• La otra epidemia… que beneficia a la actual

    El Autor

    Francisco Cebrián Picazo

    Enfermero Unidad de Cuidados Especiales Hospital de Hellín
    Licenciado en Antropología Social y Cultural
    Grado en Sociología

    Cierto es, apreciado lector, apreciada lectora, que no he sido muy original en el título de esta reflexión. En los últimos meses, parte de ese título, LA OTRA PANDEMIA, ha encabezado artículos relativos a la soledad, la desinfodemia (desinformación acerca del coronavirus), la diabetes, la destrucción de pequeños negocios… incluso alguno se puede leer relativo a la proliferación del mosquito tigre con este mismo título.

    epidemia egoísmo

    ¿Qué hemos hecho mal?

    La pandemia por COVID19 está desbocada. ¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué estamos así?

    Quizás estamos así por la influencia de una epidemia de la que poco, o nada, se habla: el egoísmo. Gazzaniga, profesor de psicología en la Universidad de California ha apuntado que “el egoísmo es poco adaptativo y que la evolución acabará con el egoísmo…si el egoísmo no acaba antes con nosotros”. En algunos casos, esto va a ser radicalmente cierto; conductas egoístas complicarán, y mucho, la vida de algunas personas. Lo estamos viendo estos días.

    Afrontar un problema de salud pública, un problema de salud colectiva como la COVID19, exige mirar mas allá de la propia nariz, exige una mirada de respeto, exige un comportamiento social uniforme y congruente con las medidas de protección que, a estas alturas, todos estamos aburridos de escuchar. ¿Por qué fallamos en la implementación de esas medidas individuales imprescindibles para la salud colectiva? En una gran mayoría de los casos simplemente por egoísmo. Se antepone la lógica de la racionalidad individual de cálculo de costes a la lógica de la racionalidad colectiva, si es que esto último existe.

    ¿Por qué incurrir en el coste individual de no juntarme a cenar con toda mi familia o todos mis amigos y/o compañeros de trabajo? ¿Por qué incurrir en el coste individual de renunciar a visitar cinco establecimientos comerciales buscando unos pantalones que “necesito” ahora? ¿Por qué incurrir en el coste individual de llevar (un peñazo) de mascarilla? Y…como bonus, ¿por qué incurrir en el coste individual de vacunarme si me puedo beneficiar de la inmunidad colectiva? Otros, sin ningún pudor, dicen ¿por qué vacunarme el primero si puedo esperar a que se vacune otro y ver el efecto? Esto último es una muestra de ignorancia muy bien informada…aparte de un poquitín de mala leche.

    Way of life

    A todas esas personas que se han saltado las normas de prevención se les ha llamado irresponsables, inconscientes, negacionistas, delincuentes, epidemiólogos de barra de bar, etc…en definitiva son personas que pueden ser categorizadas bajo un mismo epígrafe: egoístas. Todos y todas hemos podido hacer puntualmente algo mal en esta pandemia. Acciones que sabemos que eran de riesgo. Pero la cuestión es cuando estas acciones forman parte del repertorio comportamental de una persona ajena a la situación de pandemia mundial que estamos viviendo. La cuestión es cuando, aún a pesar de todo lo que oímos, seguimos con nuestro way of life de siempre.

    Free-rider

    La lógica de la acción colectiva, sus posibilidades y sus dificultades, ha sido una cuestión debatida en el ámbito de la sociología por varios autores. El sociólogo y economista Mancur Olson acuñó el término de free-rider para referirse precisamente a las personas que se benefician de una acción colectiva sin incurrir en el costo individual de secundarla. El problema del free-rider, también llamado problema del gorrón o del polizón, ligado estrechamente con el dilema del prisionero, es un problema clave en las dinámicas de acción colectiva y que afecta especialmente a los bienes públicos. Tiene un mayor impacto en los grupos grandes que en los grupos pequeños, porque en estos últimos puede haber cierto control del comportamiento individual contrario a los intereses como grupo.

    La tormenta perfecta

    Y así, en relación a la COVID19, tenemos la tormenta perfecta: un problema de acción colectiva (producto de acciones individuales repetidas), un asunto de bien público (la asistencia sanitaria precisada) y un grupo numeroso (la población).

    Sin embargo, existe una cuestión que poco se tiene en cuenta por aquellas personas que dicen, sin pudor, que el sistema sanitario, el público, está para estas situaciones. Contario a otros bienes públicos en los que no existe posibilidad de exclusión o rivalidad, como puede ser la calidad del aire que respiramos, en la situación actual del sistema sanitario sí estamos asistiendo a situaciones en las que se pueden dar situaciones de rivalidad (priorizar un ingreso covid19 frente a una intervención quirúrgica demorable) o de exclusión (una cuestión que sé que su sola mención es controvertida, pero que por una cuestión de pura lógica, la finitud de recursos, es preciso apuntar).

    El tremendo potencial del ser humano

    Miro a la cara a mi hija de 3 años y, a pesar de sus pequeñas facciones, aprecio en ella el tremendo potencial del ser humano como especie; el tremendo potencial que tenemos como individuos libres y singulares que a su vez reconocen la particularidad de vivir en sociedad, con todos sus problemas, y la necesidad de observar conductas comunes de las cuales todos nos beneficiamos: la conducta cívica y el respeto de lo común, el pago de impuestos para la obtención de servicios públicos de calidad, el respeto por el medio ambiente y, en el caso que nos ocupa, la observancia estricta de las medidas de prevención frente a la COVID19: higiene de manos, mascarilla, distancia social y limitación de contactos.

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