• La UCI enmudece

    Y lo hace por sus pacientes. Un sonómetro advierte con señales visuales en cuanto se superan umbrales de ruido que van más allá de los 50 decibelios. El objetivo de esta iniciativa, que acaba de empezar en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital General Universitario de Albacete, es velar por el sueño de los enfermos durante la noche y por su tranquilidad durante el día, aunque lidiar con los pitidos de las máquinas y el ritmo frenético de unidades con pacientes complicados no sea fácil. No hay que olvidar que el ruido es una amenaza invisible que produce fatiga, somnolencia, disminución de la función inmune, estrés e, incluso, alteraciones en la cicatrización de las heridas.

    “Ya es suficientemente estresante ser paciente en un hospital para que encima haya mucho barullo por la noche”. La frase está sacada de un informe, ‘Annals of Internal Medicine’, dirigido por Orfeu Buxton, neurocientífico del Hospital de Brigham. Ese estudio concluye que los niveles de ruido de los hospitales superan los 80 decibelios, que es el sonido que emite una lavadora.

    Fotografía: @MartinTorral

    La cuestión no es baladí, ya que la Unidad de Investigación en Cuidados del Instituto de Salud Carlos III (Investén-isciii) impulsó el año pasado la campaña Sueñón, un proyecto apoyado por un millar de profesionales sanitarios con el objetivo de promover el descanso de las personas hospitalizadas. Aquí se advierte de que dormir menos de cinco horas multiplica por cuatro el riesgo de muerte en los hospitalizados, de ahí que no sólo se persiga disminuir el ruido, también mejorar la temperatura, la comodidad de las camas, las interrupciones de los cuidados o la luz.

    Por todos estos motivos, la UCI albaceteña, tal y como ha explicado una de sus intensivistas, Isabel Murcia, no se quedará sólo en el sonómetro, trabaja en un protocolo para mejorar el descanso de sus pacientes. Y es que también hay estudios que proponen las horas mágicas, una franja que va desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana, para permitir que los hospitalizados duerman unas horas mínimas sin interrupciones.

    En la provincia de Albacete, uno de los hospitales pioneros en la defensa del silencio ha sido el de Villarrobledo. En opinión de la psicóloga Mercedes Esparcia, que está entre las precursoras, los pacientes prematuros y ancianos son los más sensibles a este contaminante invisible. De hecho, los niños sometidos a ruidos constantes y fuertes poseen unos niveles más elevados de tensión arterial que aquellos que no lo están. Esparcia advierte del ruido que “por encima de los 55 decibelios produce cambios en el sistema hormonal e inmunitario y conlleva cambios vasculares y nerviosos”.