En un pequeño pueblo albaceteño de apenas 500 habitantes reservan una planta de su Castillo al busto y la historia de Plácido González Duarte (1897-1986), un genio de la cirugía. Carcelén no olvida a su vecino más ilustre. Se licenció en Medicina en Madrid con veintidós matrículas de honor. Su tesis doctoral se llevó, en 1920, el Premio Extraordinario. Y, tras un año en la Facultad de Medicina de París, en 1922 ingresó en la Casa Real como médico. En 1924, González Duarte ya formaba parte de la plantilla del Hospital de la Princesa.
La Real Academia de la Historia destaca en su biografía que, si bien Plácido González Duarte trabajó en todos los campos de la cirugía general, sobresalió sobre todo en cirugía del esófago, cáncer de pulmón y tórax, donde fue una referencia mundial. Cuando el maestro del pueblo de Carcelén vio el talento del niño con sólo 9 años, recomendó a los padres que se esforzaran por desarrollar aquel potencial. Y lo hicieron.
Fue alumno de Ramón y Cajal y Gregorio Marañón
De orígenes humildes, el padre de González Duarte era arriero, pero su abuelo materno fue cirujano-sangrador, de los que tanto reducían fracturas como sacaban muelas. La familia escuchó los consejos del maestro y matricularon al niño en el Instituto San Isidro. Llegó hasta Bachillerato con matrícula de honor, calificación que también obtuvo en la carrera y que le valió tanto el premio del profesor Martínez Molina como una de las dos becas que daba la facultad para formarse en el extranjero. Fue alumno, entre otros, de Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Cardenal o Medinaveitia.
González Duarte acabó Medicina con veintidós matrículas de honor
Recuerda la biografía que se puede leer en el Castillo de Carcelén que González Duarte atendió en 1946 al cónsul de Estados Unidos en Madrid. El encuentro con aquel diplomático le abriría las puertas de los hospitales americanos.
Durante la Guerra Civil, inventó la “cura Duarte”
Trabajó en cirugía de guerra estabilizando a los heridos antes de ser enviados a los hospitales, técnica que fue denominada por algunos como “cura de Duarte” o simplemente “cura española”.
Defendió la necesidad de la especialización en cirugía y la de una formación por el sistema de residencia, tal y como había visto en sus estancias fuera de España. El doctor González Duarte fue un defensor de la importancia de que el cirujano tuviera unos buenos conocimientos en medicina interna, en lugar de conformarse con ser solamente un buen técnico.
Recibió la Gran Cruz del Mérito Civil de Sanidad y, desde muy joven, fue médico de la Casa Real
Fue miembro del Comité Científico de la Sociedad Internacional de Cirugía, presidente del Congreso Nacional de la Asociación Española de Cirujanos (1967), miembro honorario de las Sociedades de Cirugía de México, París, Londres, Chicago y Lyon. Además, este carcelenero recibió diversas condecoraciones, entre ellas la Gran Cruz del Mérito Civil de Sanidad.
De sus publicaciones destaca su libro La resección pulmonar, una referencia para los cirujanos de su época. Además, publicó gran número de artículos sobre temas muy diversos, como cáncer, el dolor de las enfermedades del raquis, cirugía de los trastornos circulatorios, cirugía de la tuberculosis pulmonar, sobre el cáncer de esófago y sobre la cirugía de las hernias hiatales. Tradujo el libro Exploración clínica y diagnóstico quirúrgico (1928) de Félix Lejars.
Cuentan en el pueblo que nunca olvidó sus orígenes. Cualquier carcelenero que tuviera un problema de salud sólo tenía que preguntar por él en Madrid, así el paciente se ponía en manos del mejor sin coste alguno. Cada 23 de agosto, ya entrada la noche, González Duarte aparcaba el coche a la entrada del pueblo para ver la carrera de los montones, un impresionante recorrido bajando, desde el punto más alto hasta la ladera de Carcelén, con antorchas.
El cirujano moría el 5 de junio de 1986, no sin antes haber dejado una honda huella en la Historia de la Medicina.
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