• Los Cárceles nos lleva al Puente de Vadocañas

    El Autor

    Rigoberto López y Manuel Martínez

    Profesor de Psicología y médico dentista

    Los andarines de Diario Sanitario nos dirigimos en esta ocasión hasta la pedanía villamalense de Los Cárceles para ver el Puente de Vadocañas, un viaducto que data del siglo XVI. Una explosión de luz y agua en una tarde calurosa que mitigó un río Cabriel cuya fuerza nos hizo olvidar la primavera más seca que recordamos.

    Empezamos la ruta, de 16 kilómetros, en el área recreativa de Los Cárceles, donde dejamos el coche. Nos pusimos las botas y tras tantear entre valla y valla, por fin encontramos una senda a mano izquierda que nos llevaría por la ribera del Cabriel.

    En esta ocasión íbamos cuatro de los seis habituales: el bardo, la brújula, ferromán y la multimedia. Estábamos advertidos de un calor inusual para la última semana de abril, pero con agua de sobra y sombra en una ruta bien estudiada por Manuel, nos aventuramos.

    Seguimos lamentándonos porque no llueve como debiera desde diciembre, por lo que nos sorprenden la fuerza y el caudal del Cabriel.

    Hacemos un pequeño alto en unas casas rurales, en la Huerta de las Guindas, donde el dueño nos explica que es precisamente la sequía la que ha obligado a abrir compuertas, de ahí la fuerza del agua. Nos sorprende cómo, piedra a piedra, el complejo rural es digno de una película. De hecho, tomamos nota para escapadas futuras.

    El tiempo apremia, el calor es sofocante, pero apretamos el paso sin darnos respiro porque la ruta es larga. Atravesamos el arroyo de la vid, con agua, aunque poca; pasamos el barranco del Puerco y continuamos disfrutando del río a nuestra derecha. Incluso nos encontramos con un refugio de pesca. Finalmente, llegamos, siguiendo las marcas del camino, hasta la Venta de Vadocañas, donde nos hidratamos a base de té para afrontar el último tramo hasta el puente.

    Viaducto del siglo XVI

    Y, de repente, nos sorprende una imagen de cuento. Se trata del Puente de Vadocañas, “un viaducto de origen romano que une las regiones de Cuenca y Valencia pasando sobre las aguas del Cabriel en un espacio protegido conocido como Parque Natural de las Hoces del Cabriel –catalogado como Reserva Natural en su vertiente manchega–”. Así lo explica el Ministerio de Agricultura en su página web, donde detalla que estuvo en uso hasta el siglo XIX y que, aunque con base romana, data del siglo XVI.

    Pero próximos al ecuador de una ruta de esas que no se olvidan, una valla trunca nuestra idea de un recorrido circular. El camino lo corta bruscamente una finca de caza mayor, lo que nos obliga a volver por donde habíamos venido.

    Los andarines de Diario Sanitario nos dirigimos en esta ocasión hasta la pedanía villamalense de Los Cárceles para ver el Puente de Vadocañas.

    • Un mensaje para nuestros lectores. Si saben lo que significa este símbolo, grabado en el puente, escríbannos a redaccion@diariosanitario.com o coméntenlo al pie de este reportaje.

    Acompañados por el río Cabriel

    Los andarines de Diario Sanitario nos dirigimos en esta ocasión hasta la pedanía villamalense de Los Cárceles para ver el Puente de Vadocañas.

    A nuestro regreso, nos encontramos con dos vecinos de Los Cárceles que nos hablan de esa España con la que todos los políticos hacen propaganda, la que los deja solos en invierno, la vaciada, despoblada o más bien, abandonada a su suerte. Después de múltiples congresos y titulares, a los que son ajenos, los vecinos saben que el próximo invierno seguirá igual de solitario que el anterior. Uno de ellos era el dueño del único bar, que permanece cerrado.

    Regresamos sorprendidos por la belleza de la ruta y el encanto de la pedanía. Y, todo hay que decirlo, preocupados por quedarnos sin cenar un miércoles por la noche. El destino nos lleva hasta Villamalea, donde un vecino, El Chileno, nos indica que el mejor tapeo está en el restaurante Tejar de Alfaro. No se equivocaba. Por calidad y por precio, le damos todas las estrellas del firmamento.

    El mejor cachopo, en Villamalea

    • No busquen la fotografía del cachopo, no dio tiempo ni a sacar el móvil.

    Si Pozo Cañada nos sorprendió con la tortilla erótica de Llanos; Navas de Jorquera por los boquerones fritos del Santiago; Alatoz por las croquetas de Pimar; Tobarra por su bar de Juan y Agramón por la Luna, Villamalea ya es visita obligada por el cachopo, la carrillada y la oreja del Tejar de Alfaro.

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