• Atención Primaria, renovarse o morir

    El médico Antonio González Cabrera analiza la situación de la Atención Primaria para advertir que sólo quedan dos opciones: renovarse o morir

    El Autor

    Antonio González Cabrera

    Médico de Familia

    Empecé mis vacaciones estivales satisfecho por poder hacerlo con toda la población diana del cupo que tengo adscrito vacunada ya con la pauta completa, por hacerlo sin pacientes en lista de espera de consulta, y sin pacientes diagnosticados de patologías que requieran atención preferente sin encauzar.

    González Cabrera renovarse morir

    Reformas y cambios

    La no presión asistencial, me permite revisar todo lo acontecido en este año y medio de pandemia, y reflexionar sobre la situación en la que nos encontramos la Atención Primaria. Este periodo ha sacado a la luz los múltiples déficit, carencias e incongruencias que han condicionado y siguen condicionando la vitalidad de un sistema asistencial público que se está mostrando obsoleto y necesitado de una serie de reformas y cambios que permitan su supervivencia. Porque no será fácil que continúe siendo válido no solo en la actual situación, sino de cara al futuro.

    Aunque nadie merece lo negativo, no es extraño llegar a pensar como sanitarios de Atención Primaria, si no merecemos las consecuencias de una situación que hemos permitido cuando no, en ocasiones, propiciado.

    Años de silencio y conformismo

    Han sido demasiados años por nuestra parte de silencio, de conformismo; de pasividad; de soportar consultas interminables; de una progresiva escasez de recursos; de precarización del empleo en el sector;  de callarnos ante el ninguneo de los profesionales de Atención Primaria; de no responder a usuarios que solo sabían sus derechos y que no han valorado, o intentado entender los porqués de nuestra actitud; de falta de profesionalidad y compañerismo por parte de algunos de nosotros; de una gestión nefasta, pensada y hecha desde los despachos y no desde las consultas, etc.

    Un conjunto de elementos que han convertido a la piedra angular del sistema público de salud, la Atención Primaria, en la hermana pobre y desorganizada, y que nos ha llevado a la situación de deterioro e infravaloración en la que hoy estamos.

    Escudándonos en el concepto “vocación”

    Y lo peor, ver como muchos compañeros avisaban de que esto ocurriría, a los que hicimos oídos sordos, y que muchos han optado por abandonar esa lucha ante la falta de respuesta colectiva a sus llamadas. A unos no los escucharon por pensar que solo eran reivindicaciones ideológicas, y en otros casos, justificamos nuestra inacción ante los acontecimientos, negativos escudándonos en el concepto “vocación”.  

    Pero, sobre todo, pocos han sido conscientes de que somos víctimas del hecho de que un sistema de todos y para todos, no puede ser defendido solo por una de sus partes, sino que precisa de una defensa a ultranza de todos sus componentes, sobre todo por parte de sus teóricos beneficiarios, los usuarios, entre los que la defensa del sistema ha brillado por su ausencia, salvo que les afectase individualmente el problema.

    El denominador común de todos (usuarios, sanitarios, gestores, responsables políticos) es la queja en la barra del bar o en el mercado, no donde procede; el haber cambiado la protesta por el dolor; haber pasado del enfado a la resignación.  

    Los símbolos

    Atrás quedaron muchos de los símbolos del sistema en AP: el trabajo en equipo, con independencia profesional; el poder organizar la demanda de una manera coherente y no con un tiempo fijado de antemano por consulta; con poca comunicación entre los sanitarios de primaria, y ni siquiera atisbar una comunicación fluida con hospitalaria salvo la sostenida sobre las relaciones personales de los profesionales; unos protocolos incumplibles en los tiempos asignados; una enfermería cualificada e infrautilizada, etc. Y si hay un lugar donde eso ha sido más palpable ha sido en el medio rural, donde el trabajo en soledad y el no ver al medico de familia como lo que es, especialista en medicina familiar y comunitaria, aún ha hecho menos valorado su trabajo.

