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Miguel Ruiz, a sus 23 años, puede parecer un joven normal que se pierde en el anonimato de un día a día centrado en los estudios, la familia y los amigos. Pero ya ha salvado una vida, convirtiéndose en ese héroe cualquiera capaz de donar sin recibir nada a cambio, ni siquiera el merecido reconocimiento social. Y es que hay un sinfín de héroes que se mezclan a diario entre la multitud.
Miguel Ruiz entró en el registro de donantes de médula en el año 2017, en 2022 salvaba una vida
Existen héroes anónimos que no son los protagonistas de la actualidad, como es el caso del joven albaceteño Miguel Ruiz. No lo dudó cuando lo llamaron de la Fundación Josep Carreras y le preguntaron si estaba dispuesto a salvar una vida. No sabía ni de quién se trataba. Tampoco tenía muy claro todo lo que debía hacer, pero dijo que sí.
Sano y deportista, Miguel Ruiz nunca había estado en un hospital más del tiempo de rutina de alguna consulta. Y poco amigo de las agujas, tampoco se había visto en la necesidad de pincharse nada más allá de las vacunas de rigor. Sin embargo, este verano pasó cuatro días inyectándose factores de crecimiento y acabó enganchado a una máquina durante seis horas para donar a un desconocido. Sólo sabía que se trataba de un varón, del País Vasco, que necesitaba sus células madre.
“Estaba entusiasmado”
Con dos vías puestas en sus brazos, Miguel Ruiz veía cómo su sangre salía por un lado y entraba por otro, mientras una máquina cogía lo que necesitaba para la donación. Miraba con nervios. De hecho, la noche anterior no había pegado ojo. Pero no se trataba de miedo o inquietud ante el proceso sino de que “estaba entusiasmado porque iba a salvar una vida”.
El periplo de Miguel para convertirse en donante de médula empezó en 2017, cuando una amiga con leucemia la necesitó. El circulo más cercano de esta joven, que hoy preside la asociación Yo me pido vida, inició una campaña y se lanzó a inscribirse en el registro de donantes de médula. Todos sabían que era muy difícil que encontraran un enfermo compatible con ellos. De hecho, esta chica sobrevivió, pero gracias a la donación de una italiana.
El candidato ideal
Así, tres años después, en febrero de 2020, Miguel recibió la primera llamada de la Fundación Josep Carreras. Ante lo inesperado sintió incluso pánico, tal y como confiesa ahora. Le dijeron que si estaría dispuesto a protagonizar una donación de médula ósea, contestó que sí y únicamente le pidieron que se hiciera una analítica en el Hospital General Universitario de Albacete. Llegó la pandemia y el joven no supo nada más.
En enero de 2022, lo llamaron de nuevo y una vez más se sometió a la analítica. Además, contestó de nuevo que no fumaba, practicaba deporte, estaba sano y no tenía antecedentes ni de cáncer ni de diabetes, pero ahí quedó la cosa hasta que en mayo le confirmaron que era la persona idónea para salvar la vida de un paciente.
“No me pude negar a salvar una vida”
“No me pude negar a salvar una vida”, recuerda. Además, la Fundación Jopep Carreras se lo puso muy fácil. Le pagó todo, desde el desplazamiento hasta el alojamiento en el hospital de referencia que prefiriera, por lo que cerró el círculo en el Hospital de La Princesa. Le dieron a elegir entre dos opciones: aféresis o punción lumbar y optó por la primera.
Hoy, Miguel Ruiz vuelve a ser un héroe cualquiera, un joven albaceteño que estudia el Grado de Sonología en el Conservatorio de Madrid y oposita al Cuerpo de Maestros. Pero el año pasado salvó una vida.
