Cuando en pleno mes de marzo de 2020 los contagios por COVID-19 se extendían a un ritmo inimaginable, empezó a desbordarse nuestro sistema sanitario. Ante tal situación, hubo que buscar apoyo en los estudiantes sanitarios mejor formados.
, Cristina Romero Blanco y Julián Rodríguez Almagro, Universidad de Castilla-La Mancha
Faltaban manos
Fue el caso de Lucía y Sandra. Ambas eran estudiantes del último curso del grado de enfermería. Permanecían en casa expectantes porque sus rotaciones prácticas (las últimas de su formación) se habían suspendido desde hacía dos semanas a causa del aumento de casos por una enfermedad de la que se conocía todavía muy poco.
Desde casa, como muchas otras personas que permanecían confinadas, escuchaban atentas las trágicas noticias e informes sobre el número de infectados y muertes. Entre todas ellas, una les preocupaba especialmente: las necesidades asistenciales para atender a los enfermos era tan alarmante que se estaban abriendo infinidad de espacios para alojar a los pacientes.
Sin embargo, no había profesionales suficientes para hacerse cargo de estas personas. Ante tal situación, el gobierno hizo un llamamiento a los estudiantes de profesiones sanitarias para que acudiesen a su auxilio en calidad de apoyo. En otros países ocurrió de manera similar.
Entre el miedo y la vocación
Sandra lo tenía muy claro. Acudiría para ayudar. Su primer trabajo de enfermera no fue tal y como lo había soñado, pero sentía que era su obligación moral. Lucía, por el contrario, no acudiría porque, aun sintiéndose preparada y con ganas de ayudar, sus abuelos vivían en su casa y tenía miedo de contagiarlos.
En esa misma disyuntiva con la que se tropezaron Sandra y Lucía se encontraron miles de estudiantes de enfermería bajo circunstancias personales muy heterogéneas.
Lo que ocurrió con estos estudiantes ha sido objeto de estudio por investigadores de la Universidad de Castilla La Mancha. En este trabajo se recogió información sobre la experiencia de 503 alumnos de cuarto curso del grado de Enfermería durante el auxilio sanitario.
Entre los que participaron, tres de cada cuatro estudiantes estaban dispuestos a dar auxilio sanitario y un 44,7 % participó en él. Entre los que no quisieron participar, los principales motivos fueron el miedo al contagio de familiares y la falta de preparación para desempeñar este trabajo. Especialmente, este déficit de preparación se manifestó en el ámbito de los cuidados intensivos, que era precisamente el espacio donde más profesionales se necesitaban.
Experiencia para unos y fraude para otros
Sería lógico pensar que estos alumnos se situarían en una segunda línea y que estarían siempre bajo el paraguas de seguridad que le proporcionaban profesionales titulados con más experiencia. En muchos centros fue así pero, en algunos casos, esta colaboración de estudiantes fue más allá de un apoyo sanitario.
La falta de recursos colocó en primera línea de batalla a estudiantes sin experiencia laboral en servicios de urgencias y UCI, sometiéndolos a un estrés innecesario y a un choque emocional devastador.
Muchos estudiantes que participaron en esta situación la reconocieron como una experiencia profesional única. En cambio, para otros ha sido un completo engaño, no solo por la situación de desprotección profesional, sino porque además las condiciones económicas y laborales no se ajustaron a lo prometido originalmente por los responsables de los centros sanitarios.
Reclamo de mayor formación en cuidados intensivos
Si bien al comienzo de la crisis sanitaria la falta de recursos era acuciante, actualmente disponemos de material y tecnología suficientes para dar respuesta. Por el contrario, aunque se desconoce, resulta insuficiente el número de profesionales que manejan con solvencia la compleja tecnología de los cuidados intensivos (respiradores, hemofiltros, catéteres centrales, etc.). Las enfermeras han demostrado ser polivalentes, con una gran capacidad de adaptación a los continuos cambios del entorno asistencial, pero los cuidados críticos requieren una formación compleja de años.
En España, no existe una especialidad enfermera de cuidados críticos. La formación en este campo corre a cargo de cada uno y de la experiencia adquirida a lo largo de los años, aunque algunos centros sanitarios están implementado mejoras para revertir esta situación.
Durante esta pandemia se ha puesto de manifiesto la importancia de mejorar esta área asistencial. Es necesario porque, aunque puedan existir recursos materiales suficientes (como respiradores), su manejo es altamente complejo y requiere de personal cualificado que no se puede formar en unos días.
Por este motivo, compartimos en este estudio una de las demandas manifestadas por los alumnos. Concretamente, creemos que si durante la formación de grado se potenciará este aprendizaje específico en pacientes críticos estaríamos mejor preparados ante situaciones similares.
La simulación clínica de alta fidelidad
Además, sería vital incorporar metodologías didácticas de simulación clínica de alta fidelidad, que han demostrado excelentes resultados.
Esta técnica de aprendizaje permite reproducir experiencias reales y guiadas de forma interactiva. Tras cada sesión de entrenamiento se realiza otra sesión de revisión, en la que estudiantes y docentes analizan la actividad realizada, sus puntos fuertes y los aspectos a mejorar. Se trata de una experiencia doblemente enriquecedora ya que mejora su capacitación y su confianza.
De hecho, en este mismo estudio, los alumnos que habían participado en experiencias de simulación durante su formación manifestaron una mayor percepción de preparación. Este tipo de metodología serviría para mejorar aspectos técnicos como el soporte ventilatorio. Además, también sería de gran utilidad para el control de la ansiedad en el manejo de pacientes críticos y las habilidades de comunicación con paciente y familiares.
Los estudiantes han sido recursos vitales para nuestro sistema de salud y nuestra sociedad cuando han sido necesarios. Ahora nos toca a nosotros, tanto a docentes como autoridades sanitarias corresponder su esfuerzo. Para ello, es necesario implementar las mejoras necesarias en la formación y en las medidas de seguridad, no solo porque incide en la salud y seguridad del paciente, sino porque van a ser piezas fundamentales en futuras pandemias.
Antonio Hernández Martínez, Profesor Enfermería Maternal e Infantil. Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Terapia Ocupacional, Universidad de Castilla-La Mancha; Cristina Romero Blanco, Profesora Contratada Doctor. Especialidad Salud Pública., Universidad de Castilla-La Mancha y Julián Rodríguez Almagro, Profesor Ayudante Doctor. Grupo ICE., Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.