• Homenaje a los últimos de Filipinas

    El Autor

    Francisco Martín Ros

    Médico de Atención Primaria

    En este decenio que comienza pasará a la jubilación un importante número de médicos de Atención Primaria. La vida laboral de estos veteranos profesionales ha cambiado mucho con el paso del tiempo, y no sólo por la evolución de las condiciones laborales y profesionales, sino también por lo que a la atención de sus pacientes se refiere.

    Los actuales médicos de familia, denominación por la que se conocen a los que han hecho la residencia en esta modalidad, sin ser médicos especialistas en un aparato u órgano determinados, han tenido la oportunidad de rotar por distintos servicios así como de curtirse en la puerta de urgencias de un hospital. Sus condiciones de trabajo, afortunadamente para ellos, nada tienen que ver con las que tuvieron los que ahora están en ciernes de su jubilación.

    Casi la totalidad de los médicos que están prestos a colgar el fonendoscopio, o que lo han colgado recientemente, pertenecen a una hornada anterior, a un sistema distinto, a otra filosofía de trabajo, en resumen, a una época que poco o nada tiene que ver con la actual. A gran parte de estos facultativos les tocó pertenecer a esa generación puente que sufrió todos los inconvenientes de las épocas pretéritas y casi ninguna de las ventajas académicas ahora vigentes.

    A los médicos generales recién jubilados, y a los que se van a jubilar en años venideros, quiero ofrecerles este homenaje y reconocimiento. Ellos fueron los que pusieron en marcha la práctica totalidad de los centros de salud de la provincia de Albacete. Son los mismos que, antes de la reforma sanitaria felizmente implantada por el gobierno de aquél entonces, hacían jornadas ininterrumpidas de 24 horas, 365 días al año, teniendo prohibido, como si de convictos se tratase, salir del pueblo dejándolo desasistido, y obligándose a ofrecer puntual información de donde estaban en cada momento. Estos médicos, permanentemente encadenados a su profesión, estaban al pie del cañón para lo que fuese menester: una fractura, un parto, un accidente cardiovascular o una fiebre, por la mañana, por la tarde y por la noche, en día laboral o en día festivo. Algunos afortunados obtenían permiso de Sanidad para que les dejaran librar algún fin de semana, a costa de endosarle el trabajo al médico del pueblo más cercano, que luego demandaba justa reciprocidad. Aquellos fines de semana eran insufribles y no terminaban nunca. Me vienen a la memoria algunos ejemplos como el de Pozo Cañada y Chinchilla que viví muy de cerca ya que mi hermano, al que mucho añoro por no estar ya entre nosotros, fue médico titular APD del primero de ellos.

    A esos médicos que, por fin, pudieron disfrutar de las bonanzas de la nueva planificación sanitaria -creación de Centros de Salud, descanso entre jornada y jornada, etc.-, quiero desde aquí rendirles justo reconocimiento. A ellos y a los que les sustituían en sus vacaciones, que, a las condiciones laborales antes señaladas, añadían la incomodidad de vivir en pensiones con frecuencia deficientemente acondicionadas.

    Eran otros tiempos, otras circunstancias y otras personas que se han hecho mayores y que se despiden de nosotros. La soledad, el aislamiento, la sensación de abandono y las pésimas condiciones de trabajo no pudieron con ellos. Desempeñaron su labor lo mejor que pudieron y supieron, sin cursos, sin tutores y casi sin apoyo institucional, siendo bastantes los que dejaron un buen recuerdo allí donde prestaron servicio. En definitiva, ellos fueron los que iniciaron, levantaron y consolidaron la Atención Primaria de la que hoy nos enorgullecemos en Albacete y en toda España.

    A ellos dedico estas líneas.

    Que vuestra jubilación sea larga y saludable.

    ¡Hasta siempre compañeros!