• Historias del rellano de una escalera

    El Autor

    Francisco Martín Ros

    Médico de Atención Primaria

    Hay historias, reales o inventadas eso es lo de menos, que no pasando de sencilla anécdota adquieren un trasfondo no exento de gracia con moraleja incluida. La comunicación entre grupos de personas cada vez se ejercita más por escrito, lo que en ocasiones y siempre que los participantes tengan un mínimo de ingenio, educación y sentido del humor, puede dar como resultado un producto divertido y ameno. No me estoy refiriendo a lo que ocurre en las redes sociales donde los exabruptos, las descalificaciones groseras y los insultos malsonantes empobrecen el resultado final.

    En el rellano de un piso de un edificio de viviendas cerca de la puerta del ascensor, un vecino abandonó un pino pequeño que apareció tumbado en el suelo. Al día siguiente, y dado que el árbol permanecía en el mismo sitio, otro vecino depositó un papel al lado del árbol con el siguiente mensaje: “No sé quien ha dejado aquí este pino ni si lo ha hecho por descuido o con espíritu decorativo. Sea como fuere, agradecería a su dueño que lo deposite en el contenedor de basuras más cercano evitando así tropiezos de desagradables consecuencias

    Poco tiempo después el autor de semejante desprendimiento colocó otro papel con su respuesta: “Este pino permanecerá aquí hasta el 30 de mayo, fecha en la que será trasladado hasta un centro para ser replantado. No se trata de basura, sino de un ser vivo en espera de mejora que no cabe en mi pequeño apartamento. Agradecería más tolerancia con los que tienen menos metros cuadrados de vivienda. Perdonen las molestias“.

    En breve espacio de tiempo todos los vecinos estaban al día del conflicto surgido por el pino en cuestión por lo que no tardó en aparecer un tercer mensaje que rezaba así: “Soy otro vecino. Mi opinión es que deberías guardarlo en tu casa hasta el 30 de mayo. Te lo digo porque a mí el 6 de junio vienen a retirarme la lavadora vieja que además es muy grande y, como en tu caso, dispongo de poco sitio. Supongo que no te parecerá oportuno que la deje hasta entonces al lado de tu pino moribundo“.

    El rellano, ahora sí, era el sitio más visitado del edificio, y el pino el tema único de conversación. Se mascaba en el ambiente que otros mensajes estaban al caer. El siguiente decía así: “El rellano no es lugar para dejar nuestras pertenencias,sean seres vivos o inertes, estén en perfecto estado de revista o en espera de tratamiento. Aunque mi apartamento es de los más grandes ya os aviso de que me negaré en redondo a ser el depositario de todos aquellos objetos que, por su tamaño, no quepan en vuestras viviendas. Si no respetamos las zonas comunes cualquier día dejo a mi marido que no me sirve para nada al lado del pino para que se lo lleven al centro y lo replanten a él también“.

    Acudían vecinos de los edificios colindantes e incluso de calles adyacentes a visitar el rellano, pues la expectación surgida había traspasado las fronteras del portal. Al tercer día apareció un nuevo mensaje: “A la vecina que quiere reciclar a su marido: no creo que sea buena idea lo de plantar a su cónyuge en las zonas comunes. Como cunda el ejemplo ni se imagina la cantidad de inútiles que se nos van a acumular en los rellanos. Podría haber más gente pernoctando en las zonas comunes que en las propias viviendas. Le ruego no oferte a la comunidad más ideas“.

    Pocas horas más tarde el depositario del pino agregó otro: “Al final, con tanto mensaje mi pino se acabará convirtiendo en un árbol de Navidad. Mañana a primera hora abandonará el rellano, doy mi palabra de honor. De ningún modo quiero importunar a un vecindario tan preocupado por los elementos en las zonas comunes. Posdata: por otra parte el árbol está resultando ser una excelente excusa para mantener la comunicación entre vecinos. Acabaremos por echarlo de menos.

    En efecto, el 30 de mayo el árbol fue retirado del rellano y todo volvió a ser lo que era antes. ¿Todo? No, todo no. Un buen día apareció una gran maceta con un árbol de mediana estatura plantado en ella. En el pié de la maceta aparecía un cartel en el que se podía leer: “Por favor, ruego a mis vecinos que utilicen este árbol para compartir sus inquietudes y preocupaciones, y que lo hagan como hasta ahora, de una manera correcta y ocurrente. Creo que acierto si digo que todos nos hemos divertido con el episodio del pino abandonado y además hemos aprendido algo: que con ironía, educación y sentido del humor todo conflicto se hace más llevadero“.

    Desde entonces, y de vez en cuando, aparece en el pino algún mensaje. Muchos lo leen, algunos pocos contestan con educada escritura, pero en todos se adivina un denominador común: una pícara sonrisa y un sentido de orgullosa pertenencia.