Les dan los cuarenta años acumulando contratos, siendo interinos, sin estabilidad alguna y sin saber dónde estarán a corto plazo. Como hace una década que no hay oposiciones, la Enfermería del Sescam se enfrenta a una incertidumbre que le lleva a cambiar Castilla-La Mancha por otras regiones limítrofes e incluso por otros países. Antonio Piñeiro tiene 38 años. Acabó la carrera con 25 años. Este toledano es interino del Gregorio Marañón de Madrid desde hace una década. Y es que, aunque pronto rondará los 500 puntos, nadie le asegura una plaza en Toledo. Juan García (nombre ficticio, pero caso real) tiene 37 años y tres hijos. Después de más de una década trabajando en Levante ha regresado a su tierra, a Albacete, para cubrir una baja.
Enfermería se examinará de la oposición el 6 de octubre. Hay 239 plazas, oferta insuficiente si se tiene en cuenta que en la bolsa de interinos los enfermeros se cuentan a miles. Y es que será la tercera oposición desde que Castilla-La Mancha recibiera las transferencias sanitarias. La primera tuvo lugar en 2007 y la segunda, que no se resolvió hasta 2011, se publicó en 2009. Son procesos lentos, ya que los exámenes de este año se corresponden con la OPE de 2016.
Así, la falta de oposiciones periódicas que se resuelvan rápido y los problemas que tiene la bolsa de trabajo para actualizarse llevan a la Enfermería a un futuro laboral inestable en la sanidad pública. Es difícil trabajar con menos de 200 puntos y, sin embargo, cada año de empleo se valora con 36. Esta situación obliga a aceptar contratos de días a horas de coche del domicilio o a optar, como Juan y Antonio, por comunidades limítrofes donde los interinos tienen contratos de larga duración.
La precariedad del interino se ha hecho crónica
Antonio Piñeiro lleva una década trabajando en el Gregorio Marañón y yendo y viniendo de Madrid a Toledo. De la bolsa del Sescam le han llamado en tres ocasiones, para un contrato de tres meses, para un verano y este año para una interinidad. Madrid, sin embargo, le permite no moverse del hospital donde trabaja desde hace diez años.
Juan García regresa ahora a casa, a Castilla-La Mancha, después de 11 años en Levante. Se lo ha jugado todo a cubrir una baja, trasladando a toda su familia con él. Con más de 500 puntos y once años de experiencia en quirófano, lo han llamado para consultas externas. Con 37 años, ahora se conforma con volver a su tierra.
Estos dos testimonios representan los de miles de enfermeros, la mayoría formados en la Universidad de Castilla-La Mancha, a los que ejercer en su tierra les supone superar todo un calvario.