Un equipo del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) ha llevado a cabo una investigación en torno al mantenimiento de la respuesta inmunitaria en pacientes con COVID-19 que han recibido un trasplante de médula después de vacunarse contra el SARS-CoV-2. Los resultados señalan que las defensas se mantienen, confirmando la protección inmunitaria después del trasplante, momento en el que el paciente no puede recibir una nueva dosis de la vacuna.
El estudio, que se ha publicado en la revista Cancers, está liderado desde la Unidad de Inmunopatología del Centro Nacional de Microbiología (CNM) del ISCIII. Y cuenta con Mayte Coiras y Sara Rodríguez-Mora como sus dos principales autoras. Las investigadoras pertenecen también al Área de Enfermedades Infecciosas (CIBERINFEC) del centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER), adscrito también al ISCIII. En el trabajo participan también más investigadores del CNM y del Instituto de Investigación Sanitaria Ramón y Cajal de Madrid. Así como de la Universidad de Alcalá y del Centro de Salud Pedro Laín Entralgo, también en Madrid.
La investigación ha tratado de aportar más conocimiento en el manejo de uno de los grupos de población claves en la estrategia de vacunación. Como es el caso de las personas con enfermedades hematológicas y cáncer.
Este colectivo es especialmente susceptible a la COVID-19, por lo que la estrategia de vacunación en estas personas ha sido una prioridad.
Así, existía la duda de si, debido a la propia enfermedad hematológica o al tratamiento que estas personas reciben para manejarla, la protección conseguida tras la vacunación contra la COVID-19 podría no protegerles, o protegerles menos, frente a las formas graves de la infección por SARS-CoV-2.
Para solucionar esta duda, las autoras han analizado las características de la respuesta inmunitaria desarrollada por 29 personas con cáncer hematológico. Estas personas recibieron un trasplante de células madre para superar su enfermedad tras recibir el esquema de vacunación completo contra la COVID-19.
Protección algo menor, pero suficiente
Todos los participantes en el estudio mostraron niveles reducidos de anticuerpos en plasma -una de las defensas del sistema inmunitario-, mientras que, en referencia a la respuesta inmunitaria celular -otro de los tipos de defensa inmunitaria-, se observaron diferencias según el tipo de trasplante medular.
Si el trasplante era autólogo -procedente del mismo paciente-, la inmunidad celular se mantenía similar a la de personas sin cáncer. Pero si el trasplante era alogénico -proveniente de otra persona-, la inmunidad celular se mostraba mucho más débil, dada la necesidad de recibir medicación para evitar el rechazo.
En todo caso, el trasplante no afectó a la respuesta inmunitaria específica contra el SARS-CoV-2. La mayoría de las infecciones por COVID-19 notificadas tras el trasplante fueron de carácter leve. Algo que demuestra que estos pacientes conservaron cierto nivel de protección en la vida real. Sí era algo menor en comparación con personas sin cáncer, pero suficiente para combatir con eficacia la infección por COVID
Las autoras señalan que los resultados de este estudio confirman que la vacunación contra la COVID-19 “es eficaz, necesaria y segura para las personas con enfermedad oncohematológica”. Así como que la protección inmunitaria después de un trasplante de médula ósea persiste. Y que se mantiene en niveles suficientes, al menos en el corto plazo, que es cuando estos pacientes no pueden recibir nuevas dosis de la vacuna”.