
Germán Martínez Granero prácticamente se ha bajado del tractor para ponerse la bata blanca. Este psicólogo tardío -acabó la carrera con 37 años- es interno residente en el Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. Detrás de un cambio de vida radical, hay una historia de esfuerzo y superación.

Con 16 años, en segundo de BUP, dejó los estudios
Con 16 años, Germán Martínez abandonó los estudios. Los dejó en segundo de BUP porque repetir curso fue la gota que colmó el vaso. Así, como cualquiera que en su época no valía para los libros, se puso a trabajar de albañil. Durante tres años, sufrió el trabajo más duro que recuerda.
Natural del pequeño pueblo conquense de Casas de Haro, cuando regresó de la mili, Germán pensó que había llegado el momento de pasar del ladrillo al campo. Y así fue como su día a día se transformó en sembrar, labrar, podar o segar. Era un trabajado duro, pero el campo le gustaba.
Con 32 años, empezó la carrera
Cumplió los 30 años en plena crisis económica. El trabajo en el campo cada vez era más inestable, así que probó suerte en un mercado laboral en el que pudo comprobar que el graduado escolar apenas si abría las puertas para breves contratos de comercial.
Cansado de dar tumbos y con la espinita de haber dejado los estudios, Germán Martínez decidió que había llegado el momento de retomar lo que dejó con 16 años. Se preparó el acceso a la universidad para mayores de 25 años y, con 32 años, empezaba la carrera de Psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que empezó compaginando con el campo. Acabó los estudios becado y a curso por año.
Al terminar la vendimia, Germán Martínez empezó a prepararse el complicado examen PIR
Finalmente, en 2016, después de terminar la vendimia, decidió presentarse al examen de Psicólogo Interno Residente (PIR). Ese año, con dos meses y medio de preparación, aprobó pero no consiguió plaza. Sin embargo, lejos de desanimarse, se enclaustró estudiando diez horas al día de lunes a sábado y, en la siguiente convocatoria, consiguió plaza en el Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, a 60 kilómetros de su pueblo.
La historia de Germán Martínez coincide con aquellas frases de superación que circulan por las redes sociales. «Y como no sabía que era imposible, lo hizo». Y es que si bien su meta no era inalcanzable, en sus circunstancias si se correspondía con el «más difícil todavía». Retomar los estudios después de quince años en barbecho tiene mérito, pero más si se aspira a una carrera universitaria a distancia. El colmo de los colmos fue enfrentarse a un examen, el del PIR, que deja en la estacada a más de 3.500 psicólogos todos los años.

«La mejor recompensa, aunque suene a tópico, es ver que ayudas a la gente»
Este psicólogo eligió la carrera sin vocación, animado por un amigo que la dejó al mes y medio de que empezaran juntos. Pero conforme ha ido avanzando le ha gustado más. Ahora, reconoce que «la mejor recompensa, aunque suene a tópico, es ver que ayudas a la gente».
El secreto del éxito del psicólogo Germán Martínez es el esfuerzo, y la recompensa, el orgullo de sus padres y ayudar a unos pacientes, los de Salud Mental, que no todo el mundo entiende.
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