    Herida de muerte antes de la pandemia

    La Atención Primaria ya estaba herida de muerte, y la pandemia ha servido para que esa realidad quede al descubierto y a la vista de todos. En el origen de la situación, agendas interminables, quienes inexplicablemente hacen esas agendas más interminables aún, y otros que sencillamente hacen mutis por el foro convencidos de que “eso no es cosa mía” o para lo que les queda en el convento… Merecería la pena revisar las bajas laborales por causas psicológicas y no orgánicas que se han producido en este tiempo de pandemia. Demasiado profesional quemada por las más diversas razones, hace que el quemado sea el conjunto del sistema.

    ¿Dónde estaban los responsables políticos?

    Pero no todo debe quedar en la actitud de auto flagelarnos los profesionales. Hay muchos más responsables. ¿Dónde estaban los gestores cuando hemos tenido múltiples problemas? Puede que hayamos soportado desde su falta de profesionalidad hasta su falta de empatía, pero desde luego, no los hemos visto preocupados por la calidad asistencial, ni por la mejora de la gestión de los escasos recursos disponibles. Todo no puede gestionarse detrás de un teléfono, y menos al sentirles lejanos al problema y dándonos la sensación de que esa distancia era mayor aún a la física. Y tampoco hemos de olvidarnos de ¿dónde estaban los responsables políticos? Mucho más distantes aún de los problemas y de nosotros que los gestores.

    ¿Dónde están los responsables?

    Pero no todo puede ser achacable a políticos, gestores o profesionales. Tampoco los usuarios han demostrado interés por mantener y mejorar el sistema. Ante el retraso en la consulta, o en la realización de una prueba diagnóstica, siempre han visto la solución en acudir a la privada, en lugar de levantar la voz y exigir que se les atendiese cuando y como era debido. Pocos han apostado por un sistema universal de calidad y han exigido con fuerza su mantenimiento. Solo les ha importado el mal funcionamiento, cuando no podían acudir a su centro, dando por hecho que los profesionales no le queríamos atender, y no analizando si era debido a las circunstancias generadas por la pandemia.

    La población ha asumido un modelo clientelar, donde no les preocupa nada su desconocimiento del sistema, cuando esa es una de las causas de su mal funcionamiento.

    Tiempos pasados

    Atrás quedaron los tiempos en que el paciente sabía cuándo debía requerir la asistencia y cuándo no, o cuando antes de acudir a urgencias uno se tomaba un paracetamol, y si el problema continuaba entonces acudir.

    Algunos solo se muestran preocupados por disponer en su casa exista de un mini almacén de fármacos, desconociendo para que son útiles la mayoría de ellos. En este país en general, y en la salud en particular, nos preocupa lo inmediato, no lo importante ni lo fundamental.

    Parte del aparato burocrático

    Ya no hay un profesional de referencia para el cuidado de la salud, sino que ven en el facultativo una ventanilla en la que solicitar una analítica, una radiografía o una receta, porque tienen derecho a ello, aunque no tengan necesidad de ello. Nos han convertido a los profesionales en parte del aparato burocrático de la administración. Poco les preocupa la relación medico paciente, ni si se les realiza una buena praxis médica, ni si su actitud implica un aumento del gasto.

    Aumentar la oferta de servicios ha hecho crecer la demanda, pero sin educar sobre cuando debe realizarse esa demanda. Es aquello de acción reacción, aunque la reacción impida que la acción continúe.

    Una actitud y una aptitud que necesariamente pasa por cambios profundos

    O se hace una revisión completa del modelo y se afrontan los cambios que precisa con el coste político que eso conlleve, o ni los fondos europeos para afrontar las consecuencias de la pandemia, servirán para volver a ponerla en pie, porque no es solo una cuestión de recursos sino de una actitud y una aptitud que necesariamente pasa por cambios profundos. Pero sobre todo depende que ninguno, ni usuarios, ni profesionales, ni gestores ni responsables políticos, arrojemos la toalla. Pero también de que hagamos autocritica, que asumamos de que el responsable del problema no siempre es el otro. Renovarse o morir.

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