• Izpisúa, entre la euforia y la cruda realidad

    El Autor

    Editorial de www.diariosanitario.com

    Dolores Carcelén

    El científico hellinero Juan Carlos Izpisúa Belmonte sorprendió en el acto que lo convertía en Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). El auditorio, repleto de profesores, asociaciones, empresarios, políticos y, sobre todo, admiradores, enmudeció. Su discurso nos llevó de la euforia a la decepción. Optimismo al ver que la ciencia avanza comiendo terreno a la enfermedad e impotencia al escuchar de una voz tan acreditada que la investigación ni está ni se le espera en la agenda política.

    Izpisúa se dirigió a los gobernantes pidiendo su apoyo, pero la máxima autoridad política de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, no estaba para escucharle. Se encontraba de inauguración mientras su consejero de Sanidad, Jesús Fernández, también estaba ocupado vendiendo sus listas de espera. Ni un solo consejero encontró tiempo para un hellinero que, a base de esfuerzo, ha pasado de la pobreza a la élite científica. Y es que, aunque cercano, a cualquiera nos hace sentirnos pequeños.

    El nuevo miembro del claustro de doctores, uno de nuestros albaceteños más ilustres, llamó la atención sobre la calidad de la sanidad española, que, aunque siempre mejorable, está a años luz de la de Estados Unidos, donde él vive desde hace años. Sin embargo, llamó la atención sobre una incoherencia, el país de la sanidad pública universal da la espalda a la base, a la cura, a la investigación.

    Presidente y consejeros no encontraron hueco en su apretada agenda

    Nos dejó atónitos porque demostró ante un auditorio perplejo que se puede retrasar el envejecimiento y no en términos estéticos sino dando vida a enfermedades que la quitan en la adolescencia. Diez mil patologías hereditarias se podrían curar evitando millones de años de sufrimiento. No tiene el Santo Grial ni lo persigue; todos moriremos tarde o temprano, pero sí parece de ciencia ficción que llegue la vejez sin que perdamos la movilidad o la cabeza. Pues bien, en el laboratorio y con modelos animales ya es una realidad.

    Un Izpisúa convencido y que convence dejó claro que sólo falta cruzar el puente del laboratorio al hospital, que no es poco, pero se trata de una distancia insalvable sin el apoyo de los gobernantes.