• Diez kilómetros ‘mágicos’ por Pétrola

    Cuando nos pregunten por el atardecer más mágico que hemos vivido en décadas, los andarines de Diario Sanitario describiremos los colores, la calma, el paisaje y el canto de las aves en torno a la Laguna Salada de Pétrola (Albacete). Qué cerca teníamos la imagen que guardaremos para siempre en nuestra memoria, esa a la que no hay fotografía que haga justicia.

    ✔Andarines: Manuel Martínez, Rigoberto López, Juan Antonio González, Cesárea Arnedo, Juanan García y Dolores Carcelén.

    Cuando nos pregunten por el atardecer más mágico que hemos vivido en décadas, describiremos la Laguna Salada de Pétrola (Albacete).

    Parecía una tarde más de senderismo, con buenos augurios, como siempre, pero sin grandes expectativas. Ya habíamos recorrido la Laguna Salada de Pétrola en numerosas ocasiones, aun así salimos de Albacete a las tres de la tarde con nuestro lema siempre presente: «Frente al sedentarismo, senderismo».

    Nos esperaban diez kilómetros y una cena para celebrar, una vez más, la jubilación de Manuel Martínez, nuestro guía, médico y dentista. Pero cuál no sería nuestra sorpresa cuando, frente al tradicional recorrido llaneando, nos encontramos con tres subidas, una de ellas a la Cola de Caballo, el punto geodésico de la zona.

    Los ascensos nos descubrieron una vista de la Laguna Salada de Pétrola inédita para nosotros, así como inusuales cambios en la orografía y restos del pasado que esconde cada morra. Si el atardecer nos trasladó hasta imágenes del Norte de Europa, la tarde nos llevó de viaje hasta África e incluso con instantáneas que evocaban el lejano Oeste americano.

    Con los cinco sentidos

    Aquí puede consultar la ruta, circular, de 10 kilómetros

    Y mientras saltábamos de continente en continente, con cada pequeña ascensión, observábamos huellas de pezuñas, veíamos saltar a más de un conejo, nos sobrevolaban grajas e incluso gaviotas, para acabar viendo una grulla real, un águila y, antes de recuperar el aliento, un búho real, imponente, que nos sobrevoló a dos palmos.

    Daba igual a dónde mirásemos mientras caminábamos, los almendros en flor, el agua de la laguna, las formaciones rocosas, la fauna o la flora copaban cada sentido.

    Pero recomendaremos una y otra vez las bondades del atardecer de Pétrola, que invita, en silencio, a sentarnos delante de la Laguna Salada a ver morir el día. De hecho, quedamos en que volveremos una y otra vez para observar, sin prisa, el ocaso.

    Pétrola lo tiene todo

    Después, hay que disfrutar de un pueblo, aunque pequeño, con mucha vida. Los andarines tuvimos la suerte de caminar con Juan Antonio González, que nos abrió su casa petrolina, y con la secretaria del Ayuntamiento, Cesárea Arnedo, que nos aconsejó, con acierto, los mejores tomates, los de Pepe, el de la tienda; el mejor pan casero, el de Dimas, el panadero; las mejores morcillas y chuletas, las de Mari Carmen, la carnicera; y las cervezas frescas de la tienda de Charo. Tampoco nos olvidamos de Pilar, amiga de la madre del anfitrión y de la pareja del jubilado, que nos hizo una tarta de manzana como la que en tiempos servía en el Restaurante Los Ibáñez.

    Pétrola siempre será un acierto, porque su laguna está a dos pasos, como el atardecer.

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