Marina y sus seis nietos.
Esta profesión, que ha ayudado a forjar durante 38 años, siempre le ha dado fuerzas para continuar. “La Enfermería me ha ayudado a ver que el dolor no es un problema, es parte de la vida, de vivir y amar”.
